domingo, 17 de diciembre de 2023

EL MONROISMO INTERNO Y LA DERROTA DEL ALCA

 

Luis Britto Garcia


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En diciembre de 1823 Estados Unidos se autonombra guardián contra nuevas injerencias o adquisiciones de territorio por potencias ajenas al continente americano,  con la precisa intención de reservárselo para sí mismo.

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Apropiarse  la mitad del Nuevo Mundo invadiéndolo con  fuerzas de ocupación hubiera sido incosteable; así como  imposible negar indefinidamente la concesión de derechos para los pueblos sometidos.  La mejor solución para  todos los Imperios  que en el mundo han sido  es la de hacerse obedecer mediante autoridades locales títeres o cipayas, que presenten como voluntad nacional los mandatos foráneos.

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Así, se puede  añadir un cuarto corolario a la mencionada doctrina: el del Monroismo Interno. Tantas tropelías y abominaciones no hubieran podido imponerse en nuestros países sin la incondicionalidad  de una Quinta Columna que opera de manera disfrazada, oculta, firme, inalterable y consecuente en contra de Nuestra América y  a favor de la patria de Monroe.  Bajo las más diversas máscaras y disfraces, un Partido Monroísta opera en todas nuestras naciones al servicio de la potencia del Norte.

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En lo estratégico, mientras  huestes patriotas y  milicias liberadoras forjan la soberanía, no tardan algunos gobernantes en uncir los ejércitos nacionales al Tratado Interamericano de Asistencia recíproca (TIAR),  a enviarlos como Fuerzas de Intervención contra democracias de países hermanos, a educarlos en genocidio y  represión interna en la Escuela de las Américas o el Comando Sur, a usarlos como ejecutores de masacres o de  desplazamientos campesinos, o en algunos casos  a combatir bajo las banderas de la metrópoli en conflictos que sólo interesaban a ésta, como la Guerra de Corea. El Imperio dispone así de cuerpos armados que defienden  sus intereses y no le cuestan un centavo.

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De igual manera, bajo proclamaciones  de Independencia y Autonomía, se instala un Monroísmo Político Interno atento sólo a imponer mediante los Poderes Públicos Nacionales las directrices del gobierno y el capital extranjeros. Un Monroísmo Jurídico garantiza que las instrucciones imperiales sean convertidas en leyes de la República. Infames Tratados contra la Doble Tributación exoneran a los capitales extranjeros de pagar tributos sobre las ganancias obtenidas en nuestros países. En Convenios Internacionales y  contratos con empresas extranjeras se contrabandean cláusulas inconstitucionales que someten  la decisión sobre controversias de  interés nacional y de orden público interno a Cortes, Tribunales o Juntas Arbitrales extranjeras. Por esa vía ha perdido Venezuela la tercera parte de su territorio, y terminará perdiéndolo todo, en la medida en que acepte la decisión de órganos foráneos sobre materias atinentes a la soberanía.

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El Monroísmo Político  es herramienta del Económico. Desde las  sesiones de la Unión Panamericana en 1899 intenta,  mediante la “Unión Aduanera”, o cualquier otro subterfugio, convertir  el hemisferio en un área de Libre Comercio para las empresas y mercancías imperiales, exoneradas de todo tipo de  impuestos,  dentro de la cual los gobiernos locales renunciarán a normativas proteccionistas de sus propias industrias y productos, de su naturaleza y de su fuerza de trabajo.  Monroísta es la masiva subasta en baratillo de bienes y servicios públicos a empresas foráneas. Codicia el Imperio nuestras áreas con recursos naturales, turísticos, comunicacionales y estratégicos; no vacilan los monroístas internos en asignárselas mediante concesiones incondicionales. Esta capitulación  se impone en dos fases; la primera es conceder el “trato nacional” para las trasnacionales; la segunda es otorgar inconstitucionalmente para los capitales foráneos condiciones  más favorables que para los capitales o empresas nacionales en materias tributarias, administrativas, laborales, sociales y  ecológicas. e incluso en  la obtención de recursos naturales y de fondos aportados por Estados que  financian así las condiciones mas atroces de explotación extranjera.

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Gracias a esto el monstruo desarrolla una quinta cabeza; el Monroísmo financiero. Políticas de restricción monetaria hacen casi desaparecer el circulante nacional, para forzar su suplantación  por el dólar. Como los Estados que generosamente exoneran a las transnacionales de pagar impuestos se quedan sin ingresos, costean sus gastos encadenándose a  una Deuda Eterna Impagable con organismos financieros dependientes de la metrópoli. Ello conduce al Endeudamiento Eterno; éste, a los Paquetes Económicos con el Fondo Monetario Internacional, y éstos, a la rebelión social, tras la cual los monroístas se disfrazan para corroer desde adentro el nuevo poder que surja.

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Las estrategias mencionadas se legitiman e imponen por la vía pavimentada del Monroismo Cultural. Algunas autoridades   imponen en los programas educativos de Nuestra América  patrones   del mundo anglosajón, como el método de alfabetización global,  los currículos de Primaria preceptuados por Rudolph Atkon que excluyen o minimizan el estudio de la Historia, la Geografía y la formación cívica nacionales, la enseñanza superior por semestres y trimestres, que dificulta la organización estudiantil, o la reserva de la Educación Superior para las clases privilegiadas mediante el pago de tarifas y matrículas preconizada por el Banco Mundial. Algunos países  entregan  concesiones sobre el espectro radioeléctrico -que pertenece al público- a monopolios transnacionales que operan como actores políticos internos. Descuida el Monroismo Cultural ejercer la supervisión y vigilancia sobre infinidad de fundaciones y entes de todo tipo disimuladamente financiadas por capitales o agentes foráneos. Algunas de nuestras élites elevan sus modas a cultos, sus caprichos a dictámenes,

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Ninguno de nuestros próceres, desde Bolívar a San Martín, desde José Martí  hasta Chávez, hubiera aceptado ni aplicado políticas monroístas. Ni un solo país ha sido beneficiado por ellas.  Cada Imperio trae consigo su monroísmo; la naturaleza de éste no cambia porque sea distinta la metrópoli. Monroe es Monroe, venga de donde viniere. Contra él, donde apareciere. 


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