Lirians Gordillo Piña
“... el erotismo en nuestro mundo, es patriarcal, clasista, genérico, racista, específico y distintivo para los grupos de edad, y para los sujetos, de acuerdo con el tipo de conyugalidad y con sus particulares tradiciones…” (Marcela Lagarde, 1997).
Las representaciones sociales de los cuerpos sexuados –a partir de la construcción mediática, y específicamente la audiovisual–, se expresan como una categoría constituyente de la realidad social.
Por ello la importancia de una mirada crítica hacia los textos que producen los medios de comunicación. Referencias que van constituyendo nuestro espacio simbólico y median en las representaciones, conductas y valoraciones que vamos conformando cubanas y cubanos respecto a nuestra sexualidad y nuestro erotismo.
Como producto post moderno, el video clip se mueve constantemente entre la fragmentación, la relectura de disímiles lenguajes artísticos, entre ellos la cultura popular, el mercado, las nuevas tecnologías, la publicidad y el cine.
Al clip en Cuba se le reconoce como un producto con connotaciones culturales relevantes que, además de responder a los intereses comerciales de un artista o agrupación, se ha instituido como un medio más para la expresión de múltiples problemáticas, espacios y grupos sociales.
Varios autores resaltan en el clip su lenguaje centrado en lo cotidiano, que busca la evasión en lo terrenal, en el contacto con lo físico y emocional, en el placer lúdico. De esta manera, cuando reproducimos la canción y sus imágenes, la incitación al deseo funciona junto a los mecanismos de seducción que apuestan por una relación estrecha entre el/la cantante y el espectador/a, vínculo que toma como centro el cuerpo, su capacidad de encanto, fascinación y seducción ante la mirada del televidente.
Aquí radica el modo de representación principal de lo femenino y lo masculino en los video clips cubanos contemporáneos –al igual que la gran mayoría de los que se realizan en el resto del mundo–; de manera constante se acude como estrategia a la exposición visual del cuerpo y su posicionamiento desde lo erótico, en acciones, conflictos y escenografías. Modos que responden a criterios, valores y representaciones sociales del sistema patriarcal vigente en la sociedad cubana.
La exposición visual del erotismo, del cuerpo y su sensualidad como parte de la sexualidad femenina y masculina no supone en sí misma ningún conflicto, prejuicio o estereotipo. Por el contrario, la proyección, ubicación o exhibición de los cuerpos sexuados es inevitable y hasta fructífera, pues todos los seres humanos estamos constantemente atravesados, guiados, marcados por experiencias, deseos y representaciones de nuestros cuerpos y nuestra sexualidad.
No obstante, en los clips cubanos contemporáneos se hegemoniza un discurso arraigado en los valores de una cultura machista y falocéntrica. De manera general nos encontramos con una representación reduccionista del cuerpo y la feminidad misma; las mujeres continúan siendo objeto de deseo, se fragmenta su cuerpo en piezas cargadas de erotismo y se reducen sus espacios y roles a aquellos que las definen como compañera sexual, principalmente.
La visión sobre el cuerpo femenino y masculino en nuestros clips cumple con los parámetros de un cuerpo “bello” que referencia el modelo occidental: mayoritariamente blanco, grácil, delgado, estilizado, inmaculado… Las mujeres continúan siendo suaves y se explota cierta sensualidad delicada, liviana, frágil. La parte expositiva de su belleza es el rostro, por ello un buen número de secuencias comienza y acaba con primerísimos planos de su boca, ojos y sonrisa.
Por ejemplo, en el video Tal vez, de la cantante Rochy, el uso del contraluz y perfiles describen partes del cuerpo femenino; las siluetas, los planos a manos y pies detallan fragmentos del cuerpo de la cantante, cuadros cargados de una sensualidad delicada que le dan un sentido profundamente táctil a la imagen.
Sin embargo, la representación del eterno femenino dentro del clip expresa una dicotomía. Tales contrastes se corresponden a particularidades dramatúrgicas que ubican a las mujeres como protagonistas, personajes secundarios o extras. En el caso de que sean figuras protagónicas se cuida su imagen, se captan sus mejores ángulos, los delicados y «buenos».
En los clips donde las mujeres no son protagonistas, se fragmenta el cuerpo de las jóvenes «acompañantes»; apoyados en estereotipos de género que con menos respeto ubican en primeros planos piernas, caderas, bustos y traseros en movimiento.
Pero es en el video Nalgas, del dúo Buena Fe, donde la mujer deja de poseer identidad, deja de ser sujeto para convertirse en escenografía encarnada. Un cuerpo de mujer desnudo y enorme representa una montaña sobre la cual se suceden y ejecutan las acciones; responde solo a los estímulos de los aventureros y aparecen, entonces, unas de las secuencias más reprochables del clip: aquella en la cual uno de los protagonistas deshollina la vagina de esta mujer-escenográfica.
Este video constituye una gran metáfora de cómo se desarrollan las diferentes relaciones de poder circunscritas a los vínculos afectivos y eróticos entre los sexos. Foucault afirma que el cuerpo está inmerso en un campo político; las relaciones de poder operan sobre él como una presa inmediata, lo cercan, lo marcan, lo doman, exigen de él unos signos. (Foucault, 1980 en Butler, 2001).
La relación de las mujeres con su cuerpo y su deseo es muy diferente a la que manifiestan los hombres. El poder media las experiencias eróticas. Si bien es común encontrar videos donde las mujeres aparecen como sujetos deseantes, en muchos casos el texto del tema musical las limita a la nostalgia por el amor perdido y/o a la espera del compañero que ha de regresar, pues la mayoría de nuestros videos son de corte narrativo y por tanto se reproduce la historia que propone la canción. En otros clips pueden aparecer como sujetos de deseo frustrados por la violencia, el rechazo, la distancia, etcétera.
Aunque en realizaciones recientes aparece la artista desprovista de cierta suavidad, mucho más agresiva, desenfadada, dueña de un espacio y rodeada desde una posición de poder de una banda, un grupo de hombres o mujeres. Me refiero a los videos más recientes de Isis, de Yoli. Ellas –junto a otras cantantes van articulando un discurso que expresa un cambio, exposición que aún integra la imagen femenina como objeto de deseo, pero que se contrapone a la delicada y frágil.
Otros, como los videos recientes de Alfredo Ureta Ratos para el olvido, para Polito Ibáñez, y Mentirosa, para la Charanga Habanera, exponen un interés manifiesto del realizador en jugar con las apariencias. En el primero de ellos, Ureta, a partir de un juego de espejos, discursa sobre la falsa imagen, los conflictos y tragedias de una vida de afeites y moda; en Mentirosa utiliza el doble sentido y la dualidad o paralelismo entre la mujer santa y la mandrágora.
Por otra parte, los hombres se representan como sujetos activos y proveedores en las relaciones eróticas, sociales e interpersonales. Ocupan un lugar protagónico y casi hegemónico como sujetos de deseo pocas veces rechazados.
En las figuras masculinas opera una autorrepresentación positiva, superlativa en el caso de los protagonistas, a la vez que ocurre un proceso de socialización y validación homosocial muy relacionado con un cambio en los cánones de belleza y una aparición cada vez más frecuente del cuerpo masculino como objeto de deseo. Códigos de seducción basados en el cuerpo que con anterioridad eran reservados a las mujeres.
Desde hace varios años, en nuestro país viene manifestándose un cambio estético en las definiciones y apropiaciones de la belleza masculina. La virilidad comienza a incorporar el gusto por un cuerpo cada vez más estilizado, más sensual y delicado, lo cual responde, en cierta medida, a modas y tendencias internacionales que coquetean con la androginia.
En este sentido, se pudiera evocar la aparición en pantalla de la imagen delicada y sensual de Leonardo en el video A dónde vas, realizado por Léster Hamlet, y también la gran mayoría de los videos de la Charanga Habanera, junto a otras agrupaciones y cantantes de música popular.
En A dónde vas la figura masculina aparece erotizada a partir de la sensualidad, la delicadeza, cierta fragilidad y desamparo –muy relacionado con el tema musical–, todos códigos usados tradicionalmente en la representación del cuerpo femenino, lo cual llevó a algunos a evocar en este clip cierto homoerotismo. Nada más alejado de la verdad. Leoni rompe con los códigos audiovisuales del macho tradicional, pero sufre por y para una mujer.
Pues si bien hombres y mujeres aparecen en pantalla, la visión más generalizada es la presencia de uno u otro género como par, complemento de su opuesto; lo que en la sociedad se encuentra representado como complemento emocional adquiere en estos textos audiovisuales el carácter de complemento simbólico. Así, la representación de un mundo totalmente heteronormativo y heterosexista por transitividad se establece de un modo hegemónico.
En cuanto a la representación del homoerotismo –como me señalara Rufo Caballero– existen videos como Santa Cecilia, realizado por Léster Hamlet; Lola, del grupo musical Moneda Dura, y especialmente Mama, dirigido por Grettel Echarte para Raúl Paz, constituyen un muestreo de las diferentes expresiones genéricas y comportamientos sexuales, realidades que desde el margen subsisten y deben ser reconocidas. No obstante, estos videos constituyen una minoría ante el posicionamiento erótico del cuerpo a partir de un deseo –manifiesto– heterosexual.
Quizá en el constante galanteo, admiración y homovalidación que vemos con frecuencia en videos de agrupaciones de música popular, algunos puedan percibir un homoerotismo subyacente.
Sin embargo, comparto el criterio de Lionel Tigre (Tiger, s/a en Gutman, s/a) de que las relaciones homosociales entre los varones son lazos de camaradería. Estos lazos e intercambios entre varones se establecen a partir de códigos desprovistos de cualquier intención homoerótica, a semejanza de otros que suceden en espacios de socialización masculina como el deporte, donde los jugadores se abrazan, se dan nalgadas e, incluso, se besan después de una excelente jugada, eventos que para nada connotan vínculos o expresiones fuera de la heteronormatividad y quedan circunscritos a los miembros de la cofradía.
Las figuras públicas, y en específico los protagonistas de los clips cubanos, exponen como referente una masculinidad «posicionada» en lo más alto de la jerarquía social, según su continua autovalidación como hombres exitosos. Y es que además de las relaciones de camaradería, desde los primeros años los varones son evaluados por otros hombres, compiten con ellos y durante esa carrera esos otros son los mismos que han de validar, de manera constante, su virilidad y masculinidad «a toda prueba»; masculinidad que de igual manera se centra en su poder de seducción, de macho activo, deseoso y deseado.
No nos engañemos, si bien existe una des-contracción del cuerpo masculino y un uso creciente como objeto de deseo, aún se mantienen ciertas reglas que no «desnudan» de poder al hombre en la misma proporción con la que se desviste o expone su cuerpo en pantalla.
Estos cambios solo quedan a nivel epidérmico y discursivo. Aún existe dominio de la figura masculina sobre las partes que se exhiben. Además, el cuerpo de los varones a diferencia del femenino, no solo tiene valor en sí mismo, en su belleza «natural», sino que parte de su “esencia” es también todo el valor agregado que supera al cuerpo como producto, dígase la tecnología, el nivel adquisitivo, y tradúzcase en celulares, carros lujosos y mujeres que les persiguen.
¿Qué factores influyen en estas representaciones?
Median en gran medida los factores culturales, el mercado, las políticas de las disqueras, la obra del artista a promocionar y específicamente las ideologías profesionales de los realizadores y su equipo.
En nuestro país, la realización de videos musicales la protagonizan hombres, y estos no pueden deshacerse de una mirada hacia el género marcada por sus historias de vida, identidades, el contexto social, su preparación profesional y criterios. Todo esto incide –junto a otros factores– en el despliegue del sistema de creencias culturales que el clip propone.
Todavía prevalece un uso sexista en el lenguaje audiovisual que se relaciona con los valores más tradicionales y estereotipados sobre el género aún manifiestos en la sociedad cubana. Valores que si bien coexisten en nuestro contexto social, en el video musical constituyen una síntesis, mucho más potenciada, pues no emergen representaciones de los cambios que se constatan en la actualidad.
Bajo el criterio del clip como producto comercial puede agazaparse cierto facilismo y justificación ante las representaciones de modelos hegemónicos donde intervienen no solo el erotismo y el género, sino también la raza, la orientación sexual, el grupo etáreo, el posicionamiento económico, la diversidad cultural, la religión, la zona geográfica, etcétera.
No creo que sean sus códigos audiovisuales los que «condenen» al clip al ostracismo en el debate sobre lo femenino y lo masculino, pues un género que vive constantemente desdibujando las fronteras, que huye de todo tipo de clasificación o encasillamiento, tiene las potencialidades de establecer discursos varios: unos que continúen con la exposición tropicalizada y lúdica de la realidad nacional; otros que construyan un mundo «virtual»; algunos que intenten un «viaje a la semilla», e infinidad de otros que jueguen y experimenten, como infinito y diverso puede ser el acto creativo.
Una mirada más diversa, menos estereotipada y sexista, estará más apegada a la pluralidad de manifestaciones genéricas y cambios que se suceden en la sociedad cubana actual, transformaciones que se dan no solo a nivel visual del cuerpo sexuado, sino también en el posicionamiento social alcanzado por las mujeres, roles y expresiones que trascienden las orientaciones sexuales y las leyes del patriarcado. Reivindicaciones que desde el género se lograron en Cuba hace ya casi medio siglo y de las cuales aún el video clip no se hace eco.
Referencias Bibliográficas
1. Butler, Judith: «Cuerpos subversivos», en Butler, Judith: «El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad», cap. 3, México, Editorial Paidós,
2001, pp. 113-172.
2. Gutmann, Matthew C: «Traficando con hombres: La Antropología de la Masculinidad», s/d.
3. Lagarde, Marcela: Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas, UNAM, México, 1997. Disponible en el URL: http://articulotecafeminista. blogspot.com/2007/04/la-sexualidad.html.
“... el erotismo en nuestro mundo, es patriarcal, clasista, genérico, racista, específico y distintivo para los grupos de edad, y para los sujetos, de acuerdo con el tipo de conyugalidad y con sus particulares tradiciones…” (Marcela Lagarde, 1997).
Las representaciones sociales de los cuerpos sexuados –a partir de la construcción mediática, y específicamente la audiovisual–, se expresan como una categoría constituyente de la realidad social.
Por ello la importancia de una mirada crítica hacia los textos que producen los medios de comunicación. Referencias que van constituyendo nuestro espacio simbólico y median en las representaciones, conductas y valoraciones que vamos conformando cubanas y cubanos respecto a nuestra sexualidad y nuestro erotismo.
Como producto post moderno, el video clip se mueve constantemente entre la fragmentación, la relectura de disímiles lenguajes artísticos, entre ellos la cultura popular, el mercado, las nuevas tecnologías, la publicidad y el cine.
Al clip en Cuba se le reconoce como un producto con connotaciones culturales relevantes que, además de responder a los intereses comerciales de un artista o agrupación, se ha instituido como un medio más para la expresión de múltiples problemáticas, espacios y grupos sociales.
Varios autores resaltan en el clip su lenguaje centrado en lo cotidiano, que busca la evasión en lo terrenal, en el contacto con lo físico y emocional, en el placer lúdico. De esta manera, cuando reproducimos la canción y sus imágenes, la incitación al deseo funciona junto a los mecanismos de seducción que apuestan por una relación estrecha entre el/la cantante y el espectador/a, vínculo que toma como centro el cuerpo, su capacidad de encanto, fascinación y seducción ante la mirada del televidente.
Aquí radica el modo de representación principal de lo femenino y lo masculino en los video clips cubanos contemporáneos –al igual que la gran mayoría de los que se realizan en el resto del mundo–; de manera constante se acude como estrategia a la exposición visual del cuerpo y su posicionamiento desde lo erótico, en acciones, conflictos y escenografías. Modos que responden a criterios, valores y representaciones sociales del sistema patriarcal vigente en la sociedad cubana.
La exposición visual del erotismo, del cuerpo y su sensualidad como parte de la sexualidad femenina y masculina no supone en sí misma ningún conflicto, prejuicio o estereotipo. Por el contrario, la proyección, ubicación o exhibición de los cuerpos sexuados es inevitable y hasta fructífera, pues todos los seres humanos estamos constantemente atravesados, guiados, marcados por experiencias, deseos y representaciones de nuestros cuerpos y nuestra sexualidad.
No obstante, en los clips cubanos contemporáneos se hegemoniza un discurso arraigado en los valores de una cultura machista y falocéntrica. De manera general nos encontramos con una representación reduccionista del cuerpo y la feminidad misma; las mujeres continúan siendo objeto de deseo, se fragmenta su cuerpo en piezas cargadas de erotismo y se reducen sus espacios y roles a aquellos que las definen como compañera sexual, principalmente.
La visión sobre el cuerpo femenino y masculino en nuestros clips cumple con los parámetros de un cuerpo “bello” que referencia el modelo occidental: mayoritariamente blanco, grácil, delgado, estilizado, inmaculado… Las mujeres continúan siendo suaves y se explota cierta sensualidad delicada, liviana, frágil. La parte expositiva de su belleza es el rostro, por ello un buen número de secuencias comienza y acaba con primerísimos planos de su boca, ojos y sonrisa.
Por ejemplo, en el video Tal vez, de la cantante Rochy, el uso del contraluz y perfiles describen partes del cuerpo femenino; las siluetas, los planos a manos y pies detallan fragmentos del cuerpo de la cantante, cuadros cargados de una sensualidad delicada que le dan un sentido profundamente táctil a la imagen.
Sin embargo, la representación del eterno femenino dentro del clip expresa una dicotomía. Tales contrastes se corresponden a particularidades dramatúrgicas que ubican a las mujeres como protagonistas, personajes secundarios o extras. En el caso de que sean figuras protagónicas se cuida su imagen, se captan sus mejores ángulos, los delicados y «buenos».
En los clips donde las mujeres no son protagonistas, se fragmenta el cuerpo de las jóvenes «acompañantes»; apoyados en estereotipos de género que con menos respeto ubican en primeros planos piernas, caderas, bustos y traseros en movimiento.
Pero es en el video Nalgas, del dúo Buena Fe, donde la mujer deja de poseer identidad, deja de ser sujeto para convertirse en escenografía encarnada. Un cuerpo de mujer desnudo y enorme representa una montaña sobre la cual se suceden y ejecutan las acciones; responde solo a los estímulos de los aventureros y aparecen, entonces, unas de las secuencias más reprochables del clip: aquella en la cual uno de los protagonistas deshollina la vagina de esta mujer-escenográfica.
Este video constituye una gran metáfora de cómo se desarrollan las diferentes relaciones de poder circunscritas a los vínculos afectivos y eróticos entre los sexos. Foucault afirma que el cuerpo está inmerso en un campo político; las relaciones de poder operan sobre él como una presa inmediata, lo cercan, lo marcan, lo doman, exigen de él unos signos. (Foucault, 1980 en Butler, 2001).
La relación de las mujeres con su cuerpo y su deseo es muy diferente a la que manifiestan los hombres. El poder media las experiencias eróticas. Si bien es común encontrar videos donde las mujeres aparecen como sujetos deseantes, en muchos casos el texto del tema musical las limita a la nostalgia por el amor perdido y/o a la espera del compañero que ha de regresar, pues la mayoría de nuestros videos son de corte narrativo y por tanto se reproduce la historia que propone la canción. En otros clips pueden aparecer como sujetos de deseo frustrados por la violencia, el rechazo, la distancia, etcétera.
Aunque en realizaciones recientes aparece la artista desprovista de cierta suavidad, mucho más agresiva, desenfadada, dueña de un espacio y rodeada desde una posición de poder de una banda, un grupo de hombres o mujeres. Me refiero a los videos más recientes de Isis, de Yoli. Ellas –junto a otras cantantes van articulando un discurso que expresa un cambio, exposición que aún integra la imagen femenina como objeto de deseo, pero que se contrapone a la delicada y frágil.
Otros, como los videos recientes de Alfredo Ureta Ratos para el olvido, para Polito Ibáñez, y Mentirosa, para la Charanga Habanera, exponen un interés manifiesto del realizador en jugar con las apariencias. En el primero de ellos, Ureta, a partir de un juego de espejos, discursa sobre la falsa imagen, los conflictos y tragedias de una vida de afeites y moda; en Mentirosa utiliza el doble sentido y la dualidad o paralelismo entre la mujer santa y la mandrágora.
Por otra parte, los hombres se representan como sujetos activos y proveedores en las relaciones eróticas, sociales e interpersonales. Ocupan un lugar protagónico y casi hegemónico como sujetos de deseo pocas veces rechazados.
En las figuras masculinas opera una autorrepresentación positiva, superlativa en el caso de los protagonistas, a la vez que ocurre un proceso de socialización y validación homosocial muy relacionado con un cambio en los cánones de belleza y una aparición cada vez más frecuente del cuerpo masculino como objeto de deseo. Códigos de seducción basados en el cuerpo que con anterioridad eran reservados a las mujeres.
Desde hace varios años, en nuestro país viene manifestándose un cambio estético en las definiciones y apropiaciones de la belleza masculina. La virilidad comienza a incorporar el gusto por un cuerpo cada vez más estilizado, más sensual y delicado, lo cual responde, en cierta medida, a modas y tendencias internacionales que coquetean con la androginia.
En este sentido, se pudiera evocar la aparición en pantalla de la imagen delicada y sensual de Leonardo en el video A dónde vas, realizado por Léster Hamlet, y también la gran mayoría de los videos de la Charanga Habanera, junto a otras agrupaciones y cantantes de música popular.
En A dónde vas la figura masculina aparece erotizada a partir de la sensualidad, la delicadeza, cierta fragilidad y desamparo –muy relacionado con el tema musical–, todos códigos usados tradicionalmente en la representación del cuerpo femenino, lo cual llevó a algunos a evocar en este clip cierto homoerotismo. Nada más alejado de la verdad. Leoni rompe con los códigos audiovisuales del macho tradicional, pero sufre por y para una mujer.
Pues si bien hombres y mujeres aparecen en pantalla, la visión más generalizada es la presencia de uno u otro género como par, complemento de su opuesto; lo que en la sociedad se encuentra representado como complemento emocional adquiere en estos textos audiovisuales el carácter de complemento simbólico. Así, la representación de un mundo totalmente heteronormativo y heterosexista por transitividad se establece de un modo hegemónico.
En cuanto a la representación del homoerotismo –como me señalara Rufo Caballero– existen videos como Santa Cecilia, realizado por Léster Hamlet; Lola, del grupo musical Moneda Dura, y especialmente Mama, dirigido por Grettel Echarte para Raúl Paz, constituyen un muestreo de las diferentes expresiones genéricas y comportamientos sexuales, realidades que desde el margen subsisten y deben ser reconocidas. No obstante, estos videos constituyen una minoría ante el posicionamiento erótico del cuerpo a partir de un deseo –manifiesto– heterosexual.
Quizá en el constante galanteo, admiración y homovalidación que vemos con frecuencia en videos de agrupaciones de música popular, algunos puedan percibir un homoerotismo subyacente.
Sin embargo, comparto el criterio de Lionel Tigre (Tiger, s/a en Gutman, s/a) de que las relaciones homosociales entre los varones son lazos de camaradería. Estos lazos e intercambios entre varones se establecen a partir de códigos desprovistos de cualquier intención homoerótica, a semejanza de otros que suceden en espacios de socialización masculina como el deporte, donde los jugadores se abrazan, se dan nalgadas e, incluso, se besan después de una excelente jugada, eventos que para nada connotan vínculos o expresiones fuera de la heteronormatividad y quedan circunscritos a los miembros de la cofradía.
Las figuras públicas, y en específico los protagonistas de los clips cubanos, exponen como referente una masculinidad «posicionada» en lo más alto de la jerarquía social, según su continua autovalidación como hombres exitosos. Y es que además de las relaciones de camaradería, desde los primeros años los varones son evaluados por otros hombres, compiten con ellos y durante esa carrera esos otros son los mismos que han de validar, de manera constante, su virilidad y masculinidad «a toda prueba»; masculinidad que de igual manera se centra en su poder de seducción, de macho activo, deseoso y deseado.
No nos engañemos, si bien existe una des-contracción del cuerpo masculino y un uso creciente como objeto de deseo, aún se mantienen ciertas reglas que no «desnudan» de poder al hombre en la misma proporción con la que se desviste o expone su cuerpo en pantalla.
Estos cambios solo quedan a nivel epidérmico y discursivo. Aún existe dominio de la figura masculina sobre las partes que se exhiben. Además, el cuerpo de los varones a diferencia del femenino, no solo tiene valor en sí mismo, en su belleza «natural», sino que parte de su “esencia” es también todo el valor agregado que supera al cuerpo como producto, dígase la tecnología, el nivel adquisitivo, y tradúzcase en celulares, carros lujosos y mujeres que les persiguen.
¿Qué factores influyen en estas representaciones?
Median en gran medida los factores culturales, el mercado, las políticas de las disqueras, la obra del artista a promocionar y específicamente las ideologías profesionales de los realizadores y su equipo.
En nuestro país, la realización de videos musicales la protagonizan hombres, y estos no pueden deshacerse de una mirada hacia el género marcada por sus historias de vida, identidades, el contexto social, su preparación profesional y criterios. Todo esto incide –junto a otros factores– en el despliegue del sistema de creencias culturales que el clip propone.
Todavía prevalece un uso sexista en el lenguaje audiovisual que se relaciona con los valores más tradicionales y estereotipados sobre el género aún manifiestos en la sociedad cubana. Valores que si bien coexisten en nuestro contexto social, en el video musical constituyen una síntesis, mucho más potenciada, pues no emergen representaciones de los cambios que se constatan en la actualidad.
Bajo el criterio del clip como producto comercial puede agazaparse cierto facilismo y justificación ante las representaciones de modelos hegemónicos donde intervienen no solo el erotismo y el género, sino también la raza, la orientación sexual, el grupo etáreo, el posicionamiento económico, la diversidad cultural, la religión, la zona geográfica, etcétera.
No creo que sean sus códigos audiovisuales los que «condenen» al clip al ostracismo en el debate sobre lo femenino y lo masculino, pues un género que vive constantemente desdibujando las fronteras, que huye de todo tipo de clasificación o encasillamiento, tiene las potencialidades de establecer discursos varios: unos que continúen con la exposición tropicalizada y lúdica de la realidad nacional; otros que construyan un mundo «virtual»; algunos que intenten un «viaje a la semilla», e infinidad de otros que jueguen y experimenten, como infinito y diverso puede ser el acto creativo.
Una mirada más diversa, menos estereotipada y sexista, estará más apegada a la pluralidad de manifestaciones genéricas y cambios que se suceden en la sociedad cubana actual, transformaciones que se dan no solo a nivel visual del cuerpo sexuado, sino también en el posicionamiento social alcanzado por las mujeres, roles y expresiones que trascienden las orientaciones sexuales y las leyes del patriarcado. Reivindicaciones que desde el género se lograron en Cuba hace ya casi medio siglo y de las cuales aún el video clip no se hace eco.
Referencias Bibliográficas
1. Butler, Judith: «Cuerpos subversivos», en Butler, Judith: «El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad», cap. 3, México, Editorial Paidós,
2001, pp. 113-172.
2. Gutmann, Matthew C: «Traficando con hombres: La Antropología de la Masculinidad», s/d.
3. Lagarde, Marcela: Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas, UNAM, México, 1997. Disponible en el URL: http://articulotecafeminista. blogspot.com/2007/04/la-sexualidad.html.
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