*Luisa Ortega Díaz
El 23 de enero de 1958 fue percibido por la mayoría de los venezolanos como el nacimiento de la democracia en Venezuela, visto desde la perspectiva del derrocamiento de una dictadura que ensombreció y llenó de luto por una década la Patria de Bolívar. Sin embargo, con la luz de la conciencia, hoy podemos estar seguros de que a partir de ese día se manifestó el resurgimiento de una tiranía más atroz que se sostuvo durante 40 años.
Al tiempo, una “Comisión Redactora” presentó al Congreso Nacional de aquel entonces un proyecto de nueva Constitución, el cual fue aprobado y seguidamente promulgado, a manera de celebración, el 23 de enero de 1961: el Poder Originario, nuestro pueblo, fue excluido, estuvo ausente de ese acontecimiento que rubricaba su destino en el Texto Fundamental de la Nación.
Los aniversarios siguientes se festejaron con el protagonismo de actores de los partidos políticos, que se repartían el Poder del Estado cada cinco años. Olvidado y marginado fue el pueblo que se conjugó para imponer su voluntad y lograr aquella hazaña histórica; hombres y mujeres que, como Fabricio Ojeda, ofrendaron sus vidas por la causa de la Patria.
Eran tiempos de oscuridad, años durante los cuales fueron asesinados y desaparecidos centenas de luchadores sociales, progresistas que batallan contra sectores que empobrecían cada día más a los venezolanos y entregaban nuestro petróleo, nuestras industrias, el territorio, la educación gratuita e, incluso, nuestros derechos humanos.
Hoy debemos reivindicar aquel 23 de enero y a la gente de avanzada que luchó con valor y esperanza en aras de ser consecuentes con el logro de los movimientos sociales que confiaron en la instauración de una verdadera democracia, la cual luego les fue arrebatada por la llamada Democracia Representativa, donde ni el poder ni la soberanía residían en el pueblo.
Pero la historia tiene sus paradojas: el espíritu del 23 de Enero resurgió en 1999 y permitió una apertura democrática que se expresó en un proceso constituyente de características inéditas, pues contó con la participación de un pueblo que consagró la democracia participativa y protagónica, consolidando un Estado social de derecho y de justicia.
El 23 de enero de 1958 fue percibido por la mayoría de los venezolanos como el nacimiento de la democracia en Venezuela, visto desde la perspectiva del derrocamiento de una dictadura que ensombreció y llenó de luto por una década la Patria de Bolívar. Sin embargo, con la luz de la conciencia, hoy podemos estar seguros de que a partir de ese día se manifestó el resurgimiento de una tiranía más atroz que se sostuvo durante 40 años.
Al tiempo, una “Comisión Redactora” presentó al Congreso Nacional de aquel entonces un proyecto de nueva Constitución, el cual fue aprobado y seguidamente promulgado, a manera de celebración, el 23 de enero de 1961: el Poder Originario, nuestro pueblo, fue excluido, estuvo ausente de ese acontecimiento que rubricaba su destino en el Texto Fundamental de la Nación.
Los aniversarios siguientes se festejaron con el protagonismo de actores de los partidos políticos, que se repartían el Poder del Estado cada cinco años. Olvidado y marginado fue el pueblo que se conjugó para imponer su voluntad y lograr aquella hazaña histórica; hombres y mujeres que, como Fabricio Ojeda, ofrendaron sus vidas por la causa de la Patria.
Eran tiempos de oscuridad, años durante los cuales fueron asesinados y desaparecidos centenas de luchadores sociales, progresistas que batallan contra sectores que empobrecían cada día más a los venezolanos y entregaban nuestro petróleo, nuestras industrias, el territorio, la educación gratuita e, incluso, nuestros derechos humanos.
Hoy debemos reivindicar aquel 23 de enero y a la gente de avanzada que luchó con valor y esperanza en aras de ser consecuentes con el logro de los movimientos sociales que confiaron en la instauración de una verdadera democracia, la cual luego les fue arrebatada por la llamada Democracia Representativa, donde ni el poder ni la soberanía residían en el pueblo.
Pero la historia tiene sus paradojas: el espíritu del 23 de Enero resurgió en 1999 y permitió una apertura democrática que se expresó en un proceso constituyente de características inéditas, pues contó con la participación de un pueblo que consagró la democracia participativa y protagónica, consolidando un Estado social de derecho y de justicia.
*Fiscala General de la República Bolivariana de Venezuela por el período 2007-2014.
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