Alberto Aranguibel
En el marco de la discusión acerca del impacto de los medios de comunicación sobre la sociedad, así como de las perversiones que promueven sus contenidos, como la violencia, la chabacanería y la estulticia como formas de vida. Resulta particularmente significativo que la poderosa máquina de propaganda del imperio norteamericano, centrada desde hace más de seis décadas casi exclusivamente en el tema del anticomunismo en sus mil variantes, escoja como pieza estelar para lanzar al mundo en momentos en que su furia imperialista desborda los límites de la racionalidad y de las convenciones internacionales con las guerras que desata a lo largo y ancho del planeta para saciar su sed de dominación, nada más y nada menos que su vetusta propuesta fílmica El Planeta de los Simios. Como se sabe, Hollywood no es precisamente un centro de producción de realizaciones filmográficas para el entretenimiento, sino un auténtico laboratorio de propaganda yanqui para hacerle creer a los pueblos del mundo, empezando por el norteamericano, que los Estados Unidos es una potencia descomunal, todo poderosa e imbatible que, como Atila, arrasa el suelo por donde van pisando sus marines y que conquista territorios única y exclusivamente para sellar en ellos la libertad infinita a la cual se asocia, cuando en la realidad eso está más que lejos de la verdad. Nada mejor logrado en ese sentido que un film donde la gran batalla consiste en recuperar para el hombre libre (originario de los EEUU) el mundo arrebatado por seres "inferiores" que en un momento impreciso del tiempo, se atrevieron a tomar el poder y a tratar de gobernar la vida toda, creando más bien caos y atraso que ninguna otra cosa. Solo para los productores de esa máquina de propaganda anticomunista puede ser concebible un planeta de tales características, donde la evolución de una especie hacia el nivel superior de los seres inteligentes, con capacidad de habla y de organización social, no representa en modo alguno progreso de esa especie, sino degeneración y barbarie. Menos aún cuando dichos seres se atavían con uniformes rojos y duermen en chozas del mismo color, como en la ridícula versión de la misma saga realizada hace diez años por un famoso director del cine de depravación, de nombre Tim Burton. albertoaranguibel@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario