viernes, 17 de agosto de 2007

Corporaciones: El poder oculto detrás de presidentes “marionetas”

Caracas, 07 Ago. ABN (Hernán Mena Cifuentes).- Dareck Obama, candidato a la presidencia de los Estados Unidos, expresó que de llegar a ser electo, bombardearía Pakistán, en un gesto que demuestra el mismo irrespeto por la vida humana, y carencia de valores éticos y morales que ha caracterizado a George W. Bush y a la mayoría de los hombres que han ocupado la primera magistratura del Imperio, manipulados por un poder oculto de las corporaciones que utilizan el “Destino Manifiesto para conquistar el mundo. Creerse predestinados para salvar de la barbarie al mundo llevando civilización y libertad, fue el dictado que según los fundadores de la nación recibieron de Dios, pero el mensaje no se interpretó como enviado por el ser supremo y bondadoso que según su religión creó la tierra y a los hombres sino por el “Dios Dinero” que impulsaría a sus gobernantes, manipulados por la sed de oro y poder del capitalismo emergente, a buscarlo en todas partes, sin importar que para ello debieran desatar sangrientas guerras. Fue tal la fuerza de convicción que tuvo la manipulación, disfrazada bajo el manto religioso, que alcanzó a la mayoría de los estadounidenses quienes, ingenuamente, creyéndose investidos de la falsa superioridad que le inculcó tanta mentira, apoyaron ciegamente el proyecto de conquista planetaria que hace más de dos siglos inició el Imperio yanqui, primero exterminando a los aborígenes en su propio territorio en la Conquista del Oeste, para luego extenderse por América Latina y el Caribe y finalmente a todo el mundo. Es en el marco de ese macabro plan expansionista y hegemónico que el capitalismo se fijó como meta, instauró en la nación, para hacerlo lo más viable y expedito, un sistema electoral que hace posible la escogencia como presidentes, a candidatos provenientes de las altas esferas económicas, políticas y sociales, que facilitaron la ejecución de su proyecto, por tratarse de hombres ambiciosos, pero, moral y éticamente débiles, que se han ajustado a la medida de sus planes de dominación mundial. Sujetos descendientes de familias, cuyas fortunas fueron amasadas con el oro proveniente del vicio, como la de los Kennedy, que la consiguió del contrabando de licor durante la época de la Ley seca, o la de los Bush, adquirida a través del comercio de armas que vendió a los nazis durante la II Guerra Mundial, así como otros que desataron conflictos usando la mentira y negocios fraudulentos con el mundo del crimen, como lo hizo Ronald Reagan en Nicaragua hasta llegar a planificar magnicidios como el intentado contra Fidel. Se trata de hombres, algunos de ellos afectados por males mentales de alto riesgo por lo delicado del tratamiento médico que requieren, por lo que su curación resulta difícil y a veces imposible para los psicólogos y psiquiatras; mitómanos, alcohólicos y enfermos sexuales que los hacen fácilmente manipulables, pero al mismo tiempo peligrosos, por actuar algunas veces de manera impredecible y en ocasiones obstinadamente y ciega, sin importarles las consecuencias de sus irresponsables actos. Pero de todos, el peor ha sido George W. Bush, como lo afirma el Premio Nobel José Saramago en el prólogo de El Nerón del Siglo XXI la obra, de James Hatfield, muerto en circunstancias misteriosas, cuando se disponía a publicar esa biografía no autorizada de GWB, cuando, al referirse al actual mandatario se pregunta: “Cómo y porqué EEUU, un país en todo tan grande, ha tenido, tantas veces, tan pequeños presidentes.” 'George W. Bush, es quizá el más pequeño de todos. Inteligencia mediocre, ignorancia abismal, expresión verbal confusa y permanentemente atraída por la irresistible tentación del disparate, este hombre se presenta ante la humanidad con la pose grotesca de un cowboy que hubiera heredado el mundo y lo confundiera con una manada de ganado.” “No sabemos lo que realmente piensa, no sabemos siquiera si piensa (en el sentido noble de la palabra), no sabemos si en realidad no será un robot mal programado que constantemente confunde y cambia los mensajes que lleva grabado en su interior. Pero, honra le sea dada al menos una vez en la vida, hay en George Walter Bush, presidente de los EEUU, un programa que funciona a la perfección: el programa de la mentira.” “El sabe que miente, sabe que nosotros sabemos que está mintiendo, pero, por pertenecer a la tipología de comportamiento del mentiroso compulsivo, seguirá mintiendo aunque tenga delante de los ojos la más desnuda de las verdades, repetirá la mentira incluso después de que la verdad le haya estallado ante su mismo rostro.” Para reforzar las filas de esos hombres mediocres que utiliza, el sistema ha seleccionado nuevos rostros, aspirantes a la candidatura presidencial, siempre prestos a seguir los lineamientos que les dicte el verdadero poder, oculto detrás de las transnacionales y corporaciones petroleras, financieras, tecnológicas, fabricantes de armas, y las contratistas encargadas de reconstruir lo destruido por ellos mismos, únicos beneficiarios de las ganancias obtenidas con la muerte y destrucción provocadas por las guerras del Imperio. Entre estos figura, Tom Tancredo, candidato republicano quien propone lanzar bombas nucleares sobre La Meca y Medina, sagrados sitios del Islam, en caso de repetirse atentados como los del 11-Sep. un asesino potencial que pretende emular Harry S. Truman, que hace 62 años inició la Era del terror Nuclear desatando sobre Hiroshima y Nagasaki, una tragedia tan brutal que, quienes no morían en aquel momento, envidiaban a los que habían muerto, por no sentir el dolor que ellos padecían debido a las quemaduras y el vómito de sangre que los asfixiaba. Pero extraña aun más, por las consecuencias que tendría, al desatar las llamas de una nueva guerra más terrible y brutal que las que hasta ahora ha provocado el Imperio en Irak y Afganistán, la propuesta de Barack Obama, candidato demócrata negro a la presidencia, quien olvidando sus raíces como hijo de una raza sometida durante tres siglos al brutal sistema de la esclavitud, y que aún después de haber sido falsamente liberada, sigue padeciendo sus rigores, se pliegue dócilmente al proyecto de conquista imperial. Con su idea, Obama, se incorpora a la lista vergonzosa en la que figura Condoleezza Rice, Colin Powel y demás desertores de una causa noble, quienes, traicionando los ideales de Martin Luther King, Malcolm X y otros luchadores por la igualdad de derechos de los negros, que fueron asesinados por un sistema que los desprecia manteniendo a millones de ellos hacinados en inmundos ghetos, donde reina la pobreza, perseguidos y encarcelados por millones, muchas veces por delitos que, cuando son cometido por un blanco, no son penados. Porque Obama, Rice y Colin, olvidaron al aliarse al hombre blanco que descienden de una raza que como ninguna otra del planeta ha sufrido tanta opresión, por lo que no debieron adherirse a una causa que no solo busca continuar sojuzgando a sus hermanos sino también al resto de los pueblos del planeta como hoy trata de hacerlo en Irak y Afganistán, y que Obama, con su criminal propuesta de bombardear Pakistán, pese a la oposición de su pueblo y su gobierno, a tan demencial proyecto, amenaza con ampliar las guerras imperiales hasta Irán y, mas allá. ¿Es que, cegado por la sumisión, pensando que el sistema habrá de preferirlo sobre sus rivales por la brutalidad de su propuesta bélica imponiéndolo, como presidente, este hombre, hijo de un africano nativo de Kenia, donde hace miles de años nació la humanidad, olvida que cerca de 200 millones de sus antepasados fueron secuestrados de sus aldeas y encadenados en las bodegas de barcos negreros, llevados a través del Atlántico por el hombre blanco para convertirlos en esclavos? ¿Ignora Obama que cerca de la mitad de ellos murieron en la travesía y los que sobrevivieron fueron a trabajar en las plantaciones del sur estadounidense y de los países latinoamericanos e islas caribeñas, donde el látigo del capataz los castigaba sin piedad, y en las pocas horas de descanso que tenían, habitaban inmundas viviendas y muchas de sus mujeres, criadas al servicio de adineradas familias blancas, eran violadas por sus amos y humilladas por las señoras de la opulenta sociedad colonial? ¿No sabe el candidato negro que la guerra civil que desangró a su país durante 4 años (1861-1865) no se hizo como se ha hecho creer al pueblo estadounidense y al mundo, como un acto humanitario con el exclusivo fin de liberar a los esclavos negros que vivían en el Sur, sino para emplearlos pagándoles salarios de miseria en las fábricas del norte, escaso de mano de obra, indispensable para el desarrollo de la incipiente revolución industrial que comenzaba a nacer en el país? ¿Desconoce Barack Obama que las cárceles de su país están abarrotadas con aproximadamente un millón de negros, que cerca de cerca de la mitad de los reos condenados a muerte son afroamericanos, que en las calles otros más son apaleados brutalmente por los policías blancos; que uno de cuatro de ellos en el país sufre pobreza y casi la mitad miseria y que los desempleados negros, solamente en Nueva York sobrepasa el 50%? Son tantos y tan graves los problemas de los negros de EEUU que deberían ser prioridad su hermano de raza Barack Obama, pero, por tratarse de un hombre que, a pesar de ser hijo de un keniano nativo del país cuna de la humanidad, promete a cambio la barbarie de arrojar bombas sobre Pakistán y, tan mediocre como Bush y otros de sus amos blancos, prefiere servir a un sistema dominado por corporaciones industriales, financieras y comerciales, los verdaderos y únicos amos del poder en su país.

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