Por Antonio Aponte
En
días pasados conocí a los hijos morochos de una pareja amiga, dos
niñitos de un año y medio, hermosos como todos los niños. Tienen una
mirada fija, escrutadora. Aquellos grandes ojos, en su inocencia, me
interrogaban.
En
la noche me desvelé, aquellos ojos de niño me preguntaban por el mundo
que les dejaremos cuando la rueda de la vida gire, inexorable, cuando ya
no estemos.
¿Cómo
nos recordarán? ¿Como aquellos que fracasamos en detener el deterioro
de la naturaleza y del humano? ¿Nos culparán de ese mundo hostil que les
tocará vivir, donde el hombre será cada vez más una especie forajida,
desorbitada de la armonía de la vida, su asesino, transformador del
planeta azul en cloaca de su insensatez? ¿De ese mundo donde los buenos
serán exterminados y la sobrevivencia autorice cualquier inmoralidad?
¿Un mundo sin ética, sin más reglas que la voracidad de sobrevivir para
morir y matar?
¿O
nos recordarán como aquellos capaces de sobreponernos a lo inmediato, a
la pelea mezquina, al aplauso vano, al halago que enceguece, al miedo, a
la codicia, y tuvimos el desprendimiento, el coraje, de fundar un mundo
para ellos donde puedan vivir sin miedo de sus semejantes, abrigados
con el manto de “todos por el bien de todos”?
Un
mundo del futuro, que a veces se asoma al presente, hemos visto. Lo
hemos vivido en aquellos instantes en que el altruismo aflora, cuando lo
espiritual y la fraternidad son la regla, cuando uno da la vida por
salvar al otro. O cuando un pueblo entero detiene a los no-humanos que
avanzan con el fascismo en ristre. O cuando una madre amamanta al hijo, y
llora junto a él la pérdida de un juguete, o acompaña al otro que tiene
miedo en medio de la noche.
Un
día, en su futuro, saldrán a la montaña y el sol los calentará, y nos
agradecerán porque aún exista el planeta, porque no lo dejamos sucumbir
en la avaricia de unos pocos. Una tarde, caminando por las calles de las
ciudades, la gente los saludará con una sonrisa. Una mañana de sol
radiante, yendo al trabajo que los eleva como humanos, nos dedicarán una
poesía, agradeciendo por ese mundo donde todos pueden ser poetas y
todos trabajan de acuerdo a sus capacidades, para que todos reciban de
acuerdo a sus necesidades.
Así
será, Martín, Sebastián, lo prometemos. No dejaremos que a ustedes, a
los niños del futuro, les arrebaten el mañana, daremos todo por defender
su porvenir. Y nuestra felicidad, nuestro orgullo, será tener la
oportunidad de luchar por salvar a la especie, a la vida, por ustedes…
aceptamos el reto y vamos con alegría a fundar la humanidad del amor.
¡Socialismo sociedad del amor!
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