domingo, 10 de diciembre de 2023

El monroísmo interno (4)

 LUIS BRITTO GARCÍA

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En diciembre de 1823 Estados Unidos se autonombra guardián contra nuevas injerencias o adquisiciones de territorio por potencias ajenas al continente americano, con la precisa intención de reservárselo para sí mismo.

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Apropiarse la mitad del Nuevo Mundo invadiéndolo con fuerzas de ocupación hubiera sido incosteable; así como imposible negar indefinidamente la concesión de derechos para los pueblos sometidos. La mejor solución para todos los imperios que en el mundo han sido es la de hacerse obedecer mediante autoridades locales títeres o cipayas, que presenten como voluntad nacional los mandatos foráneos.

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Así, se puede añadir un cuarto corolario a la mencionada doctrina: el del monroísmo interno. Tantas tropelías y abominaciones no hubieran podido imponerse en nuestros países sin la incondicionalidad de una Quinta Columna que opera de manera disfrazada, oculta, firme, inalterable y consecuente en contra de Nuestra América y a favor de la patria de Monroe. Bajo las más diversas máscaras y disfraces, un partido monroísta opera en todas nuestras naciones al servicio de la potencia del Norte.

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En lo estratégico, mientras huestes patriotas y milicias liberadoras forjan la soberanía, no tardan algunos gobernantes en uncir los ejércitos nacionales al Tratado Interamericano de Asistencia recíproca (Tiar), a enviarlos como Fuerzas de Intervención contra democracias de países hermanos, a educarlos en genocidio y represión interna en la Escuela de las Américas o el Comando Sur, a usarlos como ejecutores de masacres o de desplazamientos campesinos, o en algunos casos, a combatir bajo las banderas de la metrópoli en conflicto que sólo interesaban a ésta, como la Guerra de Corea. El Imperio dispone así de cuerpos armados que defienden sus intereses y no le cuestan un centavo.

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De igual manera, bajo proclamaciones de independencia y autonomía, se instala un monroísmo político interno atento sólo a imponer mediante los Poderes Públicos Nacionales las directrices del gobierno y el capital extranjero. Un monroísmo jurídico garantiza que las instrucciones imperiales sean convertidas en leyes de la República. Infames tratados contra la doble tributación exoneran a los capitales extranjeros de pagar tributos sobre las ganancias obtenidas en nuestros países. En convenios internacionales y contratos con empresas extranjeras se contrabandean cláusulas inconstitucionales que someten la decisión sobre controversias de interés nacional y de orden público interno a cortes, tribunales o juntas arbitrales extranjeras. Por esa vía ha perdido Venezuela la tercera parte de su territorio, y terminará perdiéndolo todo, en la medida en que acepte la decisión de órganos foráneos sobre materias atinentes a la soberanía.

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El monroísmo político es herramienta del económico. Desde las sesiones de la Unión Panamericana en 1899 intenta, mediante la “Unión Aduanera”, o cualquier otro subterfugio, convertir el hemisferio en un área de libre comercio para las empresas y mercancías imperiales, exoneradas de todo tipo de impuestos, dentro de la cual los gobiernos locales renunciarán a normativas proteccionistas de sus propias industrias y productos, de su naturaleza y de su fuerza de trabajo. Monroísta es la masiva subasta en baratillo de bienes y servicios públicos a empresas foráneas. Codicia el imperio nuestras áreas con recursos naturales, turísticos, comunicacionales y estratégicos; no vacilan los monroístas internos en asignárselas mediante concesiones incondicionales. Esta capitulación se impone en dos fases; la primera es conceder el “trato nacional” para las trasnacionales; la segunda es otorgar inconstitucionalmente para los capitales foráneos condiciones más favorables que para los capitales o empresas nacionales en materias tributarias, administrativas, laborales, sociales y ecológicas e incluso en la obtención de recursos naturales y de fondos aportados por Estados que financian así las condiciones más atroces de explotación extranjera.

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Gracias a esto el monstruo desarrolla una quinta cabeza; el monroísmo financiero. Políticas de restricción monetaria hacen casi desaparecer el circulante nacional, para forzar su suplantación por el dólar. Como los Estados que generosamente exoneran a las transnacionales de pagar impuestos se quedan sin ingresos, costean sus gastos encadenándose a una deuda eterna impagable con organismos financieros dependientes de la metrópoli. Ello conduce al endeudamiento eterno; éste, a los paquetes económicos con el Fondo Monetario Internacional, y éstos, a la rebelión social, tras la cual los monroístas se disfrazan para corroer desde adentro el nuevo poder que surja.

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Las estrategias mencionadas se legitiman e imponen por la vía pavimentada del monroísmo cultural. Algunas autoridades imponen en los programas educativos de Nuestra América patrones del mundo anglosajón, como el método de alfabetización global, los currículos de Primaria preceptuados por Rudolph Atkon que excluyen o minimizan el estudio de la historia, la geografía y la formación cívica nacionales, la enseñanza superior por semestres y trimestres, que dificulta la organización estudiantil, o la reserva de la educación superior para las clases privilegiadas mediante el pago de tarifas y matrículas preconizada por el Banco Mundial. Algunos países entregan concesiones sobre el espectro radioeléctrico -que pertenece al público- a monopolios transnacionales que operan como actores políticos internos. Descuida el monroísmo cultural ejercer la supervisión y vigilancia sobre infinidad de fundaciones y entes de todo tipo disimuladamente financiadas por capitales o agentes foráneos. Algunas de nuestras élites elevan sus modas a cultos, sus caprichos a dictámenes.

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Ninguno de nuestros próceres, desde Bolívar a San Martín, desde José Martí hasta Chávez, hubiera aceptado ni aplicado políticas monroístas. Ni un solo país ha sido beneficiado por ellas. Cada imperio trae consigo su monroísmo; la naturaleza de éste no cambia porque sea distinta la metrópoli. Monroe es Monroe, venga de donde viniere. Contra él, donde apareciere.


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