Asalia Venegas
Mucho se ha escrito sobre los 300 años del oprobio de la conquista europea en las tierras de este continente. Sobre los desmanes y el genocidio más grande en la historia de la humanidad, según el criterio autorizado de estudiosos e investigadores de aquel doloroso pasado. Así como se generó una visión condenatoria de ese proceso expansionista, también se dio a la par una visión laudatoria que sólo avizoró logros y beneficios de esa conquista en estos mundos.
La historiografía crítica latinoamericana calcula que fueron exterminados, durante los primeros 150 años de la penetración europea, entre 150 y 80 millones de los pobladores de Mesoamérica y del Tawantinsuyu. Eduardo Galeano, en Las venas abiertas de América Latina, da un crudo relato de lo que fue el proceso expansionista de las metrópolis. Enrique Semo, historiador mexicano, habla de la resistencia de los aztecas y de la desesperación de los españoles ante los enfrentamientos que se dieron.
La cultura de los pueblos indígenas de América se ha mantenido incólume: ritos, danzas, creencias. Sus cosmogonías no sólo son un referente intracultural, sino que permiten entender y conocer su espiritualidad. La barbarie del colonizador y sus desmanes no pudieron arrasar con esas culturas como lo pretendieron los invasores. Fray Bernardino de Sahagún y fray Bartolomé de las Casas ilustran en sus obras tales pasajes.
Hoy en día es notorio el porcentaje mayoritario de población indígena que hay en varias repúblicas de nuestro continente. La supremacía del hombre blanco marcó las viejas relaciones de poder, de hegemonía y control. En ese recorrido se marginó y expolió a nuestras etnias. En el siglo XIX, el Libertador pronunció su célebre frase: "¿Es que acaso trescientos años de coloniaje no bastan?".
La Constitución ha consagrado los derechos de los pueblos indígenas. Nuestras etnias se han hecho visibles y como lo consagra la Carta Magna de Derecho y de Justicia. En el resto del continente, la lucha ha sido larga mas no infructuosa. Ya lo hemos dicho, esta es la hora de los pueblos. Mientras, la oposición venezolana con gríngolas los califica como "esa gente".
Antropólogos y sociólogos de derecha denigran y hablan de una tal "cultural universal", pero sin esos pueblos.
Periodista/Prof. universitaria
Mucho se ha escrito sobre los 300 años del oprobio de la conquista europea en las tierras de este continente. Sobre los desmanes y el genocidio más grande en la historia de la humanidad, según el criterio autorizado de estudiosos e investigadores de aquel doloroso pasado. Así como se generó una visión condenatoria de ese proceso expansionista, también se dio a la par una visión laudatoria que sólo avizoró logros y beneficios de esa conquista en estos mundos.
La historiografía crítica latinoamericana calcula que fueron exterminados, durante los primeros 150 años de la penetración europea, entre 150 y 80 millones de los pobladores de Mesoamérica y del Tawantinsuyu. Eduardo Galeano, en Las venas abiertas de América Latina, da un crudo relato de lo que fue el proceso expansionista de las metrópolis. Enrique Semo, historiador mexicano, habla de la resistencia de los aztecas y de la desesperación de los españoles ante los enfrentamientos que se dieron.
La cultura de los pueblos indígenas de América se ha mantenido incólume: ritos, danzas, creencias. Sus cosmogonías no sólo son un referente intracultural, sino que permiten entender y conocer su espiritualidad. La barbarie del colonizador y sus desmanes no pudieron arrasar con esas culturas como lo pretendieron los invasores. Fray Bernardino de Sahagún y fray Bartolomé de las Casas ilustran en sus obras tales pasajes.
Hoy en día es notorio el porcentaje mayoritario de población indígena que hay en varias repúblicas de nuestro continente. La supremacía del hombre blanco marcó las viejas relaciones de poder, de hegemonía y control. En ese recorrido se marginó y expolió a nuestras etnias. En el siglo XIX, el Libertador pronunció su célebre frase: "¿Es que acaso trescientos años de coloniaje no bastan?".
La Constitución ha consagrado los derechos de los pueblos indígenas. Nuestras etnias se han hecho visibles y como lo consagra la Carta Magna de Derecho y de Justicia. En el resto del continente, la lucha ha sido larga mas no infructuosa. Ya lo hemos dicho, esta es la hora de los pueblos. Mientras, la oposición venezolana con gríngolas los califica como "esa gente".
Antropólogos y sociólogos de derecha denigran y hablan de una tal "cultural universal", pero sin esos pueblos.
Periodista/Prof. universitaria
No hay comentarios:
Publicar un comentario