lunes, 17 de marzo de 2014

Cacería de chavistas.

En este país se perdieron los grises, los matices. Una minoría extremista, que si la contáramos sería francamente insignificante, tiene acosados unos cuantos municipios que no representan la totalidad de la población de sus estados y mucho menos al país entero. Pero es así. Estamos seguros de que la mayoría de la oposición, aunque se mantiene callada, está harta de sus desmanes. Pero no se atreven a decirlo por temor a que los etiqueten.

Este plan desestabilizador, que no tiene que ver con protestas legítimas sobre problemas puntuales, sino que persigue el fin único de tumbar al Gobierno, posee obvias características de haber sido organizado y dirigido desde el exterior. No han dejado por fuera ningún detalle, desde la propaganda mediática internacional, criminal y masiva, hasta la introducción de elementos de “combate” nunca vistos en manifestaciones comunes y corrientes.

No dudamos de que a los muchachos que ponen a la vanguardia los muevan sentimientos de amor a su país. A ellos los criaron bajo la convicción de que el chavismo estaba destruyendo su patria. Han sido manipulados desde pequeños. Lo lamentamos por los padres que cometieron semejante desatino de involucrar mentes frescas en su alienación.

Pero la retaguardia es la realmente peligrosa. El movimiento subversivo del fascismo, que amenaza a comerciantes para que no abran las puertas, que incita a marcar las casas de quienes los adversan, que circulan por tuiter los nombres, fotos y direcciones de militantes chavistas en distintas ciudades; panfletos que incitan a la cacería y que están siendo repartidos a todo lo ancho de la geografía nacional. Eso es lo que verdaderamente tiene que preocuparnos y movilizar a los organismos de seguridad. Es la campaña de amedrentamiento más peligrosa, porque mientras unos tiran piedras y ponen barricadas para distraer y llamar la atención, estos actúan en la clandestinidad, bajo el cobarde anonimato, con órdenes que les llegan de fuera pero con un peligroso contingente de paracos (léase bien, paramilitares colombianos) dispuestos a servir de verdugos. La parte más tenebrosa de esta guerra circula por las redes y se ejecuta en persona. Es a ellos a quienes el Estado tiene que perseguir primero.

Los otros se desgastarán solos.


Periodista
 Mlinar2004@yahoo.es

 



 Mariadela Linares

 

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