miércoles, 8 de julio de 2009

Anatomía de un golpe.


José Vicente Rangel


"La primera reacción ante el golpe de Estado en Honduras, durante la madrugada del domingo 28 de junio, fue de estupor. Y, al mismo tiempo, de calificarlo de locura", escribe en su página "El Espejo". La primera reacción ante el golpe de Estado en Honduras, durante la madrugada del domingo 28 de junio, fue de estupor. Y, al mismo tiempo, de calificarlo de locura. En ese momento se desconocía el desarrollo posterior de la aventura que confirmó la temeridad de los golpistas al violar la Constitución y elementales principios democráticos. Cuando se supo que el presidente legítimo de esa nación, Manuel Zelaya, había sido detenido en su casa y sometido a insólitos vejámenes -no solo para un mandatario investido de autoridad por el pueblo sino para cualquier persona-, y expulsado luego de su país, aumentó la sensación de que se trataba de algo demencial. "Regreso a la caverna", fue el calificativo que le dio al hecho el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, y agregó: "Las justificaciones legales de toda la trama son torpes. He oído al diputado Roberto Micheletti, nombrado presidente por el Congreso Nacional después del golpe para suceder a Zelaya, que la acción se debió a la orden de un juez, impartida a los mandos militares. Imaginen el tamaño de la artimaña. Un juez que da un mandamiento a quien no debe, porque el ejército no tiene funciones de policía más que bajo un régimen de ocupación, y menos puede ordenar a los militares que saquen de su cama a un presidente debidamente electo que goza de inmunidad. Solo usar esta coartada es ya una vergüenza". ¿Qué llevó a esa gente a lanzarse en una piscina sin agua? LA PREGUNTA La pregunta que uno se hace ante el grotesco desafío a toda norma jurídica y al orden internacional, es ésta: ¿Por qué los militares hondureños se atrevieron a dar semejante paso, y por qué un grupo de civiles lo estimuló? En la repuesta está la clave de lo sucedido esa madrugada y sus posteriores desarrollos. Tengo la certeza de que la acción contó con el apoyo tácito de poderes fácticos, tanto hondureños como transnacionales, y cuando escribo transnacionales me refiero, obviamente, a los diversos y encontrados niveles de la estructura de gobierno de los Estados Unidos. RETO A OBAMA El golpe en Honduras es el primer reto que enfrenta el presidente Obama. A mi modo de ver él está libre de sospecha. Su actitud, si bien al comienzo no fue categórica en la condena del golpe y no tuvo claro sentido disuasorio, no es menos cierto que difiere de las posiciones adoptadas por la Casa Blanca en pasados episodios con similares características. Ejemplo: cuando el golpe del 11 de abril de 2002 en Venezuela. Por consiguiente, es incorrecto desconocer la diferencia en esta materia entre Obama y Bush. UN PODER COMPLEJO Pero la complejidad del poder norteamericano, sus impredecibles niveles de decisión y el terreno minado que encontró Obama, obliga a un análisis a fondo de lo acaecido en Honduras. Tengo información acerca del estímulo a los golpistas por los efectivos y asesores militares norteamericanos de la Fuerza de Tarea Conjunta Bravo en la Base Soto Cano de Palmarola, que funciona en territorio hondureño. También sobre la conducta, al principio ambigua, del embajador de EEUU en Tegucigalpa, Hugo Llorens, procedente del Consejo Nacional de Seguridad -allí estuvo cuando el golpe del 11-A y el paro petrolero-, ocupando un cargo relacionado con los países andinos y reportaba directamente a Otto Reich y luego a Roger Noriega. Este funcionario trabajó como segundo del embajador norteamericano Aguirre en España, el mismo que durante el golpe contra Chávez puso en contacto a Aznar con Charles Shapiro en Caracas. EL FANTASMA Algo más. El fantasma de John Negroponte, el super agente de seguridad y mano derecha de Bush y de Dick Cheney, se mueve tras bastidores en la situación hondureña. Negroponte fue, como se sabe, embajador de EEUU en Honduras y allí montó un siniestro aparato militar y de inteligencia, razón por la cual se plantea su procesamiento por violación de derechos humanos. La relación del Comando Sur con la base norteamericana de Palmarola -funciona como sub comando- es estrecha, por lo que hay que evaluar la declaración que, inesperadamente, dio el general Douglas Fraser -nuevo jefe de esa fuerza-, horas antes del golpe contra la política de Chávez, precisamente el argumento más utilizado por los golpistas. LA TRAMA Cuando el embajador Roy Chaderton habló en la OEA en los tensos momentos que sucedieron al golpe en Tegucigalpa, deslizó un comentario con característica de dardo. Mencionó a Otto Reich, exembajador en Venezuela, operador del golpe del 11-A contra Chávez, frustrado comisionista en negocios con petróleo venezolano, de la misma sordidez de Noriega. Negroponte, Reich y Noriega son caimanes del mismo pozo: pertenecen al sector bushista más agresivo; carecen de escrúpulos y cuestionan -como piezas claves del establecimiento ultra reaccionario- la política de Obama. Respecto al caso de Honduras, la dureza con que los medios como Fox News y otros atacan al presidente y a Hillary Clinton, no tiene precedentes. Hay que agregar que también circula la información sobre el intento de dos altos funcionarios del Departamento de Estado de Estado -según la fuente, James Steinberg, segundo de Clinton, y Tam Shanon- que ante la noticia del golpe advirtieron al personal de la embajada en Tegucigalpa y a los mandos de la Base militar norteamericana no involucrarse, pero el esfuerzo resultó inútil. APUESTA CALCULADA No es descabellado afirmar que el golpe en Honduras es algo más que un acto temerario del grupo de civiles, militares y dueños de medios de esa nación. Equivale a una apuesta calculada para evaluar la capacidad de reacción en la región y saber hasta dónde es posible llegar por la vía extraconstitucional, escalar a otras naciones, y golpear el proceso de cambio en la región. En la mira están Ecuador, Bolivia, Nicaragua, una Argentina aparentemente en crisis luego del reciente resultado electoral y donde ya se habla de desestabilización; y otros blancos en la propia Centroamérica, donde el sismo hondureño puede tener réplicas en vecinos como Guatemala, El Salvador. Y por supuesto que otro blanco es la nueva política del presidente Obama respecto a Latinoamérica. CHÁVEZ, OBJETIVO CODICIADO Pero el objetivo más codiciado es Venezuela. El país tiene el privilegio de ser la primera víctima del formato golpista que ahora se repite en Honduras. Por la reacción de la oposición venezolana, que da nausea, se puede concluir que persiste el riesgo de hace siete años. Esta oposición no aprendió aquella lección; al contrario, se muestra jubilosa por lo que pasa en Honduras. Nunca desistió de sus propósitos antidemocráticos y está a la caza de otra oportunidad. Si hubo fundadas razones para dudar de su discurso, su actitud desvergonzada ante un hecho condenado por unanimidad en el mundo, que barre derechos fundamentales; que detiene, asesina y arremete contra la libertad de expresión, disipa las dudas y cierra la puerta del diálogo. Con los que practican una política forajida, inescrupulosa, y secundan aventuras golpistas, no hay -ni habrá- entendimiento posible. Otra vez la oposición venezolana se quita la máscara y muestra su verdadero rostro.

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