Caracas, 25 Oct. ABN.- Puede que algunos se animen a discutir si es un verdadero santo. Tal vez otros se burlen de su mala suerte, porque fue atropellado por el único carro que había en Caracas en 1918. Puede que unos cuantos pongan en duda su amor por el prójimo y digan que sólo atendía a sus amigos.
Pero difícilmente podrá decirse que José Gregorio Hernández no era un profesional bien preparado, un verdadero hombre de ciencia. Si se revisan bien los hechos, es posible que Venezuela le deba más como científico que como hacedor de milagros. Y aunque este 26 de octubre se cumple un año más de su nacimiento (vino al mundo en 1864), y recientemente se cumplieron 23 años de haber sido declarado Siervo de Dios por el Vaticano, es imposible pasar por alto su dedicación a la ciencia.
En todo caso, Siervo de Dios es otro de los títulos que el Dr. Hernández mereció antes y después de fallecido. Títulos de este mundo y de otro más espiritual.
En este mundo
En 1891, Hernández había regresado de estudiar en Europa y comenzó su actividad como docente en las cátedras de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), cátedras de las cuales había sido fundador meses antes.
Al culminar sus estudios de postgrado en París y Berlín, le fue delegada la responsabilidad de adquirir con recursos del Estado venezolano los materiales necesarios e indispensables para instalar el laboratorio de Fisiología Experimental en Caracas, así como la adquisición de la bibliografía que fuera necesaria para la apertura de las cátedras. Por sólo mencionar un ejemplo, fue el Dr. Hernández quien introdujo el microscopio en Venezuela.
En 1909, es nombrado profesor de otra cátedra, esta vez la de Anatomía Patológica Práctica, la cual funcionó anexa al Laboratorio del Hospital Vargas, y de la cual se encargó hasta la creación de la cátedra de Anatomía Patológica de la UCV con asiento en el Instituto Anatómico.
No sólo fue el fundador de la cátedra de Bacteriología, la primera establecida en América Latina, sino que fue la primera persona en Venezuela en publicar un trabajo de la disciplina: Elementos de Bacteriología, en 1906.
Era conocido como un profesor bastante culto y exigente (hablaba francés, alemán, inglés, italiano, portugués, dominaba el latín, era músico, filósofo y poseía profundos conocimientos de teología). Hernández formó una escuela de investigadores quienes desempeñaron un rol importantísimo en la medicina venezolana. Algunos de sus discípulos fueron nada menos que el Dr. Jesús Rafael Risquez, quien fue su sucesor en la Cátedra de Bacteriología y Parasitología, Rafael Rangel, considerado como el fundador de la parasitología nacional.
Asesorado por los doctores Mathias Duval, Isidro M Strauss, y Charles Robert Richet, (este último galardonado con el premio Nobel de Medicina por sus investigaciones sobre anafilaxia), obtuvo los conocimientos teóricos y el dominio de las técnicas histológicas, así como los conceptos básicos sobre la embriología, e introdujo en las últimas décadas del siglo XIX las ideas y el método experimental del especialista Claude Bernard. Con estas herramientas, José Gregorio Hernández se convirtió en padre de la medicina experimental en Venezuela.
En el mundo espiritual
Su camino hacia la santidad ha sido lento pero seguro y uno de los primeros pasos conseguidos fue precisamente el ser convertido en Siervo de Dios, un 16 de enero de 1986, por el Papa Juan Pablo II.
Siervo de Dios es el primer grado que el catolicismo otorga a una persona que es candidata para ser beatificada y posteriormente canonizada. Un Obispo diocesano y el Postulador de la Causa piden iniciar el proceso de canonización. Luego presentan a la Santa Sede un informe sobre la vida y las virtudes de la persona.
Más adelante, la Santa Sede, por medio de la Congregación para las Causas de los Santos, examina el informe y dicta el decreto diciendo que nada impide iniciar la Causa ('Nihil obstat'). Este decreto es la respuesta oficial de la Santa Sede a las autoridades diocesanas que han pedido iniciar el proceso canónico.
Obtenido el decreto de 'Nihil obstat', el Obispo diocesano dicta el Decreto de Introducción de la Causa y la persona postulada pasa a ser Siervo de Dios.
Se dice que hace falta un milagro comprobado para convertir a José Gregorio en santo, pero solamente en Isnotú, pueblito trujillano donde nació el 26 de octubre de 1864, el santuario edificado en su honor tiene alrededor de 30 mil placas en agradecimiento a milagros suyos. Por eso algunos dicen que no hacen falta milagros, sino disposición.
Se afirma también que el difundido uso de la imagen de Hernández en la santería lo ha alejado del Vaticano. En todo caso, mientras “el médico de los pobres” obtiene algún día el reconocimiento que merece por parte la Santa Sede, no hay que olvidar que fue un hombre que colocó a la ciencia venezolana en un alto lugar.
Pero difícilmente podrá decirse que José Gregorio Hernández no era un profesional bien preparado, un verdadero hombre de ciencia. Si se revisan bien los hechos, es posible que Venezuela le deba más como científico que como hacedor de milagros. Y aunque este 26 de octubre se cumple un año más de su nacimiento (vino al mundo en 1864), y recientemente se cumplieron 23 años de haber sido declarado Siervo de Dios por el Vaticano, es imposible pasar por alto su dedicación a la ciencia.
En todo caso, Siervo de Dios es otro de los títulos que el Dr. Hernández mereció antes y después de fallecido. Títulos de este mundo y de otro más espiritual.
En este mundo
En 1891, Hernández había regresado de estudiar en Europa y comenzó su actividad como docente en las cátedras de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), cátedras de las cuales había sido fundador meses antes.
Al culminar sus estudios de postgrado en París y Berlín, le fue delegada la responsabilidad de adquirir con recursos del Estado venezolano los materiales necesarios e indispensables para instalar el laboratorio de Fisiología Experimental en Caracas, así como la adquisición de la bibliografía que fuera necesaria para la apertura de las cátedras. Por sólo mencionar un ejemplo, fue el Dr. Hernández quien introdujo el microscopio en Venezuela.
En 1909, es nombrado profesor de otra cátedra, esta vez la de Anatomía Patológica Práctica, la cual funcionó anexa al Laboratorio del Hospital Vargas, y de la cual se encargó hasta la creación de la cátedra de Anatomía Patológica de la UCV con asiento en el Instituto Anatómico.
No sólo fue el fundador de la cátedra de Bacteriología, la primera establecida en América Latina, sino que fue la primera persona en Venezuela en publicar un trabajo de la disciplina: Elementos de Bacteriología, en 1906.
Era conocido como un profesor bastante culto y exigente (hablaba francés, alemán, inglés, italiano, portugués, dominaba el latín, era músico, filósofo y poseía profundos conocimientos de teología). Hernández formó una escuela de investigadores quienes desempeñaron un rol importantísimo en la medicina venezolana. Algunos de sus discípulos fueron nada menos que el Dr. Jesús Rafael Risquez, quien fue su sucesor en la Cátedra de Bacteriología y Parasitología, Rafael Rangel, considerado como el fundador de la parasitología nacional.
Asesorado por los doctores Mathias Duval, Isidro M Strauss, y Charles Robert Richet, (este último galardonado con el premio Nobel de Medicina por sus investigaciones sobre anafilaxia), obtuvo los conocimientos teóricos y el dominio de las técnicas histológicas, así como los conceptos básicos sobre la embriología, e introdujo en las últimas décadas del siglo XIX las ideas y el método experimental del especialista Claude Bernard. Con estas herramientas, José Gregorio Hernández se convirtió en padre de la medicina experimental en Venezuela.
En el mundo espiritual
Su camino hacia la santidad ha sido lento pero seguro y uno de los primeros pasos conseguidos fue precisamente el ser convertido en Siervo de Dios, un 16 de enero de 1986, por el Papa Juan Pablo II.
Siervo de Dios es el primer grado que el catolicismo otorga a una persona que es candidata para ser beatificada y posteriormente canonizada. Un Obispo diocesano y el Postulador de la Causa piden iniciar el proceso de canonización. Luego presentan a la Santa Sede un informe sobre la vida y las virtudes de la persona.
Más adelante, la Santa Sede, por medio de la Congregación para las Causas de los Santos, examina el informe y dicta el decreto diciendo que nada impide iniciar la Causa ('Nihil obstat'). Este decreto es la respuesta oficial de la Santa Sede a las autoridades diocesanas que han pedido iniciar el proceso canónico.
Obtenido el decreto de 'Nihil obstat', el Obispo diocesano dicta el Decreto de Introducción de la Causa y la persona postulada pasa a ser Siervo de Dios.
Se dice que hace falta un milagro comprobado para convertir a José Gregorio en santo, pero solamente en Isnotú, pueblito trujillano donde nació el 26 de octubre de 1864, el santuario edificado en su honor tiene alrededor de 30 mil placas en agradecimiento a milagros suyos. Por eso algunos dicen que no hacen falta milagros, sino disposición.
Se afirma también que el difundido uso de la imagen de Hernández en la santería lo ha alejado del Vaticano. En todo caso, mientras “el médico de los pobres” obtiene algún día el reconocimiento que merece por parte la Santa Sede, no hay que olvidar que fue un hombre que colocó a la ciencia venezolana en un alto lugar.
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