sábado, 29 de septiembre de 2007

Por VTV: el Estado calla al pueblo

Néstor Francia

El pasado sábado tuvimos en el programa La Réplica a tres extraordinarios jóvenes venezolanos, Mery Franco, Víctor Suáez y Damián Alifa (ademas de Anahís Arismendi). Sentimos gran orgullo de estos jóvenes de entre 15 y 16 años, estudiantes de educación media, por la calidad de sus planteamientos revolucionarios, llenos de convicción y conocimientos. Nos llegaban mensajes de texto a nuestros celulares con la gente compartiendo nuestra admiración y entusiasmo por estas brillantes joyas que se están puliendo, esta generación de jóvenes revolucionarios que son el relevo que garantiza la permanencia y el crecimiento revolucionario de la Patria. De repente, se nos llama a uno de los acostumbrados y a veces innecesarios "avances de prensa", precisamente en medio de una excelente intervención de Damián Alifa. La razón: la condecoración, por parte del canciller Maduro, del embajador saliente de España. Ahí estaba ese señor con su banda cruzada al pecho, al lado de Nicolás. Era, por supuesto, un acto formal, desprovisto de toda urgencia noticiosa, políticamente intrascendente, a no ser por estas cosas de la diplomacia que obligan a montar esos tinglados donde suelen estar ausentes todo tipo de sentimientos verdaderos, pero que son necesarios, no lo dudamos. Seguimos grabando, seguramente para que el resto del programa se viera en la madrugada, con una audiencia mínima.
Debo decir que me sentí muy molesto, no tanto por mí ni por el programa, y ni siquiera tanto por los muchachos, que tienen la suficiente grandeza para comprender estos irrespetos y seguir adelante. Sí por el público, el más irrespetado. Pero sobre todo por la revolución, que está en medio de una Reforma Constitucional que tiene como corazón el reconocimiento del Poder Popular.
Se nos dijo que la interrupción había provenido como una instrucción de los responsables de prensa de la Cancillería. No se trata de andar buscando culpables, sino de lo que subyace en el fondo. Claro, si es eso así le recomiendo a mi amigo Nicolás que vaya revisando ese departamento y viendo a ver como está la formación y la conciencia política de quienes lo integran.
El problema profundo de esa situación reside en que el todopoderoso Estado, y sus funcionarios que hablan a cada rato por distintos medios, se toman la grosera atribución de acallar a nuestros jóvenes que tienen sólo contadas oportunidades de ser oídos por el soberano. Es el Estado imponiéndose, desplazando al pueblo y erigiéndose como el gran protagonista, cuando en realidad no lo es. Parece que aplauden mucho a Chávez, pero no lo escuchan. Porque si alguien ha dicho siempre en voz alta que el poder constituido tiene que ir cediendo espacios al poder constituyente es nuestro líder ¿Cuál es la importancia de ese acto formal para que sea interrumpida la voz del pueblo revolucionario? ¿Quién carajo ha dicho que el ex embajador español, con todo respeto, es superior o más importante que nuestros jóvenes? ¿Eran los discursos de ese señor y de Maduro más interesantes que esas voces nuevas, sorprendentes, frescas, comprometidas? Porque esa es otra cosa: si yo estoy viendo un programa en vivo y me lo interrumpen con aquel fastidio, seguro que me cambio de canal ¿Qué televisión es esa? ¿Por qué hacemos las cosas tan mal a veces?
No soy nadie para andar pontificando ni dictando cátedra de nada, pero al mismo tiempo soy también lo suficientemente alguien para no quedarme callado ante estos desatinos. Ojalá este mensaje llegue a mi querido y respetado amigo Jesús Romero Anselmi, a mi camarada desde los años mozos (él más que yo) Nicolás Maduro, al ministro William Lara, al presidente Chávez. Porque alguien debería comenzar a hacer algo para que cosas como ésta no sigan sucediendo. El camino de privilegiar al Estado sobre el pueblo es el camino equivocado. Por eso es que pienso que no basta con ganar el referendo e implantar la Reforma. Después hay que luchar parejo para que esas maravillas no terminen en letra muerta (asesinadas por la burocracia) y para que se conviertan en luminosa realidad.

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