Marbelys Mavárez (*)
Algunos militares de Honduras, su Congreso, Fiscalía, Corte Suprema y la iglesia se prestaron al juego sucio que vapuleó a la población de ese país y a sus instituciones. Un juego que podría traducirse en efecto dominó para el resto de las naciones hermanas… Así juega el imperio.
Todo comenzó con el propósito de llevar a cabo una consulta popular (no vinculante, ha reiterado Manuel Zelaya, presidente de Honduras) que redundara en el llamado a una Asamblea Constituyente, y a su vez en una nueva Constitución cónsona con los tiempos de esta época.
Sólo la posibilidad de otorgar más poder al pueblo se ha convertido en una pesadilla para el país de América del centro… Lo que antes del 27 de junio lucía como una manifestación real del pueblo hondureño de decidir más que elegir y de contribuir por lograr la transformación que necesariamente exigen los considerados aún, en pleno siglo XXI, países de la canela (como lo diría el escritor colombiano William Ospina), hoy se ha convertido en una nefasta expresión de la barbarie: hondureños apuntando a hondureños, militares pobres matando a civiles pobres, gente que en muchos casos no cuenta con los servicios básicos para vivir y que dentro de poco no contará con los insumos alimenticios para la subsistencia. Se trata de un pueblo que ha concientizado sobre su capacidad para acabar con el orden reinante, pero el verdadero poder ha socavado las bases de esa rendija liberadora.
En los últimos años los hondureños han alcanzado resultados positivos: crecimiento de 7% del producto interno bruto, superación de la pobreza extrema, se ha incorporado a los campesinos y a los pobres en general a las prerrogativas que ofrece el Estado (otorgamiento de créditos para el desarrollo de la agricultura, por mencionar sólo algunos logros… Han pasado algunos años con la gestión de Zelaya y la riqueza e inclusión ha comenzado a cobrar sentido para los olvidados de siempre… Con la llegada al poder de un cristiano llegaron los malos augurios para el poder perverso. Con la llegada de Zelaya llegaron malas noticias que provocaron reacciones en la derecha hondureña que esperamos nunca vuelvan a ocurrir.
Los días que precedieron el golpe de Estado, la relación pueblo-Presidente se presentaba como un binomio perfecto, pues el soberano ahora sabe que su vida puede cambiar en tanto que es sujeto protagónico de su existencia, que es él o ella quienes toman el control y las riendas de su transformación, sin dependencia o cualquier forma de subyugación. Esto tampoco gusta al poder perverso.
El sábado 27 de junio se había informado que la situación en Honduras era tranquila. Sin embargo, en la madrugada del domingo 28 un grupo de aproximadamente ochenta militares armados asaltaron la residencia del Presidente. No sé cuántos disparos atravesaron la puerta de la vivienda del Primer Mandatario hondureño, pero no fueron pocos. Tampoco sé cuántos atravesaron la puerta de su cuarto y la de su hija, la pichu. Sólo sé, a juzgar por las imágenes de Telesur, que no fueron pocos… Así actúa el imperio de la barbarie y la sinrazón.
Lo que ha ocurrido a Zelaya es, han señalado algunos expertos en estas materias, sólo comparable con lo ocurrido en Haití y Venezuela en el año 2002. En el momento en que esto escribo es 13 de julio de 2009. Hoy Zelaya ha dado un ultimátum: si esta semana los golpistas no salen del poder que han asumido por la fuerza, iré a Honduras por la vía que sea a rescatar el hilo constitucional y evitar que siga la represión sobre el pueblo.
De golpe en golpe
Es curioso, pero la historia de los golpes en Honduras es larga. Al triunfar la Revolución Sandinista en Nicaragua, el gobierno de Washington instó al coronel Policarpo Paz García a organizar elecciones libres en Honduras. Por cierto, Policarpo Paz llegó al poder a través de un golpe de Estado que le dio al coronel Juan Alberto Melgar Castro, quien a su vez asumió las riendas de ese país por un golpe de Estado al gobierno de López Arellano, tras ser acusado de aceptar el soborno de la United Brands (sucesora de la United Fruit Company)
En 1981 resultaba electo constitucionalmente Roberto Suazo Córdova. Suazo dio paso a la constitución de 1982, acompañada de una siniestra etapa de terror, búsqueda y eliminación de personas que militaban en la izquierda y que actualmente es tema tabú en la sociedad hondureña. En esos años lúgubres, el grupo Facusse propuso que Honduras se convirtiera en un Estado Libre Asociado de Estados Unidos (de forma similar a Puerto Rico)
Durante el gobierno de Roberto Suazo Córdova, Estados Unidos hizo de Honduras su base contra la revolución socialista de Nicaragua. La política de subversión destinada a derrocar al presidente nicaragüense Daniel Ortega continuó a lo largo del gobierno del "liberal" José Azcona Hoyo. Éste, a cambio de su colaboración con Estados Unidos, recibiría una ayuda financiera sin precedentes, la cual benefició más al estamento militar que a la maltrecha economía del país. Honduras seguiría siendo un país empobrecido, con altos niveles de pobreza.
La Constitución de Honduras del año 1982 (hoy vigente) pese a las serias observaciones que diferentes sectores de ese país pueden hacerle, es muy clara al señalar que se desconocerá todo gobierno que haya arribado al poder por la vía golpista y en consecuencia el pueblo podrá declararse en rebelión (Se sugiere leer los artículos 2 y 3 de la Constitución hondureña)
En 1990 se profundiza la praxis neoliberal en Honduras. Tanto como ocurrió en México en 1995, e incluso en Venezuela. Pues bien, ese año llegó al poder el "nacionalista" Rafael Leonardo Callejas. Y con él llegó también el Plan de Ajuste (o Reordenamiento Económico), que consagraba la aplicación de las teorías neoliberales de Milton Friedman. La economía entró en crisis; el serio déficit fiscal y comercial causó el empobrecimiento de la clase media. El descontento no se hizo esperar y en 1994 resultó electo el "liberal" Carlos Roberto Reina.
Las primeras elecciones del siglo XXI, se llevaron a cabo el 25 de noviembre de 2001. Dieron el poder a Ricardo Maduro, del Partido Nacional de Honduras, con 52,2% de los votos, contra el 44,2% de Rafael Pineda Ponce.
Durante su campaña electoral, Maduro había prometido grandes avances en la economía del país. Aunque el mandatario tuvo cierto grado de éxito durante el 2004 y el 2005; con crecimientos del producto interno bruto del 5% y el 4,2% respectivamente, sus promesas quedaron cortas. En el campo legislativo, Maduro se encargó de promulgar leyes en contra de la delincuencia y más específicamente, en contra de los grupos pandilleros. Y si bien estas propuestas fueron adoptadas por otros países, como Guatemala y El Salvador, estas leyes fueron declaradas inconstitucionales por el Gobierno del liberal Manuel Zelaya, quien planteaba que los altos niveles de violencia en el país eran de origen estructural; es decir, asociados a los muy bajos niveles de desarrollo humano o a la pobreza extrema vigentes. Por cierto, situaciones o escenarios en los que han contribuido de manera significativa los organismos financieros internacionales como el Fondo Monetario Internacional (En este sentido sugiero leer el libro “El malestar en la globalización, de Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, año 200)
En el 2006, Maduro le entregaba el poder al liberal Manuel Zelaya Rosales, vencedor con el 49,9% de los votos, el 7 de diciembre del año 2005.
Vuelta a la barbarie
El siglo XXI ha arrebatado las convicciones de siempre. En entredicho ha quedado la idea, casi ley universal, según la cual con la caída del muro de Berlín asistiríamos al fin de la Historia. Este siglo también ha acabado con la idea o convicción según las cuales a estas alturas no son posibles los golpes de Estado. Haití, Venezuela y ahora Honduras demuestran que los imperios no renuncian a sus métodos para lograr ser imperios: y en este sentido todo vale.
Noam Chomsky analiza la historia de algunos países de Centroamérica: “La regla histórica es ilustrada por el caso dramáticamente distinto de Centroamérica, donde los intentos populares de derrocar a las brutales tiranías de la oligarquía y el ejército chocan con una fuerza asesina…” (Chomsky; 2007: 48)
Ahora bien, ¿quién busca revertir el impacto que el gobierno en Honduras ha generado en los olvidados de siempre? Cinco poderes y un imperio. Lo primero, lo de los cinco poderes, ha quedado en evidencia. En lo segundo, –el papel del Imperio en todo esto-el método habla per sé de las maniobras usadas por el poder que es mayor que el de Obama. En todo caso, Obama es sólo un instrumento en esta historia. Aunque, ahora que lo escribo, esta última me parece una tesis ingenua.
(*) Periodista/ Trabajadora Social
marbemavarez@yahoo.es
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