Luis Britto García
¡Partida! Sueña el cañonazo y arrancan todos los que creen que Año nuevo es nuevo almanaque y no reformulación de la vida.
El mundo avanza hacia el último medio siglo con reservas de hidrocarburos y los imperios se abalanzan sobre la energía fósil como aves de rapiña.
El planeta arranca hacia su última centuria con biodiversidad y las transnacionales se disparan para aniquilarla.
El globo inicia sus últimas décadas con agua potable y los monopolios embisten para acapararla.
El capitalismo rueda hacia su tumba y extiende las garras para llevarse a toda la humanidad.
El Imperio se pone más agresivo mientras más se debilita y siembra el mundo de bases de muerte con la esperanza de sobrevivir matando a todos.
Todo país con hidrocarburos, biodiversidad o agua potable tiene un conflicto asimétrico en su futuro.
Venezuela amanece en la década con cerco de nueve bases de la primera potencia imperialista del mundo y con acorazados y portaaviones de la IV Flota rondando sus aguas.
Cerramos el primer decenio sin completar un inventario integral de nuestro territorio, de sus recursos y sus áreas en peligro ecológico, mientras cada centímetro de él es vigilado y registrado por poderes foráneos mediante satélites artificiales, radares de largo alcance, escuchas electrónicos, aviones espías.
Nuestro país inaugura la década de la amenaza sin establecer eficaz y continua presencia del Estado en grandes áreas de su territorio, en buena parte fronterizas y sometidas a incontrolados flujos migratorios pacíficos o armados.
Entra Venezuela en la década de confrontación crucial sin establecer para defenderse ni la autonomía alimentaria ni un razonable grado de producción industrial endógena de los bienes esenciales más indispensables para consumo de las masas.
Venezuela y América Latina asoman a una década decisiva mientras ONG´s de Estados Unidos asumen la tutela de las cuestiones étnicas, imponen la doctrina de que cada parcialidad cultural debe tener autogobierno, territorios propios con derechos exclusivos y excluyentes sobre los recursos y el subsuelo y derecho a expulsar de él las autoridades del Estado Nacional.
Despierta Venezuela con un país vecino cuya oligarquía eleva su ejército al medio millón de efectivos, arma centenares de miles de irregulares y deja ocupar su territorio por bases estadounidenses.
La patria de Bolívar madruga con una ocupación cumplida por miles de paramilitares que instalan alcabalas y cobran vacuna, suplantan al hampa vernácula en el narcotráfico, la trata de personas, el sicariato, el préstamo usurario y el juego ilícito y adquieren estratégicas empresas de transporte y comunicaciones.
Dentro de sus fronteras Venezuela acoge 4.300.000 nacionales del país que la amenaza; muchos fugitivos de la oligarquía de éste; algunos incondicionalmente leales a ella.
Mientras todos los poderes financieros afilan cuchillos judiciales para degollar a Venezuela con demandas temerarias y embargos de bienes y reservas internacionales, jueces venezolanos sostienen que la soberanía de Venezuela no existe y que ésta puede ser condenada y ejecutada con leyes extranjeras por jueces o árbitros extranjeros.
En época de crisis mundial, cuando cada país depende de sus ingresos y reservas, mediante los Tratados contra la Doble Tributación Venezuela exime criminalmente a las transnacionales de pagar 18.750 millones de dólares anuales de impuestos por las ganancias que sacan del país.
Mientras el fascismo del Imperio y de países limítrofes perfila sus estrategias de agresión y genocidio, nuestra principal organización política no termina de definir con claridad sus orientaciones ideológicas ni de imponerlas a sus militancias.
Cuando la ultraderecha disciplina máquinas de muerte, no ya algunos intelectuales, sino respetadas figuras del comando de nuestra principal organización política alertan contra la ineficacia, la formación de cúpulas, el alejamiento de las masas.
Venezuela entra en la sombra de la amenaza de muerte mientras es informada, entretenida y educada por un aparato comunicacional en buena parte enemigo de Venezuela y al cual eximen del cumplimiento de las leyes las autoridades encargadas de aplicarlas.
Ingresa Venezuela en la penumbra sin que para iluminarla se hayan creado institutos con competencia académica y científica para analizar sus problemas cruciales, formular sus metas, diseñar sus estrategias y cristalizarlas en planes.
Vamos hacia la tiniebla sin haber generado instituciones de alto nivel para el análisis y la evaluación de las fortalezas, las debilidades y las coyunturas de nuestros oponentes y el desarrollo de políticas para enfrentarlas.
Nos internamos en el cono de sombra del eclipse anunciado sin adoptar las medidas legales, administrativas y judiciales para conjurar tantos vacíos, tantas debilidades.
Seguimos sin captar lo que es claro para el adversario: de Venezuela depende América Latina, y de América Latina el mundo.
Inauguramos la década con la idea de la inminencia del conflicto, pero con poca certidumbre sobre algunas de sus consecuencias más probables, tales como una aniquilación de la superestructura estatal en los primeros días de enfrentamiento.
Mil veces pudo Estados Unidos barrer al pequeñísimo ejército de Cuba; si no lo ha intentado de nuevo, es porque habría tenido que enfrentarse con un pueblo compacto como una muralla.
En vano pretendió el Imperio destruir al ejército del Vietcong: no lo logró porque ese ejército era todo el pueblo, y ese pueblo era todo ejército.
Todo pensamiento sobre el futuro de Venezuela, de América Latina, del mundo, será meramente retórico si no se articula sobre la idea de una fusión indestructible del aparato partidista, del estatal y del militar con las bases sociales.
La interrogante es si podremos articular dicha fusión a tiempo para disuadir el conflicto, o si deberemos intentarla por la vía dura una vez que hayamos recibido el demoledor golpe conjunto de la narcoligarquía y del Imperio.
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Versión en francés: http://luisbrittogarcia-fr.blogspot.com
Bibliografía: http://luis-britto.blogspot.com
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domingo, 3 de enero de 2010
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