¡Que no se le ocurra a nadie darnos el feliz año! Ni de vaina. Y los que vengan con esa pendejada ojalá no sean los mismos del año pasado. Que si Borges, Leopoldo, Carlos Vecchio, Guaidó, Diego Arria, Ledezma… Bien lejos con esos carajos. Feliz año tuvieron y tienen ellos a costillas de nosotros, que todavía los seguimos apoyando, porque, es verdad, somos bien sinvergüenzas, pero el mundo fue y será una porquería y saben que lo hacemos por salir de esta dictadura. Eso es lo único que se perdona, porque para salir de esta dictadura uno es capaz de todo, hasta de seguir apoyando al tenista Guaidó. El 28 de diciembre, muchos de nosotros fuimos objeto de burla por un montón de compañeros que se están cambiando. No es que se vayan para apoyar al dictador, sino que no aguantan más este apoyo automático que les hemos venido dando a estos carajos. Ayer nos decían: "… que se queden ustedes, los inocentes, pero ya nosotros nos vamos para el carajo viejo". A veces uno pierde la vergüenza, pero es por pura necesidad. Eso de apoyar al interino, y antes apoyamos la entrada de la ayuda humanitaria, y del golpe de los plátanos… No me jodan, menos mal que la gente de este país olvida rápido y furioso. Porque esa vaina nos ha dejado con una mancha en la historia que no la quita ningún polvo para lavar. Ni el chacachá aquel que dejaba tu ropa más blanca. Porque es verdad que hay golpes en la vida, yo no sé, como dicen los que saben que decía un poeta peruano, un tal César Vallejo. Parece que también dio un golpe y dijo: "Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios…". Así hablan los poetas, como también habla nuestro poeta Leopoldo López y su primera combatiente, su musa, que debe estar contentísima con un poeta así. En cambio, nosotros seguimos pecando. Y por eso pedimos que este 31 de diciembre y el primero de enero que no venga nadie con su cara bien lavada a decirnos: "Un feliz año pa ti", porque uno sabe que viene a burlarse, que viene a joder, que viene a reírse de uno que lucha y se desangra.
Es que cada día que pasa la vaina para llegar al poder se nos pone más dura, como la vida misma, que es dura, pero es difícil. Ahí está el caso del muchacho este que se llamaba Canserbero, que lo mataron hace como ocho o nueve años, y llegó el fiscal —otro poeta— y resolvió el caso. Carajo, parece que todo lo estaban dejando para fin de año, para que uno se arreche más. Y lo que más nos asusta es que vienen las elecciones en el 2024 y el dictador anda con esa cara de "yo vendí al contado", que no la brinca Ismael García en sus mejores tiempos. Y nosotros, que fuimos tan sinceros, siempre esperando un candidato o candidata que nos libere de esta cuerda de malhechores que llegaron al poder. Ayer, el dictador cenó en Miraflores con los intelectuales y cultores y científicos, y aquello parecía que estaban filmando una película en Hollywood. Allí fueron a cantar los cultores, ya que no los invitan a cantar en ninguna parte. Y, de paso, allí les puso, como su invitado, al Saab, como para decirles: "Ustedes también forman parte de esta complicidad. No me dejen solo". Así son los dictadores, que quieren meter a todo el mundo en su saco para que cuando uno llegue al poder se lleve a todo el mundo por delante. Esta sociedad de cómplices, como dijo otro tipo por ahí hace mucho tiempo, según dicen, sigue creciendo cada día más. Es como la brecha económica entre ricos y pobres, que se expande y se expande y se expande…
El papá de Margot estaba llorando en el sofá y cuando nos vio a Margot y a mí, levantó la cara y se secó las lágrimas y dijo: "No es mi llanto, es el humo del cigarrillo que me hace llorar". Después se levantó nuevamente y vio un afiche de Capriles que todavía está en la sala y dijo: "Por lo visto, nos espera otro año bien jodido. Con Milei en el poder, perdón, con el dictador en el poder. Es tanto el sufrimiento que ahora me confundo cuando digo las vainas". Y se fue al cuarto y agarró la puerta y le metió ese coñazo tan duro que la vecina salió gritando: "No te invitaron a la cena del Presidente, muérgano".
—Faltan cinco pa las doce… —me canta Margot.
Roberto Malaver
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