jueves, 28 de diciembre de 2023

Micromentarios | El Chorrillo

 En enero de 1980, Josune –mi primera esposa–, y yo viajamos a Cuba. Yo iba a integrar el jurado del Premio Casa de las Américas.

No había vuelos directos de Caracas a La Habana y por ello fuimos a Panamá. En el aeropuerto, cuando las autoridades conocieron nuestro destino, retuvieron nuestros pasaportes y nos encerraron en una sala, al nivel de las pistas, hasta que vimos alzar vuelo a nuestro avión. Poco más de un minuto después, nos devolvieron los pasaportes y señalaron que todo estaba en orden.

En Cubana de Aviación, cuando informamos lo ocurrido, nos dijeron que eso pasaba con frecuencia. También que el siguiente vuelo sería dos días más tarde y que, si queríamos tomarlo, debíamos quedarnos en Ciudad de Panamá.

Tomamos un taxi y pedimos al conductor que nos llevara a un hotel céntrico, que no fuera caro. Nos dejó en el Inter, frente al barrio El Chorrillo, compuesto este por caserones de madera de una o dos plantas, pintados de verde y blanco, en los que solo vivían personas muy pobres de piel más oscura que la mía.

Al rato, salimos a pasear y recorrimos varias de sus calles. Mientras caminábamos, saludábamos a las personas con las que nos topábamos y la mayoría nos respondía con desconcertada amabilidad. Doy fe de que nadie nos agredió. Horas después nos enteramos de que a dicho barrio se le consideraba la zona más peligrosa de la ciudad.

El Chorrillo se parecía a las viejas imágenes de Nueva Orleans que nos ha mostrado el cine. Desapareció a finales de diciembre de 1989, cuando Estados Unidos invadió a Panamá.

Como allí quedaba el Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa de ese país, las tropas estadounidenses destruyeron no solo al cuartel sino sus alrededores. Todo ello con el pretexto de que iban a capturar al presidente de la República, Manuel Noriega, a quien acusaron de dictador, narcotraficante y extorsionador.

Tales delitos los había cometido mientras trabajaba como agente de la CIA, pero entonces no se les consideró tales. Cuando puso en riesgo los intereses económicos de Estados Unidos, de inmediato desapareció su inmunidad. En cuestión de días, fue declarado enemigo y se dio luz verde a la operación Nifty Package para capturarlo.

Fue allí, en El Chorrillo, donde los invasores probaron el llamado Rayo de la Muerte. Ahora lo niegan pero, en los primeros años de la expansión de internet, la propia CIA subió a su página el video de la destrucción instantánea de una iglesia repleta de personas, que se habían refugiado en ella.

Un fogonazo y adiós iglesia, adiós mujeres, hombres e infantes que se hallaban en su interior.

Doy fe de haber visto dicho video en una de las computadoras del semanario La Razón, de Caracas, cuando vivía en esa, mi ciudad natal.

El barrio fue arrasado en su casi totalidad y, ¡oh, milagro!: en su lugar surgió gran parte del nuevo urbanismo del que hoy se vanagloria la ciudad. ¿Casualidad? Qué va. Eso formó parte de la recompensa dada a los gobernantes e inversionistas panameños y extranjeros que entregaron el país.

Armando José Sequera



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