jueves, 20 de marzo de 2014

Reflexiones para la construcción de una ciencia política emancipatoria: Pensamiento político y ciencia política (I)

¿Por dónde iniciar?

El desarrollo del pensamiento político es tan antiguo como la conformación de la sociedad misma y su necesidad de organizarse para la convivencia. Definir a la política como ciencia, con autonomía de la ética, la religión y la filosofía, solo fue posible que se desarrollara en un contexto histórico moderno. Los acelerados cambios ocurridos en el desarrollo de la ciencia y la tecnología al servicio de intereses particulares de algunas élites que ostentan el poder económico en el mundo, aunado a la impresionante división del trabajo que ha impuesto el capitalismo a nivel internacional, ha intensificado la alienación del trabajo humano en sociedad y obligado al debate del carácter científico de determinadas área del conocimiento.
En este marco cobra importancia la posición con respecto a la ciencia política como arma de dominación o de liberación de la especie humana. Más allá de su carácter científico o no, los resultados de la ciencia evidencian su condición de clase, que obliga a colocar en duda la utilidad de ese conocimiento en beneficio de las mayorías explotas y oprimidas por este sistema.
En esta etapa de la revolución es vital reflexionar críticamente sobre la praxis revolucionaria para la transformación socialista en la Venezuela bolivariana. No existen manuales que nos indiquen el camino a seguir. En ninguna parte está escrito cómo hacerla, sólo sabemos que es un producto histórico, profundamente creativo y democrático. De allí, que consideremos imperativo la construcción de una ciencia política emancipatoria. Una ciencia de y al servicio de las clases explotadas y oprimidas para su liberación. Una ciencia que integre conocimiento histórico y teórico con la reflexión-acción de experiencias de colectivos en lucha por la construcción del socialismo.
Por razones estrictamente metodológicas de exposición, hemos estructurado este trabajo en cuatro partes: (1) Pensamiento político y ciencia política, (2) Ciencia política para la reproducción o la emancipación, (3) El sujeto político emancipado, y (4) Ciencia política y praxis revolucionaria. En esta primera parte hablaremos de pensamiento político y ciencia política, para disertar en esta diferencia sustantiva desde la perspectiva de un cambio radical, que coloca en evidencia la imposibilidad de la neutralidad científica en una sociedad de clases.

Pensamiento político y ciencia política

Sólo la experiencia está en condiciones de corregir y de abrir nuevos caminos. Sólo una vida llena de fermentos, sin impedimentos, imagina miles de formas nuevas, improvisa, libera una fuerza creadora, corrige espontáneamente sus pasos en falso.
Rosa de Luxemburgo

En la historia del pensamiento político, tanto antiguo como moderno, se ha demostrado un gran interés por profundizar en el conocimiento y comprensión de la convivencia humana, con distintos marcos éticos, religiosos y filosóficos. Sin embargo según Cerroni, no es sino a partir de la obra de El Príncipe, escrito por Maquiavelo en 1513, cuando se comienza a tratar como objeto la ciencia política[1]. A partir de esta obra, se evidencia una radical diferencia estructural en el discurso y en las argumentaciones en el pensamiento político de importantes autores que son referencia innegable en la actualidad.
Para definir la política como ciencia es fundamental hacer la precisión de que en la construcción de las ideas, dentro del área de las ciencias sociales -cuyo objeto de estudio es el sujeto social- los límites entre una y otra ciencia, los establecerá el tipo de relaciones que se empleen para explicar, interpretar y comprender los hechos, fenómenos y procesos sociales. Las ciencias sociales constituyen en sí, un campo integrado de conocimiento que en momentos resulta inseparable y, en otros, bien diferenciado entre lo que puede ser una disciplina[2] o una ciencia con un objeto bien definido. En el primer caso, se asume la confluencia de muchas ciencias para establecer la relación de integración entre teorías y prácticas, como podrían ser la educación, la salud o la ingeniería. Mientras que para el segundo, parecería que se ha impuesto históricamente una lucha metodológica para separar lo inseparable, con el único propósito de profundizar en algo más particular y especializado, garantizando la autonomía del objeto de estudio. En este segundo caso, se puede delimitar entre sí, lo histórico de lo geográfico, sociológico, antropológico, jurídico, psicológico, económico y político, sin que con ello se niegue su complementariedad[3]. De allí, la dificultad para establecer los límites entre ellas.
Esta última reflexión parecería que solo surge en la ciencia contemporánea; luego de un dogmatismo, contrario a la naturaleza de la ciencia, y fanatismo cientificista, donde se negaba el carácter científico de muchas ciencias sociales y su naturaleza dinámica, cambiante y sistémica de tratar su propio objeto de estudio, con su método de conocimiento de la realidad. Incluso se atrevían a medirlo todo por separado, fragmentado y descontextualizado. Hasta para los sentimientos y las intenciones se desarrollaron instrumentos de medición cuantitativa, “con la precisión de un vernier” como única manera de ser reconocidos como ciencia y, por tanto, aceptado por los sectores dominantes[4].
A partir de los últimos tres o cuatro siglos, todos estos ámbitos del conocimiento humano han luchado para ser reconocidos como ciencia (incluso en contra de su propia esencia) ya que la revolución industrial trajo como consecuencia el acelerado proceso de imposición del conocimiento como arma poderosa de dominación para la reproducción del capital. Para incidir efectivamente en la dominación cada vez más masiva, las ciencias humanas comenzaban a ser “importantes e indispensables”. De allí el desarrollo impresionante del conductismo, para incidir “científicamente” en los comportamientos sociales. Se abría la era del desenfrenado desarrollo de la tecnología para el crecimiento constante de la acumulación de capital y el control bélico de todos los espacios geográficos y culturales; sobre todos los que poseyeran grandes recursos naturales y fuerza de trabajo barata. Este quiebre histórico, que cambió radicalmente la utilidad de la ciencia, terminó negando la naturaleza del conocimiento científico y su necesidad de servicio a la humanidad. Prácticamente la comunicación, la publicidad, el control y la resolución de conflictos sociales, incluida el cambio de estrategia en las confrontaciones bélicas, demandó un desarrollo particular de estas disciplinas, en la misma medida en que se internacionalizaba el mercado y se incrementaba la división del trabajo en la nueva dominación territorial. La deshumanización del trabajo humano va de la mano de la deshumanización de las ciencias de lo humano. En otras palabras, consideramos que la alienación del trabajo es la otra cara de la alienación de las ciencias humanas y sociales.
El conocimiento en general siempre ha sido un arma de dominación. Sin embargo, a partir del desarrollo de las fuerzas productivas, generada, planificada e impulsada, por el capitalismo en los últimos siglos, el conocimiento científico y tecnológico se convierte en el arma más poderosa empleada por los grupos de poder en el mundo, para preservar la hegemonía. Prueba de ello es que el desarrollo industrial concentrado que dio origen a las grandes ciudades, terminó convirtiéndolas en la negación de lo humano, en cuanto a calidad laboral y de vida en general, que niega la convivencia y dificulta la comunicación y movilización social para determinados sectores[5]. Estas grandes ciudades industriales atrajeron a grandes contingentes de trabajadores (as) con la expectativa de ocupación, que en pocos años terminaron formando los llamados cinturones de miseria. Esas poblaciones desplazadas en su mayoría del campo conforman en gran medida el cada vez mayor ejercito industrial de reserva (que incluye la demanda de trabajo en los servicios exigidos por ella de manera separada), que siempre serán insuficientes en cuanto a oferta de trabajo y su estabilidad en el tiempo[6]; lo que ha conllevado a una inevitable elevación del desempleo en estas ciudades y el incremento de la competencia entre dichos sectores.
Este desarrollo de las fuerzas productivas contrario a la naturaleza humana lleva en su esencia una contradicción: es controlada por una élite (los grandes grupos económicos) pero debe ser producida y manejada en la práctica, por cada vez más sujetos. De allí, la generación de mecanismos sofisticados para controlar “científicamente” a los científicos, a los intelectuales y los innovadores tecnológicos y trabajadores experimentados en general; bien robando o secuestrando el conocimiento o saber obrero[7] en la producción o convirtiendo a estos trabajadores y trabajadoras en asalariados calificados. Algunos con determinados privilegios que les haga sentir aliados al poder y que les facilite aceptar la sumisión; incluso asumen el rol de someter a otros defendiendo los intereses de los capitalistas. En muchos casos les dificulta comprender que tienen en sus manos y en sus mentes las armas para la emancipación y, por lo tanto, para su propia liberación y la de la humanidad. ¿Para qué y por qué se le entrega un conocimiento útil al que desprecia su utilidad y solo ve en él su valor de cambio como posibilidad de lucro personal?
Lo que hace que el conocimiento se convierta en mercancía, con valor de cambio y no de uso, es la relación de propiedad privada sobre este producto humano. En esta relación social el valor del producto en el mercado es cuidado para proteger el capital, independientemente de la necesidad que él satisfaga, en vez de favorecer a todos los sectores de la sociedad que la demanden[8].
El pensamiento político ha seguido su curso, con mayor o menor fuerza asociado o supeditado a la ética, la religión e incluso a la filosofía, pero la posibilidad concreta de que se aprecie como ciencia, dependerá de su autonomía con respecto a ellas y que el objeto de estudio se aborde con rigurosidad metodológica, de acuerdo al hecho o fenómeno en particular.
Cerroni afirma que
No es difícil constatar que, si se concibe a la ciencia política como una disciplina moderna, ello depende, en sustancia, del hecho de que se le atribuye la calidad de ciencia a un determinado modo de considerar y de tratar los problemas políticos y precisamente a la consideración de éstos como objeto autónomo y al estudio de la política como disciplina autónoma[9].
En una sociedad de clases, donde solo una élite ha tenido el privilegio de considerar y tratar los problemas políticos con un modo particular que garantice su hegemonía, por encima de cualquier consideración humana y social, es necesario calificar a quiénes definen tal carácter de autonomía del objeto y de la disciplina en sí, con respecto a otras ciencias y a la posibilidad de incidir en la realidad, con sus resultados, a favor de las mayorías excluidas socialmente. Lo realmente sustantivo cuando se quiere subvertir el orden establecido, apoyado en los resultados de la ciencia, no es garantizar la autonomía por sí misma, ya que esto exacerba el protagonismo y estimula la mercantilización del conocimiento, sino más bien se debe asumir una visión de totalidad concreta en permanente construcción, (siguiendo el pensamiento de Kosik) que impida el fraccionamiento del conocimiento generado por el capitalismo, así como la acriticidad y el ahistoricismo que desvirtúa y descontextualiza cualquier resultado o hallazgo científico. La autonomía que debe tener la ciencia, de la ética, la religión y la filosofía no hace que los resultados de la ciencia y la tecnología estén investidos de neutralidad. El sujeto que investiga no puede negar su propia subjetividad frente al objeto de investigación; y en cada apreciación, incluso al contextualizar los datos cuantitativos, lo hace a partir de sus valores, creencias, concepción del mundo y cómo éste se puede conocer.


[1] Umberto Cerroni, 1986. Introducción al Pensamiento Político. México: Siglo XXI editores.
[2] En el caso de las disciplinas se incorporan no solo varias ciencias sociales, sino algunas de las llamadas naturales.
[3] La tendencia actual en la nueva ciencia es que se unifican o integran algunas ciencias para asumir las investigaciones, en igualdad de condiciones o con las preponderancias de una de ellas; como por ejemplo la geopolítica y la psicología social, dentro del campo de las ciencias sociales, o la biofísica y bioquímica en las llamadas ciencias naturales.
[4] Lo más grave del exceso de cuantificación y la confianza absoluta de los instrumentos de medición es que niega al propio sujeto que lo aplica. Éste confía ciegamente en sus resultados aunque sean diferentes a la apreciación que pueda tener él, a partir de la experiencia de vida. Aún frente a la sorpresa de los resultados, termina aceptándolos como si el instrumento lo dominara y sometiera.
[5] La característica fundamental de estos grandes parques industriales es la posibilidad de incrementar la plusvalía y reducir los costos de producción asociados. Se utiliza como estrategia para responder a las confrontaciones reivindicativas de los trabajadores que produce el desmejoramiento sistemático de las condiciones y ambiente de trabajo, que en el “mejor de los casos” se responde con aumentos salariales ante el riesgo de vida y a la salud (bono de calor o bono de altura) y ocultando el sector perjudicado.
[6] El empleo temporal propio de las ciudades de acelerado crecimiento, genera una expectativa de alta migración y población flotante que termina incrementado el desempleo y subempleo.
[7] El conocimiento obrero surge del saber hacer; de la experiencia concreta para mejorar los procesos productivos y que permitirían, desde la perspectiva de éste, elevar la calidad del producto o de trabajo, reducir los riegos laborales o mejorar sus condiciones de trabajo. Cuando es robado o secuestrado por el contrario (el que explota la fuerza de trabajo) lo emplea para elevar la plusvalía, o lo oculta para impedir su implantación. Hay infinidades de denuncias de casos dramáticos, que han perjudicado incluso a todo un país o a la humanidad entera. Para que el conocimiento obrero se convierta en saber obrero, este debe ser aplicado a la solución de problemas concretos, que exige la existencia de un cierto nivel de control del proceso productivo, por parte de la clase obrera.
[8] Elizabeth Alves, 2013. Dialéctica del Saber Emancipador. Ruptura de reproducción del capital y valoración del Ser. Caracas: Editorial El Perro y la Rana. MPPC.
[9] Umberto Cerroni, 1986. Introducción al Pensamiento político. México: Siglo XXI editores.
 
Elizabeth Alves

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