Hernán Mena Cifuentes
En estos días, mientras en Honduras el Imperio y sus vasallos atentan contra la democracia con un golpe de Estado, el mundo entero, en contraposición a ese intento de retorno a la barbarie, celebra otro año más de un hecho que significó un avance en la historia de la medicina al erradicar mezquinas prácticas que hacen de una especialidad de ese apostolado un negocio convirtiéndolo en vulgar mercancía. Y es que hace cinco años, por estos días, se inició en Cuba y Venezuela una revolución en el campo de la oftalmología, gesta que habría de propagarse como el fuego por el mundo entero a pesar de la ofensiva de silencio desatada por los medios mercenarios al servicio del Imperio para impedir que se conociera y que se extendiera esa obra solidaria y humanitaria conocida como la Misión Milagro. “Milagro” según el DRLE, es un “hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino”, o “algo que ha ocurrido cuando parecía imposible que ocurriese” y, algo parecido a eso es lo que ha sucedido con la “Operación Milagro”, sólo que no se trató de un evento sobrenatural, sino de una obra humana emanada de la indeclinable voluntad humana que poseen sus propulsores, Fidel Castro y Hugo Chávez. Su origen se remonta a julio de 2004, cuando la visión humanista del líder de la revolución cubana, viendo cómo millones de seres en todo el planeta vivían en un mundo de tinieblas, víctimas de discapacidades visuales curables, pero que debido al alto costo de la intervención quirúrgica y escasez de centros de salud especializados, hacían virtualmente imposible su acceso, por lo que decidió buscarle una solución viable y esa fue la Operación Milagro. Fidel y Chávez, a pesar de estar conscientes de que una tarea de esa magnitud exigía de un extraordinario aporte en materia de recursos humanos, pecuniarios y de infraestructura, sabían que no obstante debía implementarse cuanto antes si se quería enfrentar con éxito un problema que requería de una solución impostergable, por lo que la Operación Milagro comenzó enviando a Cuba a miles de venezolanos para ser operados en la isla de la libertad. Aquello fue un gran éxito, y ambos presidentes, tras constatarlo, decidieron, no obstante el titánico esfuerzo que ello significaba, ampliar la misión Milagro en respuesta al clamor de los pueblos de América Latina y el Caribe y del resto del planeta que tras conocer de sus bondades, vieron en esa operación un rayo de esperanza, esperando que sus hijos afectados por enfermedades de la vista fueran incluidos en ese operativo humanitario. Fue entonces cuando entró en acción la nefasta campaña mediática, cuyos autores creyeron en principio que se trataba de una operación limitada y de escasa trascendencia y significado, por lo que ocasionalmente publicaban breves notas aisladas, perdidas en páginas de diarios y revistas, o en espacios de radio y televisión, pero más tarde, viendo cómo la Misión Milagro rompía esa barrera de ignominia, recurrieron a maniobras más siniestras. No podían aceptar los fascistas, que aquel ejército de médicos cubanos que avanzaba a lo largo y ancho de tres continentes hasta llegar a cerca de 40 países, dispuestos a operar en África, Asia y América a centenares de miles de seres humanos que vivían en las tinieblas por padecer de graves afecciones como cataratas, glaucoma, estrabismo y otros males, lograran su objetivo, por lo que se dedicaron a sabotear la Misión Milagro. Entre los obstáculos puestos en práctica en el marco de esas maniobras, figuraban absurdas como ilegales medidas para impedir la salida del país a miles de pacientes seleccionados para ser operados en Cuba o Venezuela, los cuales son trasladados por vía aérea, alojados e intervenidos por especialistas, todo ello gratuitamente, y tras permanecer en recuperación acompañados de un familiar, una vez recuperada la visión vuelven a su país de origen. Otras miles de personas hoy son intervenidas por los médicos cubanos en sus propios países, pues es tanta la cantidad de pacientes, que no todos pueden ser llevados a Cuba o Venezuela, por lo que la Operación Milagro se trasladó a otras naciones, para devolverles la visión a los enfermos en su propia patria, muchas veces en medio de vicisitudes, carencias y otras limitaciones que enfrentan esos abnegados médicos en su tarea humanitaria y solidaria que llegan hasta los más remotos pueblos y aldeas del mundo para sanar a aquellos que habían perdido el don de la vista. Destaca entre esas operaciones, la realizada a un anciano boliviano afectado por cataratas, quien vivía abandonado, olvidado y en virtual indigencia en un barrio de la ciudad de Santa Cruz, quien una vez intervenido pasó a formar parte de los más de 110.000 pacientes del país del Altiplano que han recuperado la visión gracias a la intervención quirúrgica que le practicó un médico cubano de la Misión Milagro. Irónicamente, aquel hombre, era un ex soldado del Ejército boliviano, el sargento Mario Terán, el mismo que hacía 30 años, el 9 de octubre de 1967, asesinó en el interior de un aula de la pequeña escuela de la población de La Higuera, al legendario guerrillero Ernesto Che Guevara, a quien le disparó dos ráfagas de metralla, mientras yacía indefenso y gravemente herido en un banco escolar. Él mismo habría de narrar meses más tarde aquellos breves instantes que culminarían dando paso a la inmortalidad del guerrillero heroico. “Cuando llegué al aula, el Che estaba sentado en un banco. Al verme dijo: Usted ha venido a matarme. Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. Entonces me preguntó: ¿Qué han dicho los otros' Le respondí que no habían dicho nada, y él comentó: “Eran unos valientes.” Yo no me atrevía a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentí que se me echaba encima y cuando me miró fijamente, me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido, el Che podría quitarme el arma.” “Póngase sereno, -me dijo- y apunte bien, ¡va usted a matar a un hombre! “Entonces, di un paso hacia atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga…Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en el hombro y en el corazón. Ya estaba muerto.” Ironía del destino. El asesino de una de las más grandes figuras de la historia humana, el hombre que segó la vida del Che Guevara, el guerrillero heroico, volvió de las tinieblas de la ceguera gracias a la intervención quirúrgica que le practicó un medico cubano revolucionario. Otra de las estrategias ensayadas por los enemigos de la Operación Milagro en su esfuerzo por minimizar su imagen, ha sido el desarrollo de una que otra mínima campaña adelantadas por algunos laboratorios farmacéuticos transnacionales en complicidad con otras corporaciones y clínicas privadas, en las que se atiende a unas pocas decenas de pacientes, las cuales, son objeto de una amplia cobertura publicitaria por los medios mercenarios. Pero, ¿cómo comparar esa interesada campaña cínicamente disfrazada de bondad, con la solidaria y humanitaria misión Milagro, que hasta hoy ha devuelto la visión a más de un millón y medio de hombres, mujeres, niños y ancianos procedentes de naciones del planeta como Argentina, Angola, China, Bolivia, Colombia, Cuba, Estados Unidos, Guatemala, Nicaragua, Paraguay, Uruguay, República Dominicana, Portugal, Italia y otros países'. Algo imposible, porque quienes hoy tratan de ocultar esa obra humanitaria y solidaria que es la Misión Milagro, forman parte de esa manada de gorilas escapados de la jaula que asestaron un artero golpe de Estado contra la democracia hondureña, pretendiendo retornar a la barbarie sin tomar en cuenta que el mapa económico, político y social de América Latina y el Caribe y sus pueblos han cambiado y, nada ni nadie podrá frenar su arrollador avance.
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