domingo, 8 de noviembre de 2009

RABIETAS GODAS‏.


Luis Britto García


PELÍCULA IMPECABLE COMO OBRA DE ARTE

“Esta es una película peligrosa, mucho”, advierte a los timoratos J.R. Lovera de Sola refiriéndose a Zamora, tierra y hombres libres, cuyo guión tuve el honor de escribir para Román Chalbaud. Entre otros motivos de alarma, señala Lovera que “La película es impecable como obra de arte, dirigida por uno de los maestros de nuestro cine, en ella fotografía, edición y actuaciones brillan. Su historia está muy bien contada, apasiona a aquel quien (sic) quiere ver vivos los sucesos de nuestra historia”. Todavía peor, “la calidad de invención creadora es tal que hará creer a muchos que esta (sic) es la historia de Ezequiel Zamora”. Confieso ese crimen. Cuidado, pues, con obras de arte impecables, con historias bien contadas que apasionan y con calidad de invención creadora. Para la historiografía pitymantuana, calidad es peligro.



EL PANFLETARIO FEDERICO BRITO FIGUEROA

Pero, advierte Lovera, esta obra impecable constituye riesgo para la seguridad y defensa del mantuanismo porque se documenta en “el Zamora inventado por la historiografía marxista venezolana, en particular por el panfletario Federico Brito Figueroa (1922-2000)”. Patético es querer descalificar con un adjetivo una obra sólida, documentada, razonada, fundamental, que orientó la Historia venezolana por el rumbo imprescindible del análisis social, económico y clasista. Para la historiografía pitymantuana, hechos y argumentos son panfleto; adjetivos e insultos, demostraciones.



UN GARRAFAL ERROR HISTÓRICO

Si la tarea fundamental de la historiografía pitymantuana fue inventar una Historia de Venezuela que nunca existió, no debe asombrarnos que también falsifique un Zamora, Tierra y Hombres Libres distinto del verdadero. Así, con desenfado, Lovera miente: “Veamos: de entrada hay un garrafal error histórico. En 1846, durante los sucesos de aquel año, en que aparece Zamora en escena por vez primera, el presidente no era el general José Antonio Páez (1790-1873) como lo vemos en la película sino el general Carlos Soublette (1789-1870) quien nunca aparece”. Pero lo que “vemos en la película” quienes no usamos los espejuelos de la historiografía goda, es que cuando “aparece Zamora en escena por vez primera” la acotación explica: “LLANOS CENTRALES, 1840”. Si hubiera leído la Historia de Venezuela con más atención que las acotaciones de la película, Lovera se habría enterado de que Páez ejercía su segunda presidencia desde el 1° de febrero de 1839, y se hubiera ahorrado y nos hubiera ahorrado el garrafal error histórico y crítico de afirmar que cuando “aparece Zamora en escena por vez primera, el presidente no era el general José Antonio Páez”. Tampoco se afirma en la película que Páez ejerciera tal cargo en 1846. Si no incluimos a Soublette, fue porque, como reconoce Lovera, “No se nos escapa, claro, que el poder detrás del trono era Páez, el hegemón venezolano de la época”, y al contar veinte años de historia en dos horas tenemos que ocuparnos del amo del circo y no de los payasos. Por eso Antonio Leocadio Guzmán fue a negociar un acuerdo político con Páez, como es la verdad histórica y se representa en la película, y no con el decorativo Soublette. La historiografía pitymantuana atribuye al adversario sus propias equivocaciones.



LA MEDIACIÓN PACÍFICA

Si el primer yerro que el crítico advierte en la película es equivocación suya, imagínense cómo serán los demás. La historiografía pitymantuana es visionaria, en cuanto da por cierto lo que se imagina y sólo se imagina lo equivocado. Así, afirma Lovera que “Es una mentira señalar, como se hace en la película, que don Fermín Toro (1806-1865) llamó a las fuerzas norteamericanas a intervenir en nuestro país en 1848. Quien lo hizo fue Juan Manuel Manrique. Lo que pidió el mensurado (sic) Toro, en aquella hora aciaga, siempre como hombre de partido, fue la ‘mediación pacífica’, algo distinto a lo que se presenta en la película con la idea de maltratar el nombre luminoso del patricio”. Pero lo que figura en el guión de la película es justamente la lectura textual del escrito donde el “mensurado” Fermín Toro invoca esa “mediación pacífica” de Estados Unidos, pues ya sabemos cuán pacíficas son las mediaciones de ese país. Estamos seguros de que Lovera no tendría reparos en acompañar a Toro en su petitorio. De hecho, el mantuanaje suplicó y obtuvo la intervención de Estados Unidos para el cuartelazo del 11 de abril de 2002. La historiografía pitymantuana ve lo que se le antoja y escucha lo que le da la gana.



ERROR ENTRE LOS MUCHOS QUE HAY

¿Valdrá la pena seguir desmenuzando afirmaciones de un crítico cuyas sensaciones visuales y auditivas no son confiables? Sí, para demostrar que estas perturbaciones de la percepción obedecen a un sistema. Sigamos: “Antonio Leocadio Guzmán no estaba libre para el momento de las elecciones de 1846, ya había sido detenido. Por ello ni pudo votar, como se ve en la película, ni pudieron votar por él sus seguidores”. Pero en la película, justamente, lo que se visualiza es que Antonio Leocadio Guzmán no pudo votar, porque incluso antes de ser detenido se lo inhabilitó para elegir por una ínfima deuda de costas procesales. “Error, entre los muchos que hay a lo largo del film, es presentar a Zamora como el oficial que derrotó a Páez en ‘Los Araguatos’ (Marzo 10,1848). Quien lo hizo fue el general Pedro Cornelio Muñoz (c1795-1849), por cierto compadre de Páez. Zamora en ese momento solo (sic) fue nombrado para custodiar a Páez y conducirlo al presidio”. Pero el público que haya visto la película sin tapaojos godos recordará que lo que en ella hace Zamora, además de participar con brillantez en la campaña y recibir la rendición, es “custodiar a Páez y conducirlo al presidio”, actos históricamente comprobados. Alega Lovera que la consigna “hombres libres” no era motivo de lucha en 1859, y a renglón seguido afirma que sí “está en un manifiesto de Barinas de 1859”. Entonces, ¿Era o no era consigna de lucha en 1859? También reprocha Lovera el detalle de que el general Ramos supuestamente muera en Santa Inés. Pero el guión, y la película, lo representan fidedignamente como herido: “En los brazos de sus soldados, Pedro Ramos mira con angustia el sol, esperando el crepúsculo para escapar entre las sombras”. Los muertos no escapan. Cristo salva, la historiografía pitymantuana mata.



ESFUERZO SUPERIOR A SU CARÁCTER IMPULSIVO

Las descalificaciones suben de tono a medida que se ensañan contra el objetivo central de las rabietas godas, el General del Pueblo Soberano. La primera, representa a Zamora como esclavista, lo cual “está probado documentalmente”, pero sin presentar documentos. Dicho sea de paso, Bolívar tuvo esclavos, pero luchó por liberarlos. Alega Lovera que “es otro equívoco” mostrar a Zamora “organizando a los obreros bajo el monaguismo, tiempo que no creemos (sic) que se pueda pensar que existía (sic) obreros entre nosotros. Lo que habían (sic) era artesanos y campesinos”. En la película que vimos todos, y no en la que Lovera alucina, justamente se presenta a Zamora, como es la verdad histórica, organizando artesanos y campesinos. Reconoce Lovera que “Entre nosotros, en Venezuela, las ideas socialistas ya se divulgaban en 1848”, que Zamora estuvo suscrito al periódico El Patriota, donde se difundían, y que muchos de sus camaradas eran socialistas. Pero juzga que “Morton y Avril no pudieron convencer a Zamora de ninguna idea, incluso radical, porque como sentenció José Gil Fortoul (1861-1943): ‘Definir el ideal, ponerlo en contacto con la realidad, hubiera sido esfuerzo superior a su carácter impulsivo e impaciente”(Historia constitucional de Venezuela, t.III, p.157)”. Así, el turiferario legitimador de la dictadura de Gómez, el racista que explica por "circunstancias étnicas" y "propensiones naturales de las razas madres" incluso la popularidad de los versos de Abigaíl Lozano, sería juez de lo que Zamora pudo o no comprender. Por cierto, afirma Lovera: “Luis Rafael Caspers (c1830-1913), abuelo de los dos distinguidos hermanos Palacios Caspers, Antonia (1904-2001) e Inocente (1908-1996), ambos descendientes de Zamora”. Antes de que los distinguidos hermanos Antonia e Inocente vuelvan del otro mundo para reclamarle a Lovera, aclaramos que ambos son descendientes de la familia de Zamora, no de Ezequiel, a quien en todo el artículo se nombra por su apellido; y que esperamos que no hayan heredado su incapacidad de “definir un ideal”. Pues quien no comparte las rabietas godas no es “gente pensante”. Por lo cual insiste Lovera: “No entendemos como (sic) las falsificaciones de Brito Figueroa no fueron comprendidas por Brito García. A menos que el deseo fuera adular al César imperante, lo cual es más grave aún”. La afirmación es tan despreciable como quien la enuncia. Tan grave es mi deseo de adular, que como todo el país menos Lovera sabe, rechacé la presidencia del máximo organismo cultural; y hoy en día estoy vetado en la mayoría de los medios privados por no apoyar el cesarismo de Carmona. Pero el pitymantuanismo, ese síndrome de baja clase media desesperada por parecer baja clase alta, es incapaz de discernir otra motivación intelectual que no sea la adulancia. Cada pitymantuano juzga por su condición.



ESTUVIERON DETRÁS DEL ASESINATO

Afirma Lovera que “La muerte de Zamora no fue como se cuenta” en la película. Y a continuación, relata que Zamora recibió un balazo mortal, estando cerca de Guzmán Blanco y otro soldado. Es lo que el guión y la película representan fidedignamente, sin evidenciar quién disparó. La idea de que “tanto Falcón, además cuñado de Zamora, y Guzmán Blanco fueron los que estuvieron detrás del asesinato(sic)” se le ocurre a Lovera, y con él a todo el pueblo venezolano, quizá movido por la presunción de que el culpable de un crimen es aquél a quien aprovecha. Y por cierto, ¿por qué califica Lovera esa muerte, cito entre comillas, como “asesinato”? A confesión de godo, relevo de pruebas.



ANTICONSTITUCIOANALES E ÍRRITAS

El buen escribir acompaña el buen pensar. El estilo pitymantuano es tan impecable como sus razonamientos. Valiéndome del método de “Cortar y pegar” selecciono una apretada antología, para pasmo de estudiantes de Letras y deleite de sublimes del Taller de Lectura de la Lagunita:

“Lo (sic) bemoles de la cinta son muchos”

“Es esta (sic) una película peligrosa”

“hoy por el hoy”

“apasiona a aquel quien quiere ver”

“esta (sic) es la historia”

“Es por lo tanto una falacia presentarlo como contrario a la Ley de Abolición de la Esclavitud” (Zamora era partidario de esa Ley y como tal lo presentamos: falacia es representarlo como “contrario” a ella)

“y como adalidad (sic) de reformas”

“Practicado luego por el Libertador primero al conceder la libertad a sus propios esclavos, para dar ejemplo, y más tarde al abolirla en 1816” (¿abolir qué, la libertad o la esclavitud?)

“el mensurado (sic) Toro”

“Zamora en ese momento solo (sic) fue nombrado para custodiar a Páez” (¿Sería sólo para que Páez no estuviera solo?)

“tiempo que no creemos que se pueda pensar que existía (sic) obreros entre nosotros. Lo que habían (sic) era artesanos y campesinos”

“Para que haya obreros estos (sic) deben tener conciencia de tal(sic)”.

“No entendemos como (sic) las falsificaciones” (Lovera debería ejercitarse con el trabalenguas: ¿Cómo es que como poco coco? Como poco coco compro, poco coco como”)

“hizo un movimiento lateral hacia la derecha pero (sic) no estorbarlo”

“que quiso pintar Brito Figueoa o una especie de Lenin tropical que aquel mismo disfigurador de la historia” (Por lo menos no era “disfigurador” de apellidos)

“Y para ello hay que repasar la historia de las ideas políticas en Venezuela para tratar de llegar a la (sic) concepciones que tuvo Zamora: si es que tuvo alguna, cosa que parece ser lo único cierto” (¿Cierto que tuvo alguna o que no tuvo?)

Sobre los restos de Zamora: “Los verdaderos se perdieron en 1868, año de honda guerra en el país, días de la ‘Revolución Azul’, en el camino entre San Carlos, donde habían desenterrado los verdaderos en presencia de uno de sus sepultureros horas después de su asesinato, y Los Teques.” (¿Cómo podían perderse en 1868 restos que habrían sido desenterrados “en presencia de uno de sus sepultureros horas después de su asesinato”, el cual ocurrió en 1859? ¿Y por qué Lovera por segunda vez confiesa aquí que hubo un “asesinato”, después de haber sostenido que Zamora murió en acción de guerra? Como que lo traicionó el inconsistente).

“Aun (sic) no sabemos cómo se llama”(Aún sabe que “aun” se acentúa cuando se usa como sinónimo de “todavía”)

“una traspolación (sic) de los tiempos”

“revulicio mental”

“Todos (sic) las alteraciones hechas a la Constitución de 1999, que es la vigente, desde el Reforedum de diciembre de 2007, son anticonstitucioanales (sic) e írritas. La constitución vigente fue ratificada a fines de 2007 y esa decisión de voto popular en los (sic) único válido”.

(En verdad que no querríamos profundizar sobre “todos las” alteraciones “inconstitucioanales” (sic) a la Constitución de 1999, y menos sobre el “Reforedum”, en “los único válido”. Como que de nuevo lo traicionó el inconsistente)

“¡hay (sic) del pueblo, de la república, de la nación, que venera mentiras¡.”



Lo que “¡hay¡” es mucha falta de ignorancia, como diría Cantinflas. También falta de concordancia, de ortografía, de puntuación, de sintaxis, de lógica. Así como Lovera miente en cada párrafo, yerra en cada línea. Si estos errores se deben a una secretaria, debería despedirla. Si son suyos, debería despedirse él. El estilo es el hombre, decía Buffon. El galimatías gramatical se corresponde punto por punto con el ideológico. Intentó matar la historiografía marxista, y sólo asesinó el castellano. El texto de Lovera debería ser de uso obligatorio en el Área Tres de la Escuela de Letras para ejercicios de detección de gazapos. No le perdono que haya logrado despojarme de mi honroso título de escritor más incorrecto de Venezuela. Pero hizo trampa: actuó en pandilla con los pitymantuanos que contrabandean como Historia el racismo positivista. Si tal es el estilo de la secta, comprendemos por qué estaban tan deplorablemente redactados los manifiestos escuálidos y el acta de instalación de la dictadura de Carmona. A ver si al crítico le va mejor como guionista, y consigue escribir una “película impecable como obra de arte” en defensa de la esclavitud, el latifundio, el voto reservado para los propietarios, la desigualdad y el racismo: de todo lo que Zamora combatió a costa de su vida y todavía constituye el panteón de los excelsos valores del ideario mantuano. La historiografía pitymantuana no ve la verdad, no oye la verdad y sólo miente.



LA DICTADURA NECESARIA

Qué les parece. Siglo y medio se sentaron los historiógrafos pitymantuanos sobre la tumba del General del Pueblo Soberano para sepultarlo bajo lápida de silencio, y el hombre se les escapa y prende un debate en el cual han tenido que participar a regañadientes. Se solicita Guzmán Blanco con escopeta y Despotismo Ilustrado propios para arreglar esto. Pero –como reconoció el entrañable Jorge Olavarría en artículo donde sostuvo que para componer a Venezuela se requería medio siglo de Dictadura Necesaria de una mezcla de Juan Vicente Gómez con Guzmán Blanco- eso es hoy un poco difícil. Zamora los tiene locos.

http://luisbrittogarcia.blogspot.com/


No hay comentarios: