Hernán Mena Cifuentes
Sin darse cuenta de que asistía al inicio de una nueva era, la Era del Terror, el mundo presenció con estupor hace seis años por CNN las imágenes del infierno desatado en las primeras horas de la mañana del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Estados Unidos (EEUU), donde dos grandes aeronaves llenas de pasajeros se estrellaban contra las Torres Gemelas del World Trade Center (WTC), informando casi inmediatamente que otro aparato había embestido el Pentágono en Washington y que otro más caía a tierra en Pensilvania, ambos igualmente con pasajeros a bordo. Pruebas aportadas por científicos, periodistas y expertos en siniestros, sobre las verdaderas causas de esos atentados, una vez superado el “shock” causado entre los estadounidenses y en el resto de la población mundial, señalan que dichos eventos no habrían sido provocados por “terroristas islámicos”, como afirma la versión oficial, sino por el mismo gobierno de EEUU, como parte del macabro proyecto de dominación de conquista planetaria que persigue el Imperio, al que dio inicio con dos guerras inmorales, aprovechándose de la indignación que causaron esos hechos. Ese día marcaría un hito en la historia de la humanidad que, después de haber vivido siglos sobreviviendo a épocas marcadas por cataclismos naturales, plagas, pandemias, guerras antiguas y modernas en las que se mataba con mazos, flechas, arcabuces y cañones hasta llegar a la bomba atómica, se asomaba a una Era de Terror, signada por la ambición de un Imperio que para darle inicio habría cometido un crimen de lesa humanidad, inventando la más perversa de las imposturas, a fin de poner en marcha un siniestro proyecto orientado a lograr la conquista del mundo. Entre la abrumadora cantidad de documentos y argumentos presentados por quienes sostienen que el 11-Sep fue otro de los crímenes cometidos por EEUU sustentados en mentiras como excusa para atacar a otros países, como sucedió con el hundimiento del “Maine”, por lo que le declaró la guerra a España para adueñarse de Cuba, Puerto Rico y Filipinas o con “el incidente” del Golfo de Tonkin para bombardear y luego atacar a Vietnam del Norte, figura La terrible impostura, trabajo de investigación que bajo ese título realizó el escritor y periodista francés Thierry Mayssan. Mayssan describe con lujo de detalles, basado en los informes oficiales, la serie de contradicciones, fallas y abismos que presentan las versiones referidas a los atentados del 11-Sep, en una obra que hasta hoy figura en los primeros lugares de la lista de best sellers escritos sobre el tema y cuyas conclusiones no han sido desmentidas por Washington. Por su parte, Kevin Ryan, alto ejecutivo de Underwriters Laboratories (UL por sus siglas en inglés), empresa del mayor rango científico y tecnológico, encargada de garantizar la calidad de materiales y equipos utilizados por la mayor parte de la construcción, electricidad y otras importantes áreas de la industria estadounidense, quien certificó el acero usado en la construcción de las torres gemelas, aseguró en un informe redactado sobre el caso, refiriéndose al supuesto derretimiento de las columnas y vigas de acero de las dos edificaciones, por causa del calor generado por el incendio, que: “Esta historia simplemente no cuadra.” Aún más extrema e irónica, pero no por ello menos realista y sincera, fue la afirmación hecha por William Blumm en su libro El Estado delincuente, obra en la que dice: “Si yo fuera presidente (de EEUU) detendría definitivamente en sólo unos días los ataques terroristas contra Estados Unidos'. Ante todo, agregó, 'presentaría mis disculpas a todas las viudas, a los huérfanos, a las personas torturadas, a aquellos caídos en la miseria, a los millones de otras víctimas del imperialismo estadounidense. Luego, anunciaría por todos los rincones del mundo que las intervenciones estadounidenses en el planeta han terminado definitivamente”. Después, continúa señalando Blumm 'reduciría el presupuesto militar en por lo menos 90%, utilizando el superávit para pagar indemnizaciones a las víctimas. Sería más que suficiente. El presupuesto militar de un año, es decir, 330 mil millones de dólares, equivale a más de 18 mil dólares por hora desde el nacimiento de Jesucristo. He aquí lo que haría los tres primeros días como presidente de los EEUU”. Y finaliza el escritor diciendo: “El cuarto día sería asesinado.” Pero, no son únicamente Meyssan, Ryan y Blumm quienes desmienten esos informes, sino también lo hacen otros intelectuales, lo mismo que científicos, ingenieros, expertos en siniestros, como policías y bomberos y ex funcionarios de la Casa Blanca; los primeros basándose en pruebas en las que como el ejecutivo de la UL resaltan la propiedad de resistencia del acero al calor, utilizado en la construcción de torres del WTC y la imposibilidad de que se derritiera o cediera debido al fuego del combustible de las aeronaves que las impactaron, ya que éste no genera una temperatura tan alta como para provocar su derrumbe en caída casi “limpia.” Otro hecho que no tiene más explicación que la que sugieren quienes contradicen la versión de Washington, es la caída casi simultánea de una tercera torre, la Torre 7, próxima a las dos torres principales del WTC y, que a pesar de no haber sido impactada por ningún avión, se cayó como aquellas debido, según ellos, a una implosión similar a la que habría derribado a las dos torres gemelas, hecho que apenas fue mencionado por los medios que cubrieron el desastre. Revelador lo es, además, el resultado de la información suministrada inicialmente por la CIA (posteriormente corregida al conocerse el error de la misma), según la cual, tres de los once supuestos terroristas árabes, quienes de acuerdo con la versión oficial de Washington habrían participado en los atentados del 11-Sep como miembros del comando que iba en las aeronaves estrelladas, y que, lógicamente habrían muertos, pero que más tarde pudo determinarse que se encuentran vivos y gozando de excelente salud en sus países de origen. Pero, la conciencia planetaria ha reflexionado sobre las razones y causas de la tragedia y, a la luz de nuevas pruebas aportadas sobre los atentados que, aunadas a otros hechos como la agresión contra Irak y Afganistán, les permitió liberarse de la manipulación mediática dirigida a consolidar la versión, según la cual, los atentados fueron obra de los terroristas islamistas de Al Qaeda y, actualmente, las encuestas muestran que 53% de los estadounidenses creen que ese crimen fue obra del gobierno de George W. Bush, siendo mayor ese porcentaje en el resto del mundo. Ahora saben que la Operación Justicia Perpetua contra Afganistán para capturar a Bin Laden no tenía ese propósito, sino que era una “pantalla”, primera fase del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (Proyect for a New American Century), diseñado para adueñarse del mundo, ya que el país del Asia Central se presentaba como objetivo clave para el dominio de las rutas de los oleoductos y gasoductos que las grandes transnacionales construyen para llevar esos energéticos que abundan en la región hasta la costa mediterránea de Turquía y desde allí a Europa y EEUU. Saben que la inmoral guerra desatada por el Imperio contra Irak, tras asegurar que Bagdad poseía armas de destrucción masiva, no era más que otra de las mentiras imperiales utilizada como excusa para apoderarse del petróleo y del gas que abundan en esa nación y, desde allí, invadir y ocupar también el resto de los países del Medio Oriente, como parte de un plan orientado a asegurarse el dominio de las mayores reservas petroleras y gasíferas del mundo, para poder alimentar la maquinaria bélica con la que pretenden conquistar el planeta. Ahora saben que, empantanadas como están las tropas estadounidenses y las de sus aliados de la Coalición en Irak , al igual que las que junto con las de la OTAN ocupan Afganistán, el Imperio, en una apuesta irracional, busca evitar la inevitable derrota que les espera en ambas guerras, y que para ello piensan atacar a la República Islámica de Irán, en el marco de su insaciable sed de conquista. En caso de atreverse a lanzarse a tan demencial aventura, EEUU estaría cavando su propia sepultura, porque Irán no será el país pobre y desarmado que encontraron cuando invadieron y ocuparan a Irak y Afganistán, y que, no obstante, se levantaron de las ruinas en las que los dejaron los brutales bombardeos y ataques de misiles que las tropas yanquis lanzaron contra sus pueblos que, en un gesto admirable de heroísmo y valentía, mediante una guerra asimétrica de guerrilla, las ha acosado y diezmado a tal grado que no les queda mas que el recurso de una humillante retirada. Y es que Irán posee un ejército que es todo su pueblo, bien entrenado para resistir al invasor, porque, además posee algo que no tienen las tropas del Imperio más poderoso que haya existido sobre la tierra, como lo es su inmenso amor por la justicia y la paz, dones cuya preservación le han mantenido alejados de todo acto agresor, y sólo ha ido a la guerra cuando ha sido agredido y, por sobre todas esas virtudes, tiene algo más, un pensamiento ideológico-religioso que lo convierte en una fuerza indomable, capaz de triunfar sobre quien pretenda arrebatarle su libertad. Por eso, este 11-Sep el pueblo estadounidense y los del resto del planeta harán votos de amor y paz para que no vuelva a repetirse una tragedia múltiple como la ocurrida ese día en Nueva York, Washington y Pensilvania, en la que perecieron más de 3 mil seres humanos y, que un grupo de hombres ajenos a toda actividad o interés político, quienes hurgaron bajo las ruinas dejadas por las explosiones de esos atentados, llegaron a la conclusión de que fue el gobierno estadounidense, acostumbrado a mentir para desatar guerras, el verdadero autor de ese crimen de lesa humanidad. De hombres amantes de la paz y la verdad como Meyssan, Ryan y Blumm dependerá evitar que EEUU siga desatando guerras sustentadas en la mentira, como lo ha hecho a lo largo de la historia, porque sólo así, poniendo al descubierto sus terribles imposturas, se podrá poner fin a la Era del Terror que inicio después del 11-Sep, un crimen de lesa humanidad que cobró más de 3 mil vidas, y que, con la invasión a Irak y Afganistán, prolongación de esa infamia, ha multiplicado su mortal saldo hasta alcanzar 1 millón de muertes a manos del “Nerón del siglo XXI y sus “halcones” asesinos.
martes, 11 de septiembre de 2007
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