Rosa Natalia.
Luego de 30 años de una política que desafiaba las estructuras tradicionales del capitalismo, Gadafi decidió que era tiempo de llamar a la paz y distender las relaciones con EEUU e Israel. Abandonó su apoyo a los movimientos revolucionarios para distanciarse de cualquier mancha “terrorista” y se concentró en mantener buenas relaciones con Occidente. Llegó incluso a cenar con Zapatero y con el Rey de España en el 2007. En un último intento de codearse de tú a tú con los grandes capitalistas del mundo, Gadafi se ofreció para respaldar con el oro libio una nueva moneda junto a la Unión Europea que suplantaría al dólar. Pero había pasado mucha agua debajo del puente, sus pecados junto al egipcio socialista Nasser y la herejía de nacionalizar las empresas petroleras libias le habían costado la inmisericordia capitalista para siempre. La estrategia de llamar a la paz al diablo y al mismo tiempo desafiarlo, lo llevó en apenas 4 años, a la muerte cruenta y vergonzosa en manos del brazo armado más poderoso del planeta, la OTAN.
Pero la historia tiene otros ejemplos: “los japoneses, de hecho, habían pedido la paz antes de que se anunciara al mundo la era atómica con la destrucción de Hiroshima y antes de la entrada de Rusia a la guerra”, así lo declaro en un discurso en Washington el 5 de octubre de 1945, un almirante gringo de la Flota Chester W. Nimitz. A pesar de los llamamientos a la paz del Japón con la única condición de permitir la continuidad del emperador en el poder, a pesar de esa mínima condición, los EEUU viendo la posición de debilidad del Japón decidieron arrasar de la forma más violenta y para que no quedara duda de su supremacía económica y tecnológica: bombardearon nuclearmente a Hiroshima y Nagasaki. Pareciera que incluso los llamados a la paz entre potencias capitalistas tampoco sirven de mucho.
Más cerca y más reciente, en octubre del año 2012 se retomaron las negociaciones para un "Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” en Colombia. Pero solo el año pasado murieron en combate, fueron capturados y desmovilizados 228 miembros de Farc y ELN, mientras que en lo que va del 2014, 27 han muerto en desarrollo de operaciones y 21 han sido capturados. Este es balance “positivo” presentado por Juan Carlos Pinzón, el Ministro de Defensa de Colombia acerca de las últimas operaciones de Fuerzas Militares en contra de los grupos guerrilleros con quienes supuestamente quieren construir la paz. Pareciera que el eslogan «buscar la paz con justicia social por medio del diálogo», según las palabras de Iván Márquez, uno de los lideres negociadores de las FARC no es viable con la burguesía colombiana.
El caso que nunca podemos dejar de mencionar es el de Salvador Allende. En los meses previos a su derrocamiento, con una situación económica muy delicada por el sabotaje de los sectores dominantes, las colas, el desabastecimiento, y las guarimbas fomentadas por grupos violentos, Allende decidió hacer un llamado a la paz utilizando mecanismos electorales, un plesbicito: “si pierdo me voy y si gano me dejan gobernar”. Pero sabemos que la paz electoral, no la compra la burguesía si no le favorece. El bombardeo del palacio de gobierno de la Moneda, fue el recordatorio de que los llamados de paz son interpretados por la burguesía como debilidad y brecha para avanzar.
Hemos traído estos ejemplos para argumentar por qué un Plan de Pacificación en esta coyuntura de sabotaje económico a la revolución Bolivariana solo traerá un avance de las fuerzas de derecha en el país.
Ahora bien, ¿cómo detener la violencia callejera además del despliegue policial y de orden público? Pensamos que paralelamente deben darse medidas en el foco principal de la violencia. Si desde el 11 de septiembre de 1973 los neoliberales nos han querido convencer de que la economía funciona sola, de que el mercado tiene funcionamiento automático, la revolución debe mostrar que en primera instancia que eso es falso.
No hay economía ni mercado, sin violencia y sin poder. Ese debería ser el ABC a explicar a las mayorías chavistas para comenzar esta batalla. Debemos ser capaces de explicar que el mercado no es sinónimo de democracia, de horizontalidad, de transparencia, de igualdad de oportunidades, de progreso de la humanidad. De demostrar que el mercado es violencia y coacción. No puede haber mercado capitalista sin violencia y sin poder, que los capitalistas son los violentos y que cuando los sectores populares responden a la violencia capitalista no son los responsables de la violencia. La violencia en sí misma es una potencia y una herramienta económica. Es mentira que por un lado va la economía y por otro lado va la violencia.
Así que luego de lanzar agua y gases lacrimógenos a las guarimbas en Chacao, habría que proceder por ejemplo a dar una rueda de prensa y lanzar el órgano nacional de importación. De seguir las protestas eliminar las ofertas del sicad y explicar al pueblo que si siguiéramos entregando los dólares a los empresarios, estaríamos financiando el derrocamiento del gobierno. Inmediatamente a los días proceder a la unificación presupuestaria de las empresas del Estado donde, exceptuando los pagos a los obreros, los pagos de insumos y mercancías se manejarían de manera contable no monetaria. Proceder a la centralización de la banca. Llamar al fortalecimiento de la milicia bolivariana para la defensa de las empresas básicas, la petrolera y de distribución de artículos de primera necesidad. Los medios de difusión deberían ser censurados por un tiempo a fin de controlar los contenidos.
La violencia estaría siendo atacada en sus focos principales. La violencia de los proletarios, los pobres de siempre, estaría justificada para defender el legado de Chávez.
De seguir las protestas de la burguesía en Altamira, luego de la acción policial de dispersión, procederíamos a la toma de sus pequeñas o grades empresas ubicadas en el Edo. Carabobo y Zulia.
Demostraríamos en el trato humanitario de prisioneros y presos políticos que otra sociedad se estaría gestando. Estaría absolutamente prohibida la tortura y se penalizaría con máxima condena a aquellos que la implementaran.
El presidente Maduro junto a los más leales y de mayor ascendencia institucional, llamaría a la solidaridad del Alba y de la Unasur. Moralizaríamos al mundo. Resistiríamos dignamente, la paz habría dejado de ser un cliché adormecedor, habríamos comenzado la resistencia final.
Pero la historia tiene otros ejemplos: “los japoneses, de hecho, habían pedido la paz antes de que se anunciara al mundo la era atómica con la destrucción de Hiroshima y antes de la entrada de Rusia a la guerra”, así lo declaro en un discurso en Washington el 5 de octubre de 1945, un almirante gringo de la Flota Chester W. Nimitz. A pesar de los llamamientos a la paz del Japón con la única condición de permitir la continuidad del emperador en el poder, a pesar de esa mínima condición, los EEUU viendo la posición de debilidad del Japón decidieron arrasar de la forma más violenta y para que no quedara duda de su supremacía económica y tecnológica: bombardearon nuclearmente a Hiroshima y Nagasaki. Pareciera que incluso los llamados a la paz entre potencias capitalistas tampoco sirven de mucho.
Más cerca y más reciente, en octubre del año 2012 se retomaron las negociaciones para un "Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” en Colombia. Pero solo el año pasado murieron en combate, fueron capturados y desmovilizados 228 miembros de Farc y ELN, mientras que en lo que va del 2014, 27 han muerto en desarrollo de operaciones y 21 han sido capturados. Este es balance “positivo” presentado por Juan Carlos Pinzón, el Ministro de Defensa de Colombia acerca de las últimas operaciones de Fuerzas Militares en contra de los grupos guerrilleros con quienes supuestamente quieren construir la paz. Pareciera que el eslogan «buscar la paz con justicia social por medio del diálogo», según las palabras de Iván Márquez, uno de los lideres negociadores de las FARC no es viable con la burguesía colombiana.
El caso que nunca podemos dejar de mencionar es el de Salvador Allende. En los meses previos a su derrocamiento, con una situación económica muy delicada por el sabotaje de los sectores dominantes, las colas, el desabastecimiento, y las guarimbas fomentadas por grupos violentos, Allende decidió hacer un llamado a la paz utilizando mecanismos electorales, un plesbicito: “si pierdo me voy y si gano me dejan gobernar”. Pero sabemos que la paz electoral, no la compra la burguesía si no le favorece. El bombardeo del palacio de gobierno de la Moneda, fue el recordatorio de que los llamados de paz son interpretados por la burguesía como debilidad y brecha para avanzar.
Hemos traído estos ejemplos para argumentar por qué un Plan de Pacificación en esta coyuntura de sabotaje económico a la revolución Bolivariana solo traerá un avance de las fuerzas de derecha en el país.
Ahora bien, ¿cómo detener la violencia callejera además del despliegue policial y de orden público? Pensamos que paralelamente deben darse medidas en el foco principal de la violencia. Si desde el 11 de septiembre de 1973 los neoliberales nos han querido convencer de que la economía funciona sola, de que el mercado tiene funcionamiento automático, la revolución debe mostrar que en primera instancia que eso es falso.
No hay economía ni mercado, sin violencia y sin poder. Ese debería ser el ABC a explicar a las mayorías chavistas para comenzar esta batalla. Debemos ser capaces de explicar que el mercado no es sinónimo de democracia, de horizontalidad, de transparencia, de igualdad de oportunidades, de progreso de la humanidad. De demostrar que el mercado es violencia y coacción. No puede haber mercado capitalista sin violencia y sin poder, que los capitalistas son los violentos y que cuando los sectores populares responden a la violencia capitalista no son los responsables de la violencia. La violencia en sí misma es una potencia y una herramienta económica. Es mentira que por un lado va la economía y por otro lado va la violencia.
Así que luego de lanzar agua y gases lacrimógenos a las guarimbas en Chacao, habría que proceder por ejemplo a dar una rueda de prensa y lanzar el órgano nacional de importación. De seguir las protestas eliminar las ofertas del sicad y explicar al pueblo que si siguiéramos entregando los dólares a los empresarios, estaríamos financiando el derrocamiento del gobierno. Inmediatamente a los días proceder a la unificación presupuestaria de las empresas del Estado donde, exceptuando los pagos a los obreros, los pagos de insumos y mercancías se manejarían de manera contable no monetaria. Proceder a la centralización de la banca. Llamar al fortalecimiento de la milicia bolivariana para la defensa de las empresas básicas, la petrolera y de distribución de artículos de primera necesidad. Los medios de difusión deberían ser censurados por un tiempo a fin de controlar los contenidos.
La violencia estaría siendo atacada en sus focos principales. La violencia de los proletarios, los pobres de siempre, estaría justificada para defender el legado de Chávez.
De seguir las protestas de la burguesía en Altamira, luego de la acción policial de dispersión, procederíamos a la toma de sus pequeñas o grades empresas ubicadas en el Edo. Carabobo y Zulia.
Demostraríamos en el trato humanitario de prisioneros y presos políticos que otra sociedad se estaría gestando. Estaría absolutamente prohibida la tortura y se penalizaría con máxima condena a aquellos que la implementaran.
El presidente Maduro junto a los más leales y de mayor ascendencia institucional, llamaría a la solidaridad del Alba y de la Unasur. Moralizaríamos al mundo. Resistiríamos dignamente, la paz habría dejado de ser un cliché adormecedor, habríamos comenzado la resistencia final.
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