Hernán Mena Cifuentes.
Los fascistas tienen la desventaja histórica de ser poco creativos, por lo que cuando conspiran acuden al viejo precepto goebeliano, según el cual, “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, y eso es lo que hizo Álvaro Uribe Vélez al acusar a Hugo Chávez Frías de amenazar con la guerra con Colombia, falacia que por absurda no prosperó, haciéndolo quedar en ridículo. Su intento de destruir la imagen pacifista del presidente venezolano fue una maniobra dirigida a desviar la denuncia que éste hizo del acuerdo suscrito entre Bogotá y Washington que, junto con la cesión de las 7 bases militares a EEUU, entregó la soberanía de Colombia, confirmando una vez más Uribe su condición de cipayo del Imperio quien, obedeciendo a su amo, pretendió enlodar con sus calumnias al líder de la Revolución Bolivariana. Porque el comandante se convirtió en la presa más codiciada de Washington y su lacayo, al denunciar ese convenio que pone en riesgo la integridad territorial de los países vecinos de Colombia y la estabilidad de los gobiernos que conforman ese mecanismo de integración que es el Alba, proceso al que más teme EEUU por haber cambiado el mapa económico, político y social de la región, que dejó de ser su “patio trasero.” Para ello utilizaron a los medios mercenarios, que desplegaron una guerra de Cuarta Generación manipulando y tergiversando la verdad al presentar al Jefe del Estado venezolano como el guerrero que iba a invadir al país neogranadino en cualquier momento, calumnia a la que ninguna persona inteligente dio crédito, ya que el ejército venezolano, a diferencia del ejercito colombiano, jamás ha violado la soberanía de otro país, y mucho menos la de Colombia. Sólo una vez en su histórica y gloriosa trayectoria el Ejército forjador de libertades traspasó la frontera patria para liberar pueblos hermanos que vivían la esclavitud, como lo hizo en 1819, cuando, con Bolívar al frente, alcanzó las cumbres de los Andes tras la marcha prodigiosa que lo llevó, retando la lluvia, el frío viento de los páramos e insondables abismos, hasta Boyacá, donde venció el 7 de agosto de ese año al ejército realista para darle la libertad a Colombia. La oligarquía y la oposición golpista de Venezuela, tradicionales enemigas del pueblo y de la Revolución Bolivariana, se sumaron también, como apátridas que son, a la campaña emprendida por Washington y Bogotá contra Chávez, adoptando posiciones de vanguardia en la conspiración, mediante declaraciones que coincidían con las mentiras propaladas por sus cómplices del Gobierno y la burguesía colombiana. De repente, hubo un cambio súbito en el escenario geoestratégico y político en que se inscribía la conjura, que se devolvió como bumerang contra sus promotores al revelarse el contenido del acuerdo sobre los enclaves militares y de otros documentos dados a conocer poco después, con lo que quedó al descubierto el propósito belicista y de conquista de ese convenio denunciado por el Mandatario venezolano. Quedó así demostrado que nada es más absurdo y falso que acusar de guerrerista al líder de la Revolución Bolivariana, cuando es el régimen pitiyanqui de Uribe y su amo, EEUU, quienes promueven la guerra con ese acuerdo y con otros actos de injerencia y violación de soberanía que desde hace varios años vienen perpetrando en contra de la soberanía de Venezuela y otros países, como Bolivia, Ecuador y Nicaragua. ¿Es que acaso Uribe cree que se ha olvidado, sólo por citar algunos casos, que en mayo de 2004 fueron capturados en la hacienda Daktari, próxima a Caracas, 150 paramilitares que llegaron al país para asesinar a Chávez, miembros de esa horda de asesinos creados, financiados y armados por la oligarquía y el ejército colombiano, que con su ayuda masacraron a miles de campesinos e indígenas y socavaron las instituciones del Estado con el dinero de la droga'. ¿Que en diciembre de ese mismo año, los agentes del DAS, en complicidad con la CIA y un grupo de serviles policías ecuatorianos detuvieron en Quito al dirigente guerrillero de las Farc Simón Trinidad y lo llevaron a Colombia para luego extraditarlo a EEUU, donde fue condenado a 60 años de cárcel' ¿Que apenas transcurridos pocos días de ese cobarde y vil operativo injerencista, en enero de 2005 miembros del DAS secuestraron en pleno centro de Caracas a Rodrigo Granda y lo llevaron a Cúcuta y, que en su intento por ocultar tan abominable hecho, Uribe mintió diciendo que había sido capturado en territorio colombiano' ¿Que en marzo de 2008, el ejército colombiano con apoyo logístico de EEUU bombardeó e invadió el territorio ecuatoriano para matar al mítico dirigente de las Farc Raúl Reyes, a 24 de sus compañeros, a 2 estudiantes mexicanas y a un ciudadano de ese país hermano, en un flagrante acto de guerra y, como siempre, el mitómano de Uribe mintió al asegurar que el crimen había sido perpetrado en territorio neogranadino' Ahora, en el marco de la conjura de desprestigio contra Chávez y en su afán por desviar la atención de la condena unánime mundial por la entrega que hizo de la soberanía de su patria al Imperio yanqui al cederle los 7 enclaves militares, el cínico Uribe emitió este lunes un comunicado en el que acusa a Venezuela de amenazar con guerra a Colombia y su decisión acudir a la OEA y a la ONU para denunciar una amenaza que está muy lejos de ser real. En respuesta contundente al comunicado de Bogotá, y a la campaña mediática que lo acusaba de propiciarlo, Chávez expresó: 'Ahora me están acusando por todos lados que estoy llamando a la guerra. Lo que he llamado es a mi pueblo y a mis soldados a que nos preparemos más para defender a este país de la amenaza que significa 7 bases militares aquí mismo, en Colombia.” Mas adelante, al opinar sobre el anuncio que hizo en el comunicado de la Casa de Nariño, manifestando que Colombia se proponía acudir a la OEA y al Consejo de Seguridad de la ONU para denunciar la falsa amenaza, Chávez calificó la idea como un descaro y reiteró -por enésima vez- la denuncia que ha hecho ante el mundo sobre el peligro que representan para la región y para África la instalación de los enclaves militares yanquis en territorio colombiano. “Hay que tener cinismo para decir eso, una cara bien dura para que un Gobierno como el de Colombia, que le abrió Colombia a los EEUU para que instale 7 bases militares desde las cuales van a vigilar a Brasil, Argentina y al resto de Sudamérica y a África, porque ese es el objetivo de esas instalaciones, el cual está escrito en los documentos del Pentágono que nosotros hemos conseguido y los hemos reflexionado.” Como se recordará, el contenido de uno de esos documentos, titulado Estrategia Global de Bases de Apoyo, parte del Libro Blanco del Comando Sur de los EEUU, fue dado a conocer por Chávez para disgusto de Uribe y sorpresa del resto de los mandatarios que asistían a la Cumbre Extraordinaria de Unasur, celebrada en septiembre pasado en Bariloche. Una vez en conocimiento de ese informe que puso al descubierto la capacidad de alcance geográfico y los propósitos belicistas de las bases yanquis en Colombia, la mayoría de los jefes de Estado comprendió los motivos que llevaron al comandante durante la III Cumbre de Unasur, realizada en Quito semanas antes, a decirles: “Cumplo con el deber moral de alertar que vientos de guerra comienzan a soplar”. Eran vientos procedentes de Colombia, no de Venezuela. Seguro estaba el comandante del peligro que para la región significa ese convenio y así se lo hizo saber a sus homólogos sudamericanos, quienes en su mayoría rechazaron y condenaron el pacto colombo-estadounidense pese a que Uribe aseguró que la entrega de las bases a EEUU “no significa una renuncia o abdicación de soberanía” agregando con cinismo inaudito que son “una ayuda práctica contra el narcotráfico y el terrorismo”. Otro de los acuerdos mencionados en las declaraciones hechas esta semana por el comandante es el Documento Oficial de la Fuerza Aérea de EEUU, en el que se exponen las razones por la que solita la inversión de 46 millones de dólares para ampliar y acondicionar la base aérea de Palanquero, una de los 7 enclaves militares incluidos en el convenio suscrito con Colombia, que revela las verdaderas intenciones que hay detrás del mismo. “Palanquero, -señala en uno de sus puntos el documento- nos da una oportunidad única para las operaciones de espectro completo en una subregión crítica en nuestro hemisferio, donde la seguridad y estabilidad están bajo amenaza constante de las insurgencias terroristas financiadas por el narcotráfico, los gobiernos anti estadounidenses, la pobreza endémica y los frecuentes desastres naturales.”… “A confesión de parte, relevo de pruebas.” A pesar de haber sido acorralado por las evidencias, como el delincuente sorprendido en flagrancia que huye gritando: “agarren al ladrón” para evadir a la justicia, Uribe ordenó a su embajadora ante la ONU -tal como lo había anunciado en el comunicado del martes- denunciar ante el Consejo de Seguridad de esa instancia, las “amenazas de Venezuela del uso de la fuerza en contra de Colombia y otros aspectos sensibles”. No contó el taimado Mandatario con la respuesta que a esa ridícula, burda y extemporánea acusación daría Jorge Valero, embajador de Venezuela ante la ONU, quien la rechazó enérgicamente, a la vez que advertía a los miembros del Consejo que la presencia militar de EEUU “quebranta la convivencia pacífica entre las naciones, al crear una peligrosa realidad geoestratégica conducente a provocar un conflicto continental de grandes magnitudes”. Valero denunció igualmente la existencia de un plan expansionista del gobierno de EEUU, siendo Colombia el punto de enclave “de dominación política, económica, cultura y militar de todo el continente”, mientras Chávez reiteraba una vez más su vocación pacifista, ratificando su declaración de que en ningún momento habló de amenazar con guerra y que algunas palabras de la misma fueron sacadas “con pinzas” para acusarlo de guerrerista. Una vez abortada la conspiración y sin tener a mano (por ahora) otro pretexto para atacar a Chávez, a sus autores no les quedó más recurso que declarar su “tranquilidad por la claridad expresada por Chávez”, aun cuando algunos medios mercenarios, renuentes a aceptar el fracaso de la conjura, insisten en asegurar que con sus últimas declaraciones, Chávez “desistió de sus amenazas de guerra.” Al contradecir esa posición de la prensa asalariada del Imperio, un senador colombiano cercano al mandatario neogranadino dijo que “Uribe no considera las afirmaciones de Chávez como un “reversazo”, sino como un clima de más tranquilidad, que se puede seguir conversando, que se puede llegar a climas diplomáticos”, dando a entender con ello que lo que se busca por parte de Colombia es un “borrón y cuenta nueva.” Pero olvidar tan canallesca conjura no será muy fácil, porque Chávez se cansó de poner la otra mejilla cada vez que Uribe da la espalda a sus sinceros gestos de amistad y paz sustentados en la histórica hermandad que une a ambos pueblos, hijos de Bolívar, y se embarca en aventuras conspirativas como acusarlo de amenazar con la guerra a Colombia, de allí que en respuesta a esa ofensa tomó la decisión de congelar las relaciones comerciales con el país neogranadino. Si no que lo digan los golpistas venezolanos que trataron de destruirlo dando un golpe de Estado, desatando un sabotaje petrolero que paralizó el transporte de aire, mar y tierra y dejó sin Navidad a los niños de Venezuela y que intentaron asesinarlo hasta que se cansó, y desde entonces, en vez de poner la otra mejilla, cerró el puño y llevó ante la justicia a muchos de ellos, mientras otros, temiendo el peso de ley escaparon al exterior. Mientras tanto, el presidente de Brasil, Lula da Silva, ha propuesto un diálogo orientado de un acercamiento entre el líder de la Revolución Bolivariana y Uribe, que podría darse -según estima Lula- durante la Cumbre Amazónica, en Manaos, que tendrá lugar el 26 de noviembre, con el fin de fijar una posición conjunta de los países de la zona en la conferencia que sobre el Cambio Climático se realizará en Copenhague, entre el 7 y el 18 de diciembre. Allí volverán a encontrarse Chávez y Uribe, y en ese escenario de selva que posee la mayor biodiversidad y los recursos de agua, petróleo y gas más grandes del planeta, codiciados por un imperio que proyecta usar al país neogranadino mediante el Plan Colombia y 7 bases entregadas junto con la soberanía del país, como punta de lanza para la conquista de ese emporio, Uribe enfrentará la oportunidad de rectificar y Chávez el dilema de confiar o no de nuevo en él.
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