miércoles, 15 de agosto de 2007

EN LAS COMUNAS: LA ESPIRITUALIDAD SOCIALISTA CONCRETA LA UTOPÍA. El Socialismo de las Cosas más Sencillas.

Martín Guédez

La Venezuela Comunal, entiéndase por ello la Venezuela igualitaria, justa, sin explotadores ni explotados aún está muy lejos de alcanzarse. Por un lado esta Venezuela cuenta con un enemigo clásico, un enemigo de clase, ese enemigo conformado por quienes históricamente han detentado los privilegios sigue presente entre nosotros, fuerte y decidida a no desaparecer, sabe que su existencia depende de que la Venezuela Comunal se detenga, se borre o se extirpe y pone, por tanto, todos sus recursos -que son muchos- en juego. Ese enemigo es formidable, terriblemente inmoral y decidido, pero...ese enemigo es visible. Es un enemigo que sabemos donde está, porque se nos opone e incluso sabemos que trampas pondrá en juego para detener el proceso revolucionario.

Hay otro enemigo que se me antoja mucho más letal y peligroso. Es el enemigo interno, ese enemigo conformado en este caso por quienes nos han acompañado a lo largo de este tiempo pero han ido perdiendo –o nunca tuvieron- la tensión moral necesaria para abrazarse a un modo de vida realmente socialista. Son aquellas personas que han sido conquistados por el dulce encanto de la burguesía. Eran, por así decirlo, burgueses en potencia que nunca tuvieron la oportunidad de serlo. Son aquellos compatriotas que tan pronto el ejercicio del gobierno, las oportunidades nuevas e incluso su propio trabajo se los ha permitido se han abrazado al modo de vida capitalista porque nunca terminaron de cerrar el abismo entre la palabra y la vida, entre la ortodoxia y la ortopraxis. Estos, mis queridos compatriotas, son infinitamente más letales porque con su ejemplo -su mal ejemplo, más bien- se convierten en ladrones de sueños. Enseñan de alguna manera el camino hacia los mismos valores que deseamos superar. Lo hacen desde nuestra misma trinchera y por tanto producen un mayor y más cruel desencanto. Ponen la utopía de una Venezuela comunal y socialista en términos de una fantasía social, la alejan, la hacen inalcanzable, producen agotamiento. Hacen dudar acerca de la accesibilidad de la utopía -entendida esta en su carácter más justificadamente peyorativo de algo imposible- y promueven con su conducta el retorno a los viejos antivalores.

Desde las experiencias comunales más sencillas debemos responder con firmeza: La utopía, el sueño de una Venezuela Comunal sin explotadores y explotados, sin privilegiados y excluidos, es una categoría crítica de anticipación explícita, y lo es, porque si podemos construirla desde lo pequeño y cotidiano nos habremos demostrado a nosotros mismos que es posible hacerlo. La espiritualidad socialista o cristiana -al cabo son lo mismo según lo veo- en su más puro concepto es la esencia, el alma y corazón de la comuna, el marxismo –por ejemplo- pondrá a salvo el núcleo racional de la utopía. El carácter milenarista que desde sus orígenes tuvo el concepto de utopía -el establecimiento del reino de Dios- devendrá en la construcción del reino de paz, amor y justicia en esta tierra mediante la utilización de medios racionales. De modo que ni estos ladrones de sueños ni aquellos explotadores de todos los tiempos podrán impedir que como seres humanos alcancemos una sociedad de igualdad y justicia a la que estamos llamados por nuestra humana naturaleza.

En otras palabras, hermanas y hermanos, desde nuestras comunas podemos, debemos y concretaremos, en armonía entre el componente espiritual y los medios científicos, la Venezuela Comunal. Es cierto que -para salirle al paso a mis camaradas marxistas- Karl Marx pareció indicar la imposibilidad de alcanzar el espíritu de la utopía sin la mediación del mesianismo, no obstante podemos decir hoy que la esperanza espiritual es un elemento mediador entre la utopía y el socialismo real y verdadero. El socialismo practicado y vivido desde las cosas más sencillas se hace palpable, abierto, aún no realizado pero realizable. El marxismo nos entrega un método que ha sido capaz de trascender los estrechos horizontes del pensamiento tradicional y nos abre la posibilidad cierta de transformar las condiciones existentes. De esta forma la filosofía traspasó el universo que le era propio desde Platón como herramienta para explicar las cosas y pasó a ser instrumento para transformar el mundo. La Comuna debe poner el espíritu comunal, bolivariano, ético; el marxismo debería –junto a otros aportes- poner el método. Así como el tren requiere de dos rieles -al menos el tren tradicional- para discurrir y avanzar, la comuna requiere del riel del espíritu comunitario, moral, ético, solidario y nuevo, así como del riel del método que vaya haciendo encajar las piezas, que impida que la frustración nos lleve al agotamiento del espíritu.

Fijémonos en dos casos realmente esclarecedores. La comuna descrita en Hechos de los Apóstoles, Capítulo 4, disponía de todos los componentes espirituales para construir un mundo nuevo... "Todos tenían un sólo corazón...no había pobres entre ellos, porque nadie llama suyo a lo suyo y todo lo ponían en común... ", el amor era la divisa, todas las condiciones espirituales estaban dadas, sin embargo faltó el método científico, faltó la propuesta que hiciera extensivo en el tiempo aquel sistema comunal. No haber echado las bases para unas relaciones económicas basadas en la producción, la distribución, el consumo y la apropiación comunal; incluso el hecho de haber tenido que vivir la experiencia como una pequeña y asediada isla en medio de un mundo de explotadores y explotados, esclavizadores y esclavos, pronto terminó agotando la emoción del espíritu. La mala hierba pronto cubrió hasta asfixiar la hermosa experiencia.

El otro caso es la antigua Unión Soviética. Allí el método, la planificación, la doctrina, el riel de la ciencia social, estaba puesto. El diseño de la sociedad socialista -aún como experiencia intermedia- tenía claramente establecido el riel del método. El tiempo fue haciendo que inexorablemente la naturaleza herida del hombre viejo fuese horadando hasta quebrar el método. De aquel "todo el poder para los soviets (consejos)", se pasó a “todo el poder para el partido”; todo el poder para los burócratas, para unos pocos, para los nuevos tocados por los dioses, para la nueva clase de los elegidos. El resultado lo tenemos mucho más cerca en el tiempo. Sorprendentemente todos vimos como el sistema se cayó sin que el pueblo saliera a defenderlo. He allí entonces los errores que no debemos cometer salvo terminar de la misma manera, siendo apenas un hito en la historia que quizás despierte la curiosidad de los estudiosos con el tiempo y nada más pero habrá frustrado la más grande esperanza que jamás hayamos tenido.

La Revolución Bolivariana debe trabajar con empeño y sin concesiones en la construcción de los dos rieles firmes sobre los que transcurra la locomotora del socialismo. El riel de la espiritualidad socialista no debe esperar a que las condiciones estén dadas, se corresponde al elemento subjetivo y su construcción debe emprenderse de inmediato desde la vivencia práctica del hacer y vivir socialista desde las cosas más pequeñas. Llegar a captar los elementos autonómicos de esta conversión del hombre viejo al nuevo exige una clase de conciencia que anticipe lo aún no presente. En este dominio del ir aprendiendo al hacer, del ir descubriendo lo todavía no consciente haciendo adquiere su verdadera fortaleza la esperanza positiva.

Alguna vez he dicho que el hombre nuevo hay que irlo pariendo y esto supone anticipar que habrá dolores de parto. Más aún, que no sólo habrá dolores de parto sino otros dolores propios de lo que se va muriendo. Ir pariendo al hombre nuevo significa ir muriendo al hombre viejo. No será nunca un acto mágico, automático o inmediato sino un proceso dialéctico, un camino, un ir sufriendo derrotas, resistencias y oposiciones dentro de nuestro propio proceso de elecciones diarias y constantes, y un irlas venciendo, apartando, sustituyendo por valores nuevos. El mundo interno en el que se desarrolla esta crisis está presidido por un conocimiento distinto pues se pasa de la reiteración de lo conocido a la construcción de lo que se va conociendo. En la praxis -después de todo ésta será la medida de todas las cosas- la comuna debe ir construyendo lo que aún no ha llegado a ser hasta hacerlo visible y palpable. Experienciando el amor, la solidaridad, la renuncia al egoísmo o personalismo tengan estos la justificación que tengan, cambiando la filosofía vieja por la nueva, lo individual por la preeminencia de lo colectivo.

El marco más amplio de las leyes de la República irán haciendo posible (el otro riel), dirigir el conocimiento hacia adelante, enriquecer la experiencia e impedir su agotamiento. La Comuna deberá ir experimentando, viviendo, sintiendo y saboreando el mundo nuevo, las leyes, la doctrina y el método deberán ir interpretando, esclareciendo, posibilitando, abriendo el camino, siendo el cauce por el que transcurra el río. El río que no es sólo el agua sin cauce porque sólo sería inundación sin destino, pero que tampoco es sólo el cauce. El río es cauce y agua, agua y cauce. Agua que transcurre milagrosa y vivificadora que para serlo debe ir encauzada por la doctrina y el método.

Debemos ser un pueblo que se dirige hacia el futuro, un pueblo que transforma la historia recibida y la hace nueva, humana y justa. Un futuro nuevo en su contenido, un futuro consciente en el que no florece la mentira ni el egoísmo. Un futuro, ahora sí, alcanzable, una utopía que servirá para mucho más que mantenernos caminando hacia ella. Una utopía concreta y dialéctica expresada en la vivencia real de la Venezuela Comunal y Socialista. Una utopía que deje de ser abstracta o meramente anticipatoria para hacerse trascendente. Una utopía que vaya anticipando lo que todavía no ha llegado a ser, lo que debería ser, por lo que luminosamente va siendo. Debemos tener muy claro que nuestra ansiada Venezuela Comunal no es un utopismo sino una hermosa utopía.

Construyamos desde la esperanza consciente, démosle contenido histórico a la esperanza de toda la humanidad que hoy nos hace a nosotros protagonistas. Acrecentemos los valores humanistas y hagamos que con nuestra experiencia el transito de la utopía a la esperanza concreta y de esta a la realidad concreta se haga posible, sin despojarnos de los sueños. Sólo el socialismo aprehende correctamente el factor subjetivo de la conciencia de clase y lo encauza. La mutua influencia entre lo objetivo y lo subjetivo nos permitirá superar tanto el activismo que ignora las condiciones objetivas, como el automatismo que obvia las condiciones subjetivas. Espíritu y método. Aprendiendo al hacer. Hacer aprendiendo.

¿No existen condiciones objetivas para llevar adelante un proyecto comunal? La conciencia las irá propiciando, madurando, eliminando del camino los estorbos que no las dejan ser. ¿No existen las condiciones subjetivas? El estímulo al pensamiento, la acción educativa, el internalización de los valores socialistas, el compromiso misionero, irá generando la conciencia. ¿Cual primero? ¡A dos manos!, a un tiempo, sin descanso, con fe, con esperanza y con método. Ortodoxia acertada y sin ambages ni concesiones. Ortopraxis exigente, sin disfraz ni mimetismos oportunistas. La Venezuela Comunal, con dolores de parto, está en nuestras manos... vamos...pujemos...vamos a parirla... la humanidad entera depende de nuestro éxito.

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