Mariadela Linares
En los barrios no se vive, se sobrevive, y en el resto de la ciudad impera un estado de sitio no decretado, después de las 9 de la noche. Nadie se arriesga a salir de sus casas.
¿Será que vamos a terminar acostumbrándonos a andar con el miedo a cuestas y rezando, para que no se crucen en nuestro camino unos desgraciados a quienes no les importa matar a alguien por robarle una cartera, o porque simplemente no cargaba nada de valor?
El asunto no es político, aunque se abuse de él políticamente. Basta que la morgue suministre las estadísticas de los fallecidos por homicidio que llegan ahí, para darnos cuenta de que tenemos un problemón que se nos ha ido de las manos.
En tiempos pasados, como simpatizantes de los movimientos por los derechos humanos, nos revelábamos contra la existencia de los "escuadrones de la muerte" en la PTJ, o por las ejecuciones sumarias que cometían los policías. Algunos justificaban esos crímenes ante la inoperancia del "morrocoyudo" sistema judicial del país. Ése es un extremo.
El otro extremo es el que estamos viviendo. Cuando la autoridad no se hace sentir con firmeza, el hampa pasa a gobernar. De aquí a que la universidad que va a formar policías bolivarianos gradúe sus primeras promociones, ya el asunto se habrá puesto color sangre.
Y no se diga que los hampones son sólo malandros de barrios. Más de una familia ha sido víctima de secuestros en sus propias casas, a manos de delincuentes blancos y bien arregladitos, que deben estar afiliados a alguna banda de narcotraficantes. Aquí los ladrones y asesinos tienen distinta extracción social.
¿Adónde va a parar el producto de los robos por el cual asesinan tanta gente?
El ejemplo más común: los celulares. Cuando uno compra un aparato de esos, la compañía registra sus datos y el código. ¿Qué hacen con ellos, quién los activa, qué números les asigna? Bueno sería que las operadoras dieran una explicación.
El ejemplo es estúpido, pero es tal vez el más patético porque en este país matan a un chamo para quitarle un telefonito. El Dibise no es suficiente. Hace falta que el gobierno intervenga con mano dura y someta de una vez el hamponato que nos ahoga. Después, será tarde.
Mlinar2004@yahoo.es
En los barrios no se vive, se sobrevive, y en el resto de la ciudad impera un estado de sitio no decretado, después de las 9 de la noche. Nadie se arriesga a salir de sus casas.
¿Será que vamos a terminar acostumbrándonos a andar con el miedo a cuestas y rezando, para que no se crucen en nuestro camino unos desgraciados a quienes no les importa matar a alguien por robarle una cartera, o porque simplemente no cargaba nada de valor?
El asunto no es político, aunque se abuse de él políticamente. Basta que la morgue suministre las estadísticas de los fallecidos por homicidio que llegan ahí, para darnos cuenta de que tenemos un problemón que se nos ha ido de las manos.
En tiempos pasados, como simpatizantes de los movimientos por los derechos humanos, nos revelábamos contra la existencia de los "escuadrones de la muerte" en la PTJ, o por las ejecuciones sumarias que cometían los policías. Algunos justificaban esos crímenes ante la inoperancia del "morrocoyudo" sistema judicial del país. Ése es un extremo.
El otro extremo es el que estamos viviendo. Cuando la autoridad no se hace sentir con firmeza, el hampa pasa a gobernar. De aquí a que la universidad que va a formar policías bolivarianos gradúe sus primeras promociones, ya el asunto se habrá puesto color sangre.
Y no se diga que los hampones son sólo malandros de barrios. Más de una familia ha sido víctima de secuestros en sus propias casas, a manos de delincuentes blancos y bien arregladitos, que deben estar afiliados a alguna banda de narcotraficantes. Aquí los ladrones y asesinos tienen distinta extracción social.
¿Adónde va a parar el producto de los robos por el cual asesinan tanta gente?
El ejemplo más común: los celulares. Cuando uno compra un aparato de esos, la compañía registra sus datos y el código. ¿Qué hacen con ellos, quién los activa, qué números les asigna? Bueno sería que las operadoras dieran una explicación.
El ejemplo es estúpido, pero es tal vez el más patético porque en este país matan a un chamo para quitarle un telefonito. El Dibise no es suficiente. Hace falta que el gobierno intervenga con mano dura y someta de una vez el hamponato que nos ahoga. Después, será tarde.
Mlinar2004@yahoo.es
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