Las revueltas y protestas que estallaron en 2011 en diversas partes de planeta han traspasado fronteras y nos han acercado a mundos que muchos consideraban ajenos. Frente a la diversidad de idiomas y de contextos políticos, la indignación ha actuado como el lenguaje común de los ignorados. Las revueltas árabes dieron el pistoletazo de salida. Inspiraron a otras sociedades y fueron pioneras a la hora de impulsar un nuevo modelo de protesta: la acampada.
En las pancartas de los indignados del 15m hubo muestras de solidaridad con el mundo árabe y referencias a los logros obtenidos meses antes por los tunecinos o los egipcios. Y en su página web, el movimiento Occupy de Estados Unidos destaca como una de sus principales características la influencia de “las tácticas revolucionarias de la primavera árabe”.
La cesión de la soberanía
Una parte importante de los árabes vive en una de las zonas más intervenidas del mundo, tanto política como económicamente: Oriente Medio.
Durante décadas las potencias occidentales o países como Rusia han apoyado el mantenimiento de las dictaduras árabes para preservar sus intereses en la región. A su vez, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial han impulsado en países como Egipto o Túnez políticas económicas destinadas a fomentar la inversión extranjera y reducir el déficit y las inversiones públicas, lo que ha provocado un aumento del desempleo, la pobreza y las desigualdades. En ese sentido Europa y el mundo árabe comparten ciertos retos y obstáculos.
Frente al crecimiento de los desequilibrios económicos y sociales los activistas árabes siguen gritando uno de los eslóganes más coreados en 2011: “Pan, libertad y justicia social”.
Los retos
En la mayoría de los escenarios de las revueltas árabes, las fuerzas de seguridad están reprimiendo todo tipo de protesta. Este es uno de los mayores retos de los activistas árabes: hallar modos de resistencia frente a la brutalidad que a menudo ejercen las fuerzas de seguridad. Vencer el miedo. Su caso es el extremo exagerado de un desafío que ocupa y preocupa en mayor o menor medida al 15m o al movimiento occupy.
Aún así los ciudadanos árabes siguen en muchos casos movilizados. Como dicen los propios protagonistas de las revueltas, la mentalidad y actitud de miles de personas han cambiado para siempre. Se ha creado cultura política.
“No debemos limitarnos a la indignación. Sabemos las respuestas, ahora tenemos que hacerlas ocurrir. Hay que llevar Tahrir a las fábricas, a las empresas, a las universidades y para eso se necesita más coordinación y una dedicación constante”, advertía recientemente la activista egipcia Gigi Ibrahim.
En Egipto se han tejido importantes redes sociales con capacidad de presión en la calle. Ya operan 150 sindicatos independientes, cuando hace poco más de un año solo había tres. Han surgido novedosas iniciativas culturales y periodísticas vinculadas con las revueltas. Se está impulsando una campaña contra el pago de la deuda contraída por el gobierno de Mubarak. Y, a pesar de la represión, los ciudadanos siguen manifestándose. Sin los paros laborales y las movilizaciones, la impunidad del poder militar habría sido mayor.
En Yemen prosiguen las huelgas y las protestas, también en Bahrein e incluso en Siria. En Túnez han surgido nuevas manifestaciones en demanda de un cambio real, y en Libia se han organizado acampadas para denunciar la composición y actuación de los nuevos consejos locales.
El primer aniversario
Los cambios no se logran en 18 días, ni en 18 meses. La libertad y los avances sociales no caen del cielo. Se conquistan. Por eso el 25 de enero de este año, cuando millones de egipcios tomaron las calles con motivo del primer aniversario de sus revueltas, muchos corearon eslóganes que negaban el carácter festivo de la manifestación: “Esto no es una celebración, es una protesta”, gritaron. Con ello quisieron dejar claro que sus demandas no se han cumplido y que están dispuestos a seguir movilizados.
Ese será sin duda uno de los retos del movimiento 15m en este mes de mayo: transformar la conmemoración de su primer aniversario en un nuevo impulso para la coordinación y la acción de la ciudadanía contra los abusos crecientes.
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