miércoles, 19 de septiembre de 2007

Los enemigos de la Reforma Constitucional son los contrarrevolucionarios de siempre

Hernán Mena Cifuentes

En Venezuela se está librando una nueva batalla de la guerra que hace ocho años Washington declaró a la Revolución Bolivariana y a su líder el presidente Hugo Chávez Frías en su empeño por destruir un proceso inédito y pacífico que ha trascendido mas allá de las fronteras del país y cuyas metas son las mismas que inspiraron a Bolívar: la independencia, libertad e integración del pueblo latinoamericano y caribeño, sueño del Libertador truncado por el Imperio en complicidad con sumisos gobernantes, las oligarquías criollas y la Iglesia. La lucha, en la que Estados Unidos ha invertido cuantiosos recursos económicos y desplegado un ejército dotado de las más sofisticadas armas creadas en los laboratorios de la guerra sucia, está orientada a tomar y destruir “la plaza” de la Reforma Constitucional, proyecto baluarte de soberanía, seguridad geoestratégica, y reordenamiento territorial propuesto recientemente por el jefe del Estado venezolano a fin de consolidar los logros del proceso revolucionario y avanzarlo hacia nuevos horizontes de progreso. La idea de reformar 33 artículos de la Carta Magna venezolana, no es un capricho, ni mucho menos, “una maniobra de Chávez para perpetuarse en el poder”, como aseguran los enemigos del proyecto, sino, como aclara el constitucionalista y legislador Carlos Escarrá en un artículo publicado en el marco de la encomiable labor didáctica que realiza, orientada a dar a conocer la realidad venezolana mediante un lenguaje sencillo, alejado del riguroso y complejo léxico jurídico, se trata de una medida indispensable para consolidar la paz, seguridad, soberanía y desarrollo integral del país. “La necesidad de reformar la Constitución, -explica el jurista- obedece a la dinámica de cambios de paradigmas históricos, políticos, sociales, económicos y culturales, que requieren la adaptación del pacto social a la fase actual del proceso revolucionario, en la construcción de un modelo político inédito, mediante el desarrollo de un nuevo socialismo, adaptado a los tiempos actuales y fundamentado en el pensamiento de Bolívar. Por tanto, se hace necesario dotar al Estado, de los medios y herramientas que resultan ahora indispensables para la profundización y continuación de la tarea que comenzó en el año de 1999.” Por su parte, la estrategia de la guerra declarada a la reforma por los enemigos de la revolución bolivariana, que son los contrarrevolucionarios de siempre, se inscribe en la misma agenda conspirativa diseñada hace décadas, aun cuando utiliza nuevos mecanismos y métodos encubiertos, sustitutos de las cañoneras, ya que ahora despliegan portaviones, destructores e instalan bases militares para intimidar pueblos y suscriben leoninos tratados de Libre Comercio y acuerdos de lucha antidroga y ayuda económica para infiltrar a sus agentes desestabilizadores. A pesar de esos cambios, siempre está latente en las mentes de los gobernantes yanquis y de sus asesores, los “halcones”, la Declaración “de anti-principios y anti-valores del ex secretario de Estado de EEUU Henry Kissinger, uno de los criminales más grandes de la historia quien ante la inminente victoria electoral de Salvador Allende en Chile en septiembre de 1970 estableció con esa declaración, las bases de la política a seguir por Washington hacia todos los gobiernos progresistas surgidos en América Latina y el Caribe. “No veo por qué tenemos que quedarnos como espectadores y mirar cómo un país se vuelve comunista por la irresponsabilidad de su propio pueblo” dijo en esa oportunidad el entonces consejero de Seguridad Nacional de EEUU. Y de las palabras de Kissinger, el presidente Richard Nixon pasó a los hechos, recrudeciendo la campaña conspirativa desatada contra el proceso revolucionario chileno que culminó con el derrocamiento de Allende por Augusto Pinochet, quien hundió al país del Sur en una de las épocas más sombrías de la historia de América Latina, era en la que George W. Bush ha tratado en vano de sepultar a Venezuela, propiciando golpes, sabotajes petroleros, guarimbas, paros, boicot, reclutamiento de paramilitares para asesinar al presidente Chávez y ahora atacando una reforma libertadora. Sin embargo y, a pesar de sus fracasos, el Imperio persiste en la aplicación de su modelo golpista en los países cuyos gobiernos intenta derrocar desde hace tiempo, como es el caso de Venezuela y Cuba, empleándolo con mayor sutileza y menor intensidad hasta ahora, en Argentina, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, países sumados a la nueva realidad política y social de la región en pos del sueño de Bolívar y el ejemplo dado por La Habana y Caracas en su lucha por la libertad, independencia e integración latinoamericana caribeña. Entre las armas del arsenal que Washington que siempre ha utilizado en su guerras sucias, figura una legión de mercenarios provenientes de los más diversos estratos de la sociedad, pero unidos por los lazos de comunes intereses y ambiciones, todos orientados hacia un mismo fin, el de destruir por todos los medios a su alcance, todo proceso progresista que surja en cualquier país de América Latina, del Caribe y del mundo. Entre estos combatientes aliados del Imperio figuran ex presidentes, políticos e intelectuales, fauna de “cachorros” y de “perros falderos” que, en busca de una resurrección política, de un hasta ahora esquivo premio Nobel y de migajas económicas, acuden puntual a cumbres y foros de rimbombantes nombres, creados y financiados por Washington, para aplicar con sus débiles colmillos, dentelladas de inocuas calumnias y mentira a las ruedas de la caravana del líder de la revolución venezolana y a las de los nuevos procesos revolucionarios que surgen en la región. Son viva imitación de los cruzados enviados por los papas a la Tierra Santa, según se les dijo, para rescatar el Santo Sepulcro, cuando lo que se buscaba era abrir las rutas de las codiciadas especias a Europa, solo que hoy, el Nerón del siglo XXI busca apoderarse del petróleo, del gas, del hierro y del agua que abundan en América Latina y el Caribe y envía a Vicente Fox a Alejandro Toledo, a José María Aznar, a Mario Vargas Llosa, quienes, como muñecos sentados en las piernas del ventrílocuo imperial, acusan al mandatario venezolano de ser “un factor desestabilizador en la región.” Una de las armas que sí ha causado inmenso daño a los procesos revolucionarios en América Latina y el Caribe, al igual que lo hizo durante la conquista, contribuyendo al genocidio de millones de indígenas, ha sido la Iglesia católica, institución pro imperialista, responsable de la caída de la Primera República en Venezuela, cuando, al producirse el devastador terremoto de 1812 en una de las muchas conspiraciones que adelantó contra la independencia, sus sacerdotes, les aseguraron a un pueblo crédulo e ingenuo, que el cataclismo era un castigo celestial por haberse rebelado contra el rey impuesto por la voluntad divina. Washington, aprovechó esa secular inclinación contrarrevolucionaria de la Iglesia, para hacerla cómplice de muchas de sus tropelías en la región, como lo fue su participación en 1954, en el golpe de Estado contra Jacobo Arbenz, conjura que abrió las puertas a uno de los mayores genocidios de la historia que costó la vida a mas de 200 mil guatemaltecos, en su mayoría indígenas, cuando el arzobispo de Guatemala hizo traer a la capital, la imagen del Cristo de Esquipulas designándolo “líder de la cruzada cristiana contra el comunismo”, maniobra que contribuyó al derrocamiento del democrático mandatario. Reconocido es también el cómplice mutismo de la Iglesia católica ante las masacres cometidas por las dictaduras militares que asolaron en décadas recientes a Argentina, Brasil y Chile, naciones donde fueron asesinados miles de combatientes de la resistencia, junto con sus familiares que, después de sometidos a torturas fueron arrojados al mar desde aviones o enterrados en cementerios clandestinos, mientras sus pequeños eran entregados en custodia, a familias de los militares o de sus amigos, sin que se escuchara una sola voz de protesta por parte de los jerarcas de la Iglesia. Ahora, los jerarcas de la Iglesia retoman en Venezuela su secular papel conspirativo convertidos en falsos baluartes de una libertad y una justicia que nunca defendieron frente al atropello de regímenes pasados, como los cometidos por las dictaduras que asolaron al país y también durante la IV República, crímenes de lesa humanidad que jamás denunciaron y, hoy, uniéndose al coro de los enemigos de la revolución bolivariana, presentan como una amenaza a los derechos y libertades, la Reforma Constitucional propuesta por Chávez. Es la misma cantinela que entonan los empresarios usureros, los corruptos sindicaleros, los viejos e insepultos cadáveres políticos y politiqueros nuevos, financiados por el Imperio, propagando a los cuatro vientos “el inminente fin de la libertad de expresión, de la propiedad privada, de la libertad de cultos y de todos los derechos humanos existentes”, de llegar a aprobarse la Reforma Constitucional propuesta por el presidente Chávez. Es esa nueva batalla con su oleada de calumnias y mentiras como arma, con la que Washington pretende destruir el bastión que el mandatario venezolano decidió erigir para perfeccionar una Constitución considerada como una de las más avanzadas del planeta, a fin de consolidar el proceso que lidera y que avanza en busca de nuevos horizontes de progreso y de bienestar para el pueblo, el cual ha respondido a su llamado, apoyándolo y acompañándolo masivamente en su marcha hacia su aprobación definitiva en un referéndum que se estima tendrá lugar el próximo diciembre. Y como siempre, los medios privados al servicio del Imperio, participan en la lucha, disparando desde diarios y revistas, el veneno de la manipulación en sus páginas de información y de opinión, lo mismo que la radio y televisión privadas, solo que ahora, su acción devastadora de conciencias, carece del poder de penetración de antes, pues a su mensaje desestabilizador se opone hoy, una red de medios al servicio de los verdaderos intereses del país, llevando la verdad a un pueblo que ha adquirido conciencia ciudadana y política suficiente para analizar, descifrar y rechazar su mensaje conspirativo. En vista de esa nueva realidad política y social que vive Venezuela bajo el signo de una revolución humanista y solidaria cuyas metas se orientan a la construcción de un futuro mejor para sus hijos, la mayoría de los analistas y demás observadores que siguen paso a paso el desarrollo del proceso estiman que, cuanta conspiración se le ocurra diseñar y ejecutar a Washington, tendrá la firme y contundente respuesta de su pueblo, como la que han tenido en el pasado todas sus anteriores aventuras golpistas. Coinciden con la opinión de los observadores, los sectores y gobiernos progresistas de la región y del resto del Tercer mundo, que al igual que sus pueblos, ven en la Revolución Bolivariana y en su líder Hugo Chávez Frías, el ejemplo a seguir y el camino que habrá de conducirlos a su definitiva libertad e independencia para salir de los abismos de hambre, ignorancia, enfermedad y pobreza en que los sumieron durante siglos los imperios europeos y el imperio yanqui. Son los países que la explotación de su gente y el saqueo de sus recursos naturales convirtió en los llamados pueblos subdesarrollados, los que apoyan y confían en el triunfo revolucionario en esta nueva batalla que libra Hugo Chávez Frías contra EEUU y sus vasallos de la Iglesia, de empresarios usureros, de viejos cadáveres políticos y nuevos aventureros de la politiquería y sindicaleros, que pretenden impedir que se apruebe una Reforma Constitucional, que contra todos los obstáculos puestos en su camino será aprobada por el voto popular en el referéndum de diciembre de 2007. No obstante, y como lo ha advertido el presidente Chávez Frías, hay que mantenerse alerta para evitar cualquier nuevo intento golpista, en los pocos días que quedan para la celebración del referéndum, ya que la desesperación y frustración del enemigo, podría incitarlo a intentar otra aventura golpista, pero, como afirmó el ministro del poder popular para la Defensa, el general en Jefe del Ejército, Gustavo Rangel Briceño ha dicho claramente que, “candelita que se encienda, candelita que apaga”. Es la seria advertencia hecha a los conspiradores por un general del “Ejército venezolano Forjador de Libertades, ejército que, en una histórica batalla que el próximo diciembre cumplirá 183 años, venció bajo el mando de Sucre, en Ayacucho, al ejército imperial de España y que ahora, con Hugo Chávez Frías al frente, su Comandante en jefe, acompañado por el pueblo de donde provienen sus soldados, se apresta a vencer al Imperio yanqui y a sus lacayos, en este otro diciembre luminoso, aprobando la Reforma Constitucional, un paso más hacia la realidad del sueño integrador de Bolívar.

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