viernes, 10 de julio de 2009

La Suerte de la Fea la Bonita la desea.


María Esther Espinoza.


Reza un refrán “que la suerte de la fea la bonita la desea”, sin embargo, a nadie le gusta ser fea y menos en estos tiempos, en donde los cánones de belleza han cambiado. Ahora dicen por ahí que “no hay mujeres feas, sino mujeres pobres”, porque si tienes las posibilidades económicas puedes darte una “ayudadita” para mejorar tu físico.Es así que si se cuenta con los medios una cirugía plástica parece ser la solución. Pero también es el trauma para quienes no tienen dinero o para aquellas niñas a quienes sus padres no pueden complacer para cambiar su apariencia.El poseer un busto firme, unas nalgas paradas, un vientre plano, una nariz “perfecta”, un rostro sin arrugas es el ideal de muchas mujeres: Así están sus artistas favoritas, por las que "no pasan los kilos y mucho menos los años". No importa el precio que se tenga que pagar, ni los riesgos que puedan correr. Rostros desfigurados que perdieron su frescura natural, caras acartonadas. Bustos como si fueran cocos partidos a la mitad, pero eso sí sin moverse, sin sufrir las consecuencias de la ley de gravedad.
Mujeres que no cuentan con los medios económicos necesarios se siguen aplicando inyecciones de silicona prohibidas por la ley, aceite comestible o de autos que con el tiempo pudren su cuerpo, o van con charlatanes arriesgando su vida, todo por verse “más bonita”.Quién no recuerda a la llamada “matabellas”, que destrozó cuerpos, rostros y vidas de quienes le confiaron su belleza.Hay un boom de implantes mamarios en todo el mundo, una moda muy arriesgada y muy cara que ha atrapado a mujeres de entre 18 y 50 años. Según cifras de la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos de Estados Unidos, el número de mujeres que eligen el agrandamiento del seno aumentó de 32 mil en 1992 a 225 mil en 2002.[1]La publicidad sólo destaca las bondades estéticas sin informar sobre los riesgos: anestesia, heridas infectadas, ruptura o desplazamiento de implantes y embolias, entre otros.Todo se vale con tal de lograr su ideal de belleza, o el imaginario masculino que las prefiere “chichonas y nalgonas”. Lipoescultura, lipectomía, abdominoplastia términos que se han integrado a la medicina “de la belleza”. Realities shows de Estados Unidos hacen gala de las “bondades de la cirugía plástica”. Seleccionan a una persona que de acuerdo a ciertos cánones es fea y la convierten en una "maravilla". Esos programas convencieron a Claudia, una estudiante de odontología, de ponerse unas prótesis en los senos. Le llueven los consejos, algunos tratan de persuadirla, otras dejan ver su envidia por no poder hacer lo mismo. Ella asegura que “levantará su autoestima”.Paty y Laura están felices desde que se operaron, llaman la atención de los hombres y la envidia de las mujeres. Es un secreto a voces que sus cuerpos no son naturales, que ahí intervino la mano del hombre, ellas lo niegan, se sienten bien y “orgullosas”. Laura, después de ponerse implantes en los senos y nalgas, piensa “arreglarse la nariz”, “pero no se lo digas a nadie. Ya inventaré lo del tabique desviado”.Sin embargo, es algo preocupante que ahora las niñas ya no piensan en fiesta de 15 anos, ni un viaje a Europa, ni a Estados Unidos sino su operación de nariz, de busto o de pompas. Entre las chicas ricas ya no hablan de su más reciente viaje de placer, ahora presumen de las nuevas clínicas en el extranjero que se dedican a “esculpir los cuerpos”.Para algunas se vuelve una adicción, empiezan con la nariz, siguen con las líneas de expresión, los, senos, las nalgas y así sucesivamente, hasta donde el presupuesto les alcance.La cirugía de aumento empezó a practicarse en nuestro país a finales de los años 60, y junto con la rinoplastía (operación para restaurar la nariz) y la liposucción (aspiración de la grasa subcutánea), son los procedimientos estéticos más realizados entre mujeres de un nivel socioeconómico medio y alto. Las edades en que se realiza van de los 18 a 50 años de edad. El costo de una operación de colocación de implantes es muy variado, pero oscila entre 35 mil pesos a casi 100 mil pesos, dependiendo del hospital, del tipo de implante mamario y de los honorarios médicos.[2]En el país vecino la industria de la cirugía cosmética “alcanzó los 10 millones de dólares anuales, mientras que la industria de la dieta se situaba en 30 millones de dólares al año, en ese país se gasta más en productos de belleza que en servicios sociales y de educación”.[3]América es una mujer madura, guapa, desea operarse las “bolsas” de los ojos, “lo único que me hace falta es el dinero, una vez que logre juntarlo, claro que lo haré. Es un gusto que creo que lo valgo”. Su mayor trauma es la broma que le hizo en alguna ocasión su hermana: “Tanto te gustan las bolsas que hasta en los ojos las traes”.Primero el busto, luego, las nalgas, después la nariz y así sucesivamente, hasta transformarse completamente, no importa lo que cueste, “si eso me va a dar seguridad y me va a levantar la autoestima, lo haré las veces que sea necesario”, dice Ana María, una ama de casa que ya se ha operado varias veces.Inmersas en una cultura que avala los esquemas actuales de belleza, 90 por ciento de todas las mujeres han estado a dieta, alguna o algunas veces en su vida, a pesar de que generalmente fallan.Para los diseñadores la delgadez y la apariencia son valores fundamentales, la moda la dictan de acuerdo a sus modelos: cuerpos esqueléticos que pareciera que en cualquier momento se van a romper. Tallas tan pequeñas que no les quedan ni a las mujeres que tienen medidas promedio. Para Erika “es un trauma no encontrar en mi talla el vestido que me gustó”.“La respuesta a esta búsqueda irracional de juventud y belleza tiene fundamento en la construcción social de lo femenino, según la cual las mujeres son valoradas por su aspecto antes que por su intelecto y el cuerpo es un instrumento de seducción, como objeto sexual que da poder frente a los hombres y la sociedad”.[4]Mientras se continúe teniendo ese parámetro de belleza, la mujer continuará poniendo en peligro su integridad física. Para la filósofa estadounidense Susan Sontag “envejecer es más doloroso para las mujeres, porque la actividad principal de los hombres ha consistido en ser y hacer y no solo en aparecer, por lo que las exigencias hacia la imagen son menores y más tolerantes. Para ellos la apariencia física aceptable es una ganancia, mientras que para ellas es una condición que determina su autoestima”.[5]Notas:[1] Amalia Rivera, "Implantes mamarios. Fabricarse un cuerpo para los hombres llena de riesgos a las mujeres", en Triple Jornada, No. 74, octubre 2004.[2] Amalia Rivera, op. cit.[3] Miriam Ruiz, "Belleza y juventud, un espejismo de la autoestima femenina", en www.cimac.com[4] Miriam Ruiz, op.cit.[5] Ibídem.

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