domingo, 24 de enero de 2010

La Liberación de las mujeres.


Lindsey German

¿Puede decirse que la liberación de la mujer constituye un sueño irrealizable? No, pero en una sociedad capitalista la liberación de las mujeres no puede ser una liberación total.

Las ideas que engendraron el movimiento en favor de la igualdad entre hombres y mujeres surgieron hace poco más de 200 años, durante la gran revolución francesa.

Las reivindicaciones de libertad, igualdad y fraternidad defendidas por la revolución fueron asumidas posteriormente por ideólogas feministas como Mary Wollstonecraft, que argumentaron que también las mujeres tenían derecho a la libertad. Los logros de la revolución francesa sin embargo, fueron limitados. Aunque instauró un sistema democrático, la revolución no cuestionó la existencia de la propiedad privada, por lo cual no puede decirse que estableciese un sistema plenamente igualitario y libre. Pese a que los ricos y (posteriormente) los pobres obtuvieron el derecho al voto, el poder económico de los primeros les permitió hacerse con el poder y tomar las decisiones que determinaron el funcionamiento de la sociedad después de la revolución.

Las ideas que propugnan la liberación de las mujeres han llegado a la misma problemática. La independencia jurídica y financiera alcanzada por algunas mujeres en la sociedad capitalista no es una verdadera liberación porque la opresión de las mujeres es inherente a la existencia de la sociedad clasista.


La familia

La sociedad clasista surgió mucho antes que la sociedad capitalista. Friedrich Engels, el gran revolucionario del siglo pasado, argumentó que fue el surgimiento de la propiedad privada el que llevó a la creación de una sociedad dividida en clases, fundamentalmente entre quienes poseían la riqueza y quienes carecían de ella. También llevó al desarrollo de una maquinaria estatal, cuyo cometido era el de proteger la propiedad privada, y además a la creación de una estructura familiar mediante la cual se aseguraba la continuidad de la propiedad entre los propietarios y sus herederos legales. Se desarrolló así la opresión de las mujeres y la familia monógama, que infligieron «una histórica derrota al sexo femenino en todo el mundo».

En todas las sociedades clasistas del pasado y del presente se han desarrollado estructuras familiares que han perpetuado la opresión de las mujeres. Engels creía que el desarrollo del mismo capitalismo sería la causa de la desaparición de la familia obrera. Dado que la existencia de la familia obrera no se basaba en la propiedad, al contrario de lo que sucedía con la familia de la clase dominante, no había razones para que perdurase. Las ideas de Engels se basaban en el estudio de las familias obreras de principios del siglo XIX empleadas en la industria textil algodonera. Entonces hombres, mujeres y niños eran trabajadores asalariados y muchas de las funciones básicas de la familia, como la alimentación y educación de sus integrantes, se satisfacían fuera del hogar.

La familia, sin embargo, no desapareció sino que se fortaleció, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX. Muchos obreros aspiraban entonces a tener una vivienda, a formar una familia y a tener una esposa que no precisase trabajar fuera del hogar y que pudiese ocuparse a tiempo completo de su cónyuge y de los hijos de ambos. Aunque la mayoría de los obreros probablemente nunca gozó del «salario familiar», instrumento mediante el cual esta aspiración iba supuestamente a tornarse una realidad, el hecho es que se transformó en un ideal perseguido por la gran mayoría.

Los obreros y las obreras optaron por reivindicar esto porque las alternativas a las que se enfrentaban les parecían peores: jornada laboral de hasta 18 horas para las mujeres, mujeres que tenían que amamantar a sus hijos sin interrumpir el trabajo o que sufrían abortos espontáneos en su puesto de trabajo y niños que trabajaban, a veces desde los cuatro años, frecuentemente víctimas de terribles accidentes laborales.

Las necesidades de los capitalistas también comenzaban a cambiar. Cada vez les era más necesario contar con una mano de obra más estable, cualificada e instruida. Para los capitalistas era necesario que existiese una estructura familiar que se ocupase de alimentar, cuidar y socializar a los trabajadores (y a las sucesivas generaciones de obreros), además de brindarles los mínimos cuidados sanitarios y una instrucción básica (y todo ello a un mínimo coste para la clase capitalista).

¿A qué se debe la opresión de la mujer?

El papel que desempeña la familia en la reproducción de la mano de obra siempre ha sido fundamental para su misma existencia (y para perpetuar la opresión de las mujeres) y, no lo es menos actualmente.

A menudo se dice que el mismo sistema capitalista atenta contra la existencia de la familia. Las presiones a las que se ven sometidos los trabajadores hacen que la realidad de la vida en familia nunca se acerque al ideal que de ella se tiene generalmente. La emigración y los traslados por motivos laborales dispersan a las familias, las presiones laborales o académicas desembocan en rupturas familiares. La tasa de divorcios se ha disparado, los adolescentes ansían vivir independientes de la familia y cada vez hay más personas que viven fuera de la familia nuclear convencional.

Al mismo tiempo, los gobiernos y la maquinaria estatal tratan de fortalecer a la familia. Existe una legislación sobre la violencia en el seno de la familia, sobre la educación de los niños, sobre las relaciones sexuales y sobre el matrimonio y el divorcio. Todo el aparato de los servicios sociales tiene como cometido salvaguardar una institución familiar que nunca responde a las expectativas que en ella ponen sus integrantes.

El Estado y sus representantes se cuentan entre los principales agentes de la opresión de las mujeres. Si la opresión que éstas sufren se debiese exclusivamente al comportamiento machista de los hombres, sería mucho más simple acabar con ella. Pero, debido a que este comportamiento está respaldado, reforzado o legitimado por el mismo Estado, la opresión de la que son objeto las mujeres se convierte en un peso insostenible, para eliminarla es necesario combatir la existencia del Estado.

Algunas ideólogas feministas argumentan que el patriarcado, y no el capitalismo, es el causante de la opresión de las mujeres. Para estas ideólogas el patriarcado es un sistema separado y paralelo al capitalismo, para derrotarlo no basta con eliminar al capitalismo. Sin embargo, la opresión de las mujeres tiene bases materiales (en el seno de la familia capitalista) mientras que el concepto de patriarcado (que significa literalmente el «dominio del padre», aunque más a menudo el término se utiliza para referirse a un sistema de dominación masculino) carece de ellas.

El concepto de patriarcado no explica por qué los hombres dominan, únicamente nos dice que siempre ha sido así; y lo que es más importante, tampoco explica por qué las estructuras mismas del capitalismo oprimen a las mujeres. Son éstas, y no los deseos de ciertos hombres, las que mantienen bajos los salarios de las mujeres o entorpecen la creación de servicios de atención a la infancia adecuados.

La teoría del patriarcado presupone que la relación entre hombres y mujeres ha sido la misma desde tiempos inmemoriales y es, por lo tanto, sumamente pesimista en cuanto al futuro. Sin embargo, si la opresión de las mujeres es estructural en el capitalismo y en la institución familiar que éste crea, la desaparición de dicha opresión requiere mucho más que un cambio de las actitudes individuales de los hombres. Si la causa de la opresión de las mujeres es la sociedad clasista, únicamente podremos acabar con ella si combatimos contra la existencia de esa forma de sociedad.

En consecuencia, la lucha por la liberación de la mujer y la lucha por el socialismo son parte de la misma lucha.

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