Aurelio Gil Beroes
Al capitalismo, como sistema económico-político, y a sus promotores, de aquí y de allá, no les ha bastado con generar la mayor suma de infelicidad posible a buena parte de los habitantes del planeta tierra y sus descendientes. Ahora, la irracionalidad que le es inherente en la producción y en el aprovechamiento de los recursos naturales y que ha generado desde hace por lo menos 130 años la protesta y rechazo de millones de hombres y mujeres en el mundo entero, debido a la exclusión y desigualdad que deja a su paso, comienza a cosechar descontentos, quejas y reclamos, de sectores que, incluso, lo han defendido. Se levantan por doquier voces de condena que van más allá de lo que han sido los explotados de siempre y los partidos de izquierda. Un ejemplo de ello es el máximo representante de la iglesia católica, el Papa Benedicto XVI, quien en su reciente encíclica “Caritas in veritate” (Caridad en la verdad), considera que la crisis económica mundial se debe al funcionamiento de “una economía sin ética y unas finanzas sin Dios”. Señala que la crisis capitalista actual “aumenta las desigualdades sociales, la pobreza extrema, el drama del trabajo precario e, incluso, pone en peligro la democracia”. El Papa ha dicho, con la fe puesta en el futuro: “ Hay que volver a tomar la ética y la dignidad humana como centro del desarrollo”. En consonancia con Benedicto XVI, aquí en Venezuela, a principios de junio, el sacerdote jesuita, Luis Ugalde, Rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), publicó un artículo titulado: ¿ Capitalismo antihumano?, que causó cierto revuelo en los sectores mas conservadores de la academia y la política. En él decía: “”La economía capitalista utiliza el individualismo y el 'interés propio' como una poderosa fuerza motora creativa, pero el ser humano no es puro individualismo y egoísmo, sino también solidaridad y amor”. “El capitalismo -expresaba Ugalde- tiene tanta fuerza productiva, que su capacidad destructiva es monstruosa e imparable por sí misma. La ley del más fuerte en la competencia trae la pobreza y la exclusión de los más débiles”. Y casi al finalizar, manifestó: “ Cuanto más exitoso el capitalismo, más eficaz la destrucción de las formas tradicionales de solidaridad, religión, de ética, de expresiones no económicas de la vida y de la dignidad humanas.” Interesantes reflexiones de quienes, del lado opuesto del marxismo, aprecian las consecuencias de la irracionalidad del sistema capitalista de producción y sus trágicos resultados políticos,económicos y sociales.
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