Por Toby Valderrama y Antonio Aponte.
En una sociedad, la paz y la violencia no son acontecimientos aislados, derivados de la buena o mala voluntad de sus integrantes. Al contrario, son reflejo directo de las tensiones, las pugnas, la lucha de clases que en ella ocurre, en definitiva, de la búsqueda del poder, de la hegemonía por esas clases.
La sentencia anterior, surgida de los clásicos, debe ser la guía para entender, más allá de la anécdota, de las apariencias, los sucesos del 12 de febrero en Venezuela, la violencia y los llamados a la paz.
Ya es conocido por todos, así lo declaran sus voceros, que esa violencia tiene como objetivo un golpe de Estado al Gobierno Revolucionario, al Presidente Maduro. Dicen que no cesarán hasta que el Presidente se vaya. ¡Es una lucha por el poder! Lo demás son excusas.
Este hecho nos obliga a ir a las entrañas de la sociedad para poder entender por qué no hay paz ahora, ni podrá haberla nunca, sin resolver las contradicciones profundas de la sociedad. Comprender por qué en estas circunstancias los llamados a paz sin explicación, sin relacionarlos con esta lucha social, son llamados que desarman a los humildes, son reaccionarios. Veamos.
La historia en Venezuela, desde los días de su fundación, ha sido la lucha entre los apropiadores de la riqueza social y los desposeídos. El genocidio de la conquista, luego la batalla entre monárquicos, mantuanos y clases bajas. Después, campesinos enfrentados a señores feudales y burguesía de las ciudades, más tarde entre apropiadores de la riqueza petrolera y excluidos de esa riqueza. Siempre los imperios han determinado esta lucha, los españoles, los gringos.
Nuestra historia está iluminada por las luchas heroicas, por las batallas, por la violencia del pueblo intentando establecer una sociedad donde no exista la miseria espiritual y material que emana de la explotación del hombre por el hombre. Desde Guaicaipuro, Bolívar, Zamora, la Generación del 28 que se enfrentó al dictador gómez, la gesta del 23 de Enero del 58, las gloriosas luchas de Fabricio, Argimiro, Américo Silva enfrentando al pacto de punto fijo.
Es así, la historia nuestra está llena de violencia: la falsa paz castrante la han conseguido las clases expropiadoras a sangre y fuego, esa falsa paz está llena de martirio, de sufrimiento de los desposeídos.
Chávez representa un nuevo y hermoso intento, un nuevo aire en esta batalla redentora de los humildes que tiene más de doscientos años. Se comprendió que en esta etapa histórica, la lucha por la Independencia de los humildes era la lucha por el Socialismo. Y allá fuimos con fe, a buscar, como dijo el Comandante, la paz verdadera, la paz con justicia, con equidad, la que sólo puede surgir del Socialismo, de una sociedad que restituya la propiedad de toda la sociedad.
Rápidamente los expropiadores, la oligarquía, enfilaron sus armas contra el intento, Bolívar regresaba de San Pedro Alejandrino, había que asesinarlo de nuevo, y lo hicieron, la idea de la emancipación había que yugularla de nuevo, y ese es su intento.
Ya tenemos elementos para entender el cuadro de hoy. Aparecieron los mantuanos de nuevo, los asesinos de Bolívar, de Zamora, de Fabricio, de Chávez, tienen las mismas intenciones: instaurar la explotación, apoderarse de la riqueza social, yugular la emancipación. Tienen hasta los mismos apellidos, los mismos odios, la misma piel, las mismas entrañas. leopoldo mendoza, mariacorina machado zuluaga, capriles.
Entonces, los llamados a la Paz deben tomarse con cuidado, que no desarmen al pueblo, que no le oculten el momento histórico, que no lo priven de razones sagradas por las cuales luchar, que no sea excusa para claudicar en el sueño de Bolívar, de Chávez… abdicar del Socialismo. Los llamados tienen que ser a enfrentar a los mantuanos, a los feudales, a los expropiadores capitalistas, a la oligarquía de hoy, única manera de instaurar el Socialismo, la verdadera paz.
Es así, hoy podríamos repetir el grito de Bolívar en la Junta Patriótica: ¡Trescientos años de calma no bastan!
Luchemos por una Paz con justicia social, con equidad, por la redención de los humildes, luchemos contra los que nos impiden instaurar la sociedad del amor, luchemos por el amor… luchemos.
Hoy más que nunca se impone el último llamado de Chávez: ¡UNIDAD, LUCHA, BATALLA Y VICTORIA!
¡Sin Socialismo no hay Maduro, sin Maduro no hay Socialismo!
En una sociedad, la paz y la violencia no son acontecimientos aislados, derivados de la buena o mala voluntad de sus integrantes. Al contrario, son reflejo directo de las tensiones, las pugnas, la lucha de clases que en ella ocurre, en definitiva, de la búsqueda del poder, de la hegemonía por esas clases.
La sentencia anterior, surgida de los clásicos, debe ser la guía para entender, más allá de la anécdota, de las apariencias, los sucesos del 12 de febrero en Venezuela, la violencia y los llamados a la paz.
Ya es conocido por todos, así lo declaran sus voceros, que esa violencia tiene como objetivo un golpe de Estado al Gobierno Revolucionario, al Presidente Maduro. Dicen que no cesarán hasta que el Presidente se vaya. ¡Es una lucha por el poder! Lo demás son excusas.
Este hecho nos obliga a ir a las entrañas de la sociedad para poder entender por qué no hay paz ahora, ni podrá haberla nunca, sin resolver las contradicciones profundas de la sociedad. Comprender por qué en estas circunstancias los llamados a paz sin explicación, sin relacionarlos con esta lucha social, son llamados que desarman a los humildes, son reaccionarios. Veamos.
La historia en Venezuela, desde los días de su fundación, ha sido la lucha entre los apropiadores de la riqueza social y los desposeídos. El genocidio de la conquista, luego la batalla entre monárquicos, mantuanos y clases bajas. Después, campesinos enfrentados a señores feudales y burguesía de las ciudades, más tarde entre apropiadores de la riqueza petrolera y excluidos de esa riqueza. Siempre los imperios han determinado esta lucha, los españoles, los gringos.
Nuestra historia está iluminada por las luchas heroicas, por las batallas, por la violencia del pueblo intentando establecer una sociedad donde no exista la miseria espiritual y material que emana de la explotación del hombre por el hombre. Desde Guaicaipuro, Bolívar, Zamora, la Generación del 28 que se enfrentó al dictador gómez, la gesta del 23 de Enero del 58, las gloriosas luchas de Fabricio, Argimiro, Américo Silva enfrentando al pacto de punto fijo.
Es así, la historia nuestra está llena de violencia: la falsa paz castrante la han conseguido las clases expropiadoras a sangre y fuego, esa falsa paz está llena de martirio, de sufrimiento de los desposeídos.
Chávez representa un nuevo y hermoso intento, un nuevo aire en esta batalla redentora de los humildes que tiene más de doscientos años. Se comprendió que en esta etapa histórica, la lucha por la Independencia de los humildes era la lucha por el Socialismo. Y allá fuimos con fe, a buscar, como dijo el Comandante, la paz verdadera, la paz con justicia, con equidad, la que sólo puede surgir del Socialismo, de una sociedad que restituya la propiedad de toda la sociedad.
Rápidamente los expropiadores, la oligarquía, enfilaron sus armas contra el intento, Bolívar regresaba de San Pedro Alejandrino, había que asesinarlo de nuevo, y lo hicieron, la idea de la emancipación había que yugularla de nuevo, y ese es su intento.
Ya tenemos elementos para entender el cuadro de hoy. Aparecieron los mantuanos de nuevo, los asesinos de Bolívar, de Zamora, de Fabricio, de Chávez, tienen las mismas intenciones: instaurar la explotación, apoderarse de la riqueza social, yugular la emancipación. Tienen hasta los mismos apellidos, los mismos odios, la misma piel, las mismas entrañas. leopoldo mendoza, mariacorina machado zuluaga, capriles.
Entonces, los llamados a la Paz deben tomarse con cuidado, que no desarmen al pueblo, que no le oculten el momento histórico, que no lo priven de razones sagradas por las cuales luchar, que no sea excusa para claudicar en el sueño de Bolívar, de Chávez… abdicar del Socialismo. Los llamados tienen que ser a enfrentar a los mantuanos, a los feudales, a los expropiadores capitalistas, a la oligarquía de hoy, única manera de instaurar el Socialismo, la verdadera paz.
Es así, hoy podríamos repetir el grito de Bolívar en la Junta Patriótica: ¡Trescientos años de calma no bastan!
Luchemos por una Paz con justicia social, con equidad, por la redención de los humildes, luchemos contra los que nos impiden instaurar la sociedad del amor, luchemos por el amor… luchemos.
Hoy más que nunca se impone el último llamado de Chávez: ¡UNIDAD, LUCHA, BATALLA Y VICTORIA!
¡Sin Socialismo no hay Maduro, sin Maduro no hay Socialismo!
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