domingo, 23 de febrero de 2014

Quién quiere matar a López.

Tan afanada está la carne de cañón en prender una fogata aquí y otra más allá que no se han percatado de que están sirviendo de avanzada de un plan siniestro, macabro, del que ellos al final no serán más que tontos útiles. Capriles tiene razón cuando dice que esas marchas no tienen sentido, si no cuentan con el apoyo de las clases populares, las mayoritarias, los barrios, que permanecen indiferentes a sus llamados y fieles a su liderazgo chavista. Así, tenemos a Caracas dividida geográficamente: el Este violento y autoagredido y el Distrito Capital como si nada. Pocas cosas como esta retratan mejor lo que viene sucediendo en este país desde hace quince años: aquí se libra una lucha de clases.

Pero de todas las noticias que con violencia se han sucedido una tras otra en estos días, incluyendo inútiles muertes, vidas segadas por balas pagadas, hay una que intenta pasar desapercibida pero que esperamos que pronto sea develada. Si al momento de publicar estas notas ya se sabe, nos daremos por bien “tubeadas”. Si no, esperamos que pronto se conozca cuál era el plan para matar a Leopoldo López, quiénes lo dirigían; si es cierto que la trama venía de gente cercana políticamente a él, entonces tendremos la certeza de que el fascismo ha llegado a Venezuela, no solo en las ideas siniestras que rondan las cabezas de los jóvenes neonazis criollos, sino con organización montada, aparataje, “inteligencia” y planes concretos.

La sola sospecha de que aquí estén operando grupos paramilitares, asesinos asalariados capaces de realizar asesinatos selectivos entre población vulnerable, mujeres, niños y todo aquel que llame la atención para sembrar una pavorosa imagen sobre nosotros, es un tema muy serio que debe remover los cimientos políticos del país.

Ya no se trataría entonces de cuidarle la vida a Leopoldo López y a su familia, sino a la de todos los líderes opositores. A ellos les está prohibido morirse, incluso accidentalmente, porque ahí está el Pentágono y CNN cazándonos. Pero, más aún, se impone más que nunca proteger a los líderes comunales, a los sin nombre, a los colectivos, a los barrios, a los superbloques, blanco fácil del odio racial y clasista que los carcome pero que debemos repeler con la fuerza de las convicciones, de la unidad y de una férrea conciencia ideológica. 

 

 

Periodista
 Mlinar2004@yahoo.es

 Mariadela Linares

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