sábado, 9 de enero de 2010

Drones asesinos de la CIA siguen masacrando al pueblo afgano y pakistaní.

Hernán Mena Cifuentes

La miseria humana no tiene límites cuando de hacer el mal se trata y, consecuente con su trayectoria criminal ajena a toda norma ética y moral, la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) continúa matando al pueblo afgano y pakistaní, mediante la utilización de “drones” asesinos, letal arma de la guerra del futuro hecha presente en esos dos naciones, a pesar de la condena y el rechazo de esos pueblos víctimas de su inhumana actividad.

Y es que la nefasta organización terrorista, creada hace más de seis décadas por Estados Unidos (EEUU) para desestabilizar y derrocar gobiernos, secuestrar, encarcelar, torturar y perpetrar magnicidios y asesinatos de dirigentes revolucionarios alrededor del mundo; ha vuelto al ataque matando el miércoles, con misiles lanzados por una de esas máquinas diabólicas, a cerca de 20 hombres, niños, ancianos y mujeres en una humilde y remota aldea de Pakistán.

La incursión, lejos de ser una acción de guerra, fue un crimen de lesa humanidad, ya que al primer misil le siguió un segundo, lanzado contra los que rescataban entre los escombros a muertos y heridos, aumentando así la cifra de víctimas, crimen que hizo recordar otro similar, perpetrado por aviones yanquis en septiembre pasado al lanzar varios misiles que mataron a 145 personas que recogían combustible de dos camiones cisternas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) secuestrados y abandonados por los talibán.

La nueva incursión de los genocidas yanquis, a quienes Barack Obama, al honrar la muerte de 7 de ellos ajusticiados hace 9 días en Afganistán por la acción de un combatiente y mártir del Talibán, calificó como “parte de una larga tradición de patriotas que han hecho grandes sacrificios por nuestros ciudadanos y por nuestra forma de vida”, fue un miserable acto cometido, según habían prometido sus compañeros, en venganza por el atentado del que fueron víctimas sus agentes el pasado 30 de diciembre.

Se trata de la cuarta operación protagonizada por esas aeronaves no tripuladas en una semana, en las cuales se ha asesinado a varias decenas de personas y que desde agosto de 2008, guiados por la información de “inteligencia” suministrada por los agentes de la CIA que operan en una serie de bases diseminadas a lo largo de la frontera afgano-pakistaní, han efectuado 75 ataques que han dejado un saldo de 700 víctimas fatales y un gran número de heridos.

Esas cifras ponen al desnudo el genocidio que EEUU está cometiendo en esos dos países de Asia central, al utilizar a esos pueblos como “conejillos de india” en un macabro “laboratorio de prueba” de las guerras del futuro destinadas a sustituir a sus soldados de aire, tierra y mar en los conflictos bélicos del mañana, para lo cual ha ordenado la construcción de nuevas y sofisticados aparatos de ese tipo más mortíferos y con mayor precisión que los actuales para cumplir con su único objetivo que es el “asesinato selectivo.”

La respuesta del pueblo afgano a esa última incursión de los “drones asesinos”, quienes fallaron al matar sólo a inocentes, fue inmediata, cuando miles de personas, en su mayoría estudiantes, se lanzaron el miércoles a las calles de Kabul portando pancartas con letreros de condena al nuevo genocidio yanqui, quemando banderas estadounidenses y una efigie de Barack Obama, mientras algunos prometían que “de no cesar esos crímenes de guerra, se unirían a los combatientes talibanes en las montañas.”

Sin embargo, y coincidiendo con la aplicación de esa criminal, amoral y antiética estrategia de la guerra aérea en Afganistán y Pakistán, John McCain, el derrotado candidato republicano en las elecciones de 2008, ex piloto de la guerra de Vietnam, mintió descaradamente para justificar el uso de los “drones asesinos”, asegurando este jueves, durante la visita que junto con otros senadores yanquis realizan a la capital afgana, que “los ataques aviones no tripulados han sido efectivos y exitosos y deben continuar.”

Su cinismo fue a tal extremo que llegó a decir durante la rueda de prensa ofrecida en Kabul que “hemos hecho esas operaciones (las de los “drones”) más eficaces y menos dañinas para la población civil”, una mentira descarada que se cae por su propio peso, cuando se compara la enorme diferencia que presentan cantidad de muertes de hombres, mujeres y niños inocentes con las pocas bajas que causan esas “máquinas diabólicas entre los combatientes.

Probablemente al decirlo McCain se lamentó de que durante la guerra de Vietnam, en la que participó como piloto de un A-4 Skyhawk, no existían esas máquinas diabólicas y que, mientras desde el aire asesinaba al pueblo de Hanoi, su jet fue derribado por un misil tierra-aire disparado por Nguyen Van Dai, joven militar de la República Socialista de Vietnam. McCain se eyecto y cayó en un lago fracturándose ambos brazos y una pierna, pero se salvó de morir ahogado y linchado, gracias a Mai Van On, otro joven revolucionario vietnamita.

No obstante, en el ex aviador yanqui y hoy senador no existe ningún rasgo de arrepentimiento por su actuación como criminal de guerra que contribuyó a dejar la superficie de Vietnam como la de la luna, sembrada de cráteres dejados por minas y bombas que aún hoy destrozan a inocentes, y sus bosques destrozados y marchitos por el “agente amarillo”, letal químico que ha dejado como herencia el nacimiento de miles de niños con malformaciones genéticas, ya que hoy propone en seguir asesinando pueblos con esas aeronaves no tripuladas.

Tampoco en las palabras de Barack Obama, su rival en los comicios de noviembre de 2008, hubo un gesto de sinceridad, cuando en el cínico mensaje de condolencia que dirigió a familiares y compañeros de los espías ajusticiados en Afganistán calificó de “valientes patriotas” a los criminales agentes de la CIA fallecidos el 30 de diciembre.

Igualmente, el presidente evitó mencionar que entre los muertos figuraban dos mercenarios de la empresa Blackwater, responsable de la muerte de centenares de asesinatos de inocentes en Irak, Afganistán y Pakistán, cinco de ellos absueltos hace una semana por un juez estadounidense, a sabiendas de que la matanza que perpetraron el 14 de septiembre en la plaza Nisoor, en el centro de Bagdad, fue un crimen de lesa humanidad, lo mismo que orgías y abusos sexuales que perpetraron en la embajada de EEUU en Kabul.

Si los misiles lanzados por los “drones” hubiesen dado muerte al grupo de combatientes que según la información recabada por la “inteligencia” de la CIA se ocultaban en la vivienda blanco del ataque, la misión habría sido considerada un éxito por los yanquis, pero, como ocurre en la mayoría de los casos en los que actúan esas máquinas infernales, los datos aportados eran errados y se cometió otro “daño colateral”, eufemismo con que el imperio pretende justificar esos crímenes de guerra.

Lo que hace aún más grave este nuevo genocidio es que ocurrió en territorio de Pakistán, un país que contra la voluntad de su pueblo ha sido arrastrado a una guerra no declarada y que no es suya, cuyo presidente, Asif Ali Zardari, corrupto títere del imperio fue presionado por Obama para lanzar ofensivas contra el Talibán en su patria, lo cual ha generado un caos político y social con atentados diarios y el desplazamiento forzado de millones de sus pobladores que huyen de las zonas de combate padeciendo hambre, sed y frío.

El uso de Zardari contra el Talibán se inscribe en el contexto del chantaje político que acostumbra realizar Washington contra mandatarios del tercer mundo que exhiben un prontuario delictivo, a fin de convertirlos en sus cómplices, como es el caso del presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, a quien la DEA tiene fichado como “narcotraficante” y quien para evitar la cárcel, como su homólogo paquistaní acusado de enriquecimiento ilícito, se pliega sumiso y obediente a las órdenes del imperio.

Lo mismo ocurre con Hamid Karzai, el narcotraficante y corrupto presidente afgano, impuesto por EEUU a pesar del claro fraude electoral cometido en los últimos comicios, y que al igual que Uribe y Zardari se dicen y creen ser amigos del imperio, algo que no es cierto, pues, como dijo hace tiempo Foster Dulles, “Estados Unidos no tiene amigos, sólo tiene intereses”, y cumpliendo con esa máxima que afirma que “mal paga el diablo a quien bien le sirve”, esos vasallos sufrirán un gran desengaño al ser abandonados por su amo.

Porque, así como en Colombia y en Pakistán más temprano que tarde llegará el momento en que sus pueblos triunfen sobre el invasor estadounidense y los regímenes traidores que los asolan, en Afganistán, nación conocida como el “Cementerio de los imperios”, donde fueron vencidos Alejandro, los mongoles, los ingleses y los soviéticos, la historia también tiene reservada una sepultura para el imperio yanqui, por más “drones asesinos” que lancen sobre los pueblos de Afganistán y Pakistán.

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