Foto: Referencial
La semana pasada, en pleno carnaval, Donald Trump celebró sus primeros 52 días de mandato como 47° presidente de Estados Unidos con un discurso de casi dos horas ante el Congreso. El texto del mensaje parece elaborado por un muy bien pagado guionista de cine hollywoodense, tan conservador como el personaje que lo leyera ante los representantes y senadores que componen el Parlamento gringo.
El tono del mandatario que –vale decir y, más aún, recordar– batió marcas de mentiras en su primer mandato: más de 25 mil, según el diario The Washington Post, llevó al auditorio al pasado, en un viaje imaginario que, seguramente, hizo que los políticos presentes y la teleaudiencia añoraran las administraciones de Teodoro Roosevelt o de Ronald Reagan. Pues el mundo, según Donald, está lleno de enemigos a los que hay que reducir, humillar y anular; y de espacios que hay que conquistar mediante el soborno, el robo o el arrebato. China, Canadá, México, los socios del Brics, la Unión Europea, entran en el primer grupo; y Panamá, Groenlandia y, otra vez, Canadá, calzan en el segundo.
Pero no solamente son sujetos de atención, de amenazas, ataques y medidas punitivas los Estados nacionales, sean satélites o rivales del país del terrateniente hipotecario, inquilino de la Casa Blanca por segunda ocasión. En su discurso, lanzó igualmente dardos en contra de inmigrantes –culpables de todo–, ambientalistas, defensores de la equidad, diversidad e inclusión, tanto en el gobierno federal como en el ejército y en el sector privado.
El recien creado Departamento de Eficiencia Gubernamental, dirigido por el magnate surafricano Elon Musk, se encargará de aplicar la motosierra (que le regaló el esperpento del neofascismo argentino, Javier Milei) para reducir la nómina del funcionariado estadounidense. Así lo señaló claramente en su intervención: “Cualquier burócrata federal que se resista a este cambio será destituido inmediatamente. Estamos drenando el pantano. Es muy sencillo: se acabaron los días en que gobernaban burócratas no elegidos”. Ya hay “cajitas felices” haciendo lo suyo en la CIA, el FBI y la Usaid.
Sería bueno conocer la opinión de los dirigentes opositores de la extrema derecha criolla, admiradora del señor imperial, sobre todos estos asuntos. También resultaría provechoso leer algo al respecto en los portales web que tanto espacio le dan a lo que queda de Vente Venezuela, Voluntad Popular o Primero Justicia. En fin, ¿cuál será la posición de esos políticos y medios de comunicación que recibían (o reciben) ayuditas del Departamento de Estado, de la UE o del Reino Unido, y que se presentan como defensores de casi todo lo que ahora niega su nuevo amo?
Alfredo Carquez Saavedra
alfredo.carquez@gmail.com
Caracas
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