Mariadela Linares.
Mientras se planteaba escenarios de permanencia en el poder hasta el año 2021, en una expresión que algunos consideraron mesiánica pero que tal vez consideraba el tiempo para consolidar este difícil proceso, probablemente nunca estuvo en sus cálculos que moriría de muerte natural. Eso no estaba en la agenda de Chávez. Esa pesadilla convertida en realidad en pocos meses nos agarró sin estrategia, con el camino a medio andar y los senderos llenos de piedras de todos los tamaños. Estamos viviendo las consecuencias.
Siempre pensamos que Chávez no debía ser indispensable. No creemos en hiperliderazgos ni en autoritarismos, ni mucho menos en caudillos, vocablo tan usado en la jerga adeca. Por eso nos gustó tanto la denominación de democracia participativa, la creación de colectivos, de comunas, y de todo aquello que sirviera para que los venezolanos asumiéramos la responsabilidad de construir juntos nuestro propio futuro, aprendiendo de los errores y corrigiendo sobre la marcha. Por esa misma razón fuimos muy críticos cuando percibimos a un Presidente egocéntrico, tan inclinado al uso del “yo” por encima del “nosotros”. En su oportunidad, vertimos mucha tinta en cuestionar esa forma de ejercer el mando, que impedía el surgimiento de liderazgos alternativos, de vocerías calificadas para asumir responsabilidades y tomar decisiones.
Cierto es que, por otro lado, la dimensión de su influencia directa sobre el pueblo al cual servía, era de tal magnitud que hacía casi imposible la irrupción de voces distintas a la suya, capaces de infundir respeto y ejercer autoridad. Por eso es tan difícil reemplazar a Chávez. Pasar bajo su influencia 15 años no es poco tiempo, como para que de pronto salga alguien a llenar el vacío.
Condenamos el periodismo mercenario que se ha practicado en los últimos años en Venezuela, pero tampoco queremos una prensa arrodillada. Nos solidarizamos con Vanessa Davies y repudiamos los intentos por descalificarla. Y a Giordani, ¿qué le decimos a Giordani, Chávez?; tal vez que nos estremeció su carta pero que le faltó lo más importante: asumir su responsabilidad en los desaciertos. ¿Verdad que sí, Chávez?.
Siempre pensamos que Chávez no debía ser indispensable. No creemos en hiperliderazgos ni en autoritarismos, ni mucho menos en caudillos, vocablo tan usado en la jerga adeca. Por eso nos gustó tanto la denominación de democracia participativa, la creación de colectivos, de comunas, y de todo aquello que sirviera para que los venezolanos asumiéramos la responsabilidad de construir juntos nuestro propio futuro, aprendiendo de los errores y corrigiendo sobre la marcha. Por esa misma razón fuimos muy críticos cuando percibimos a un Presidente egocéntrico, tan inclinado al uso del “yo” por encima del “nosotros”. En su oportunidad, vertimos mucha tinta en cuestionar esa forma de ejercer el mando, que impedía el surgimiento de liderazgos alternativos, de vocerías calificadas para asumir responsabilidades y tomar decisiones.
Cierto es que, por otro lado, la dimensión de su influencia directa sobre el pueblo al cual servía, era de tal magnitud que hacía casi imposible la irrupción de voces distintas a la suya, capaces de infundir respeto y ejercer autoridad. Por eso es tan difícil reemplazar a Chávez. Pasar bajo su influencia 15 años no es poco tiempo, como para que de pronto salga alguien a llenar el vacío.
Condenamos el periodismo mercenario que se ha practicado en los últimos años en Venezuela, pero tampoco queremos una prensa arrodillada. Nos solidarizamos con Vanessa Davies y repudiamos los intentos por descalificarla. Y a Giordani, ¿qué le decimos a Giordani, Chávez?; tal vez que nos estremeció su carta pero que le faltó lo más importante: asumir su responsabilidad en los desaciertos. ¿Verdad que sí, Chávez?.
Periodista
Mlinar2004@yahoo.es
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