Carola Chávez
Cunde el pánico entre mis queridos opositores, crean desesperados grupos de choque en Twitter y Facebook, y no es para menos. Imagina que de un día para otro un decreto cambie tu modo de vida. Imagina tener que replantear toda tu existencia. Imagina no saber dónde meter a sus hijos adolescentes, cada día, después de las nueve de la noche, imagínalos en tu casas, ahí sentados en el sofá, queriendo ver televisión, o peor, queriendo conversar contigo.
El modo de vida de mucha gente se ha visto afectado con el ajuste de horarios de los centros comerciales -¡Perdón!- malls. Y es que los malls se han convertido en una especie micromundos sintéticos donde buena parte de nuestra sociedad nace, crece, se reproduce y muere.
Porque todo está en el mall: el gym, para estar en forma, el kiddie park, para que el niño no joda, las amigas, el cafecito, la última moda, árboles artificiales, clima perfecto, espacio libre de humo, Mc Donalds para los chamos, salad bar para nosotras, tiendas, tiendas y más tiendas, telecajeros everywhere, cines, bares, discotecas. Diversión para toda la familia, pero eso sí, cada uno por su lado. ¡Yujuuuuu!
Todo eso ha sido profundamente alterado de un zarpazo. A partir del 2 de enero los malls abrirán una hora más tarde y cerrarán a las 9 pm, lo que significa que sólo estarán abiertos al público desesperado durante diez horas al día. Se podrán imaginar las nefastas consecuencias de tan irresponsable y totalitaria decisión.
Según nos explican los expertos analistas, siempre prestos a explicar los atropellos del rrrrrégimen, los efectos de esta medida dejarán cicatrices imborrables en nuestra sociedad (de consumo). Las principales víctimas, al parecer, serán nuestros jóvenes que deberán buscar alternativas de ocio diferentes a ver vitrinas y deambular por los pasillos sorbiendo Coca Cola. Según explica al El Nacional el profesor universitario y sociólogo Amalio Belmonte Guzmán “Al ser expulsados de los malls a las 9:00 pm, buscarán otros espacios públicos en los que gozarán de menos seguridad”. Supongo que será porque el sindicato de malandros acordó no asaltar a los jóvenes eran ‘‘expulsados’’ del mall después de las 11:00 pm. Las afirmaciones del este profesor me dejan la certeza de que no hay sitio más seguro que un centro comercial. Que no hay lugar más adecuado para depositar a tus hijos que uno de esos hermosos templos del consumo y la vaciedad. Que, después de las 9 pm, no hay alternativas para los muchachos venezolanos, que no hay caimaneras del fútbol que montar, ni juegos de pelota, ni libros que leer… que no hay casas a donde ir, no hay familia con quien compartir, que la casa es el mall y los amigos son los robóticamente amables dependientes de Mc Donalds.
Siguiendo la lógica del profesor Belmonte Guzmán me atrevo a proyectar otros nefastos efectos del shock post cierre del mall: Aumentará el consumo del cigarrillo porque en el mall no se puede fumar pero en el mundo exterior sí. Aumentarán los embarazos en adolescentes a verse forzadas a buscar otras alternativas de diversión. Las tasas de accidentes viales se dispararán debido al inmenso números de vehículos que no podrá permanecer estacionado en los segurísimos parkings después de la hora de cierre obligado.
Y no vamos a profundizar en el caos macroeconómico que esto acarreará pero, por encimita, les aviso que ya han advertido lo expertos que el desplome de la economía nacional es inminente, pues los efectos de esta medida arbitraria harán palidecer a las pérdidas que ocasionó el paro petrolero ¿Se acuerdan de aquel paro durante el cual, entre otras cosas, cerraron a juro todos los centros comerciales en nombre de la libertad?¿Se acuerdan cómo lo aplaudieron? Qué cosas ¿no?.
Esta será, pues, otra de las pruebas de fuego a las que se verán sometidos los ciudadanos decentes y pensantes del país, quienes tendrán que sobrevivir, lejos de las vitrinas, a la obligatoria cercanía de padres, hermanos, hijos, esposos, hasta el día siguiente cuando el mall vuelva a abrir las puertas a la libertad.
carolachavez.blogspot.com
Cunde el pánico entre mis queridos opositores, crean desesperados grupos de choque en Twitter y Facebook, y no es para menos. Imagina que de un día para otro un decreto cambie tu modo de vida. Imagina tener que replantear toda tu existencia. Imagina no saber dónde meter a sus hijos adolescentes, cada día, después de las nueve de la noche, imagínalos en tu casas, ahí sentados en el sofá, queriendo ver televisión, o peor, queriendo conversar contigo.
El modo de vida de mucha gente se ha visto afectado con el ajuste de horarios de los centros comerciales -¡Perdón!- malls. Y es que los malls se han convertido en una especie micromundos sintéticos donde buena parte de nuestra sociedad nace, crece, se reproduce y muere.
Porque todo está en el mall: el gym, para estar en forma, el kiddie park, para que el niño no joda, las amigas, el cafecito, la última moda, árboles artificiales, clima perfecto, espacio libre de humo, Mc Donalds para los chamos, salad bar para nosotras, tiendas, tiendas y más tiendas, telecajeros everywhere, cines, bares, discotecas. Diversión para toda la familia, pero eso sí, cada uno por su lado. ¡Yujuuuuu!
Todo eso ha sido profundamente alterado de un zarpazo. A partir del 2 de enero los malls abrirán una hora más tarde y cerrarán a las 9 pm, lo que significa que sólo estarán abiertos al público desesperado durante diez horas al día. Se podrán imaginar las nefastas consecuencias de tan irresponsable y totalitaria decisión.
Según nos explican los expertos analistas, siempre prestos a explicar los atropellos del rrrrrégimen, los efectos de esta medida dejarán cicatrices imborrables en nuestra sociedad (de consumo). Las principales víctimas, al parecer, serán nuestros jóvenes que deberán buscar alternativas de ocio diferentes a ver vitrinas y deambular por los pasillos sorbiendo Coca Cola. Según explica al El Nacional el profesor universitario y sociólogo Amalio Belmonte Guzmán “Al ser expulsados de los malls a las 9:00 pm, buscarán otros espacios públicos en los que gozarán de menos seguridad”. Supongo que será porque el sindicato de malandros acordó no asaltar a los jóvenes eran ‘‘expulsados’’ del mall después de las 11:00 pm. Las afirmaciones del este profesor me dejan la certeza de que no hay sitio más seguro que un centro comercial. Que no hay lugar más adecuado para depositar a tus hijos que uno de esos hermosos templos del consumo y la vaciedad. Que, después de las 9 pm, no hay alternativas para los muchachos venezolanos, que no hay caimaneras del fútbol que montar, ni juegos de pelota, ni libros que leer… que no hay casas a donde ir, no hay familia con quien compartir, que la casa es el mall y los amigos son los robóticamente amables dependientes de Mc Donalds.
Siguiendo la lógica del profesor Belmonte Guzmán me atrevo a proyectar otros nefastos efectos del shock post cierre del mall: Aumentará el consumo del cigarrillo porque en el mall no se puede fumar pero en el mundo exterior sí. Aumentarán los embarazos en adolescentes a verse forzadas a buscar otras alternativas de diversión. Las tasas de accidentes viales se dispararán debido al inmenso números de vehículos que no podrá permanecer estacionado en los segurísimos parkings después de la hora de cierre obligado.
Y no vamos a profundizar en el caos macroeconómico que esto acarreará pero, por encimita, les aviso que ya han advertido lo expertos que el desplome de la economía nacional es inminente, pues los efectos de esta medida arbitraria harán palidecer a las pérdidas que ocasionó el paro petrolero ¿Se acuerdan de aquel paro durante el cual, entre otras cosas, cerraron a juro todos los centros comerciales en nombre de la libertad?¿Se acuerdan cómo lo aplaudieron? Qué cosas ¿no?.
Esta será, pues, otra de las pruebas de fuego a las que se verán sometidos los ciudadanos decentes y pensantes del país, quienes tendrán que sobrevivir, lejos de las vitrinas, a la obligatoria cercanía de padres, hermanos, hijos, esposos, hasta el día siguiente cuando el mall vuelva a abrir las puertas a la libertad.
carolachavez.blogspot.com
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