domingo, 19 de julio de 2009

¡QUE FALLO!


*Gabriela del Mar Ramírez


El advenimiento de un nuevo liderazgo político para los Estados Unidos de América debería implicar la transformación de toda la estructura de un Estado que revela aspectos infamantes en materia de violación de derechos humanos. El presidente Obama rechazó públicamente la práctica de la tortura y avizoró la posibilidad cierta de cerrar la cárcel de Guantánamo, expresiones bochornosas de una política tan arrogante como imperial. Sin embargo un sistema oprobioso no puede ser desmantelado sólo por un hombre, sino por una sociedad consciente de los cambios que debe asumir. El fallo de la Suprema Corte de Estados Unidos que rechaza el recurso de revisión de los Cinco desenmascara el demacrado y familiar rostro del Tío Sam que el mundo contemporáneo rechaza. Las condenas injustas e infamantes recibidas por Ramón Labaniño, Fernando González, Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y René Gónzalez en Miami, bajo la presión y júbilo del antifidelismo local y el despropósito de mantenerlos privados de su libertad aún cuando las evidencias presentadas en juicio revelan que se encontraban en labores de inteligencia para neutralizar los insistentes ataques a la isla por parte de la comunidad anticastrista radicada en Miami nos dicen que falta mucho camino por recorrer para que Estados Unidos asuma el giro que el mundo le está reclamando. La posición oficial retrata de manera patética el desprecio por la verdad y justicia. Ya en el 2005 el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU declaró ilegal y arbitraria la detención de los Cinco y la Corte de Atlanta ese mismo año anuló el juicio y ordenó uno nuevo, siendo ignorada. En Cuba son conocidos como los “Cinco Héroes” por su entereza para tolerar tanta ignominia sin reducirse ante el poderío norteamericano que, sin embargo, se permite la libertad de elaborar informes de otros Estados sobre la situación de los Derechos Humanos. Hoy, la imagen de la justicia norteamericana evoca al arrogante cíclope, encolerizado y ciego buscando con sus manos a los pequeños que se atrevieron a entrar en su cueva y no a la elegante dama con una balanza en la mano y la espada justiciera en la otra que jamás se hubiera atrevido a mantener confinados a cinco inocentes.


* Defensora del Pueblo de la República Bolivariana de Venezuela

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