Aline Castellanos
Las luchas de las mujeres indígenas son muchas y todas igual de urgentes: contra la discriminación por ser mujeres e indígenas; contra el exterminio de nuestros pueblos; por la tierra, contra el saqueo y contaminación de los recursos naturales y por lograr servicios mínimos, como salud y educación. Tienen la gran lucha contra los "terrófagos" ancestrales que se siguen comiendo a la naturaleza y a nuestros pueblos.
Así lo expresan indígenas venezolanas, representantes de diferentes pueblos que, en entrevista colectiva con SEMlac, hicieron un breve retrato de su realidad actual, marcado por igual por la tragedia, las luchas cotidianas y por las deudas históricas de un Estado y una sociedad.
Dalia Herminia Yanez, indígena Warao y actual diputada en la Asamblea Nacional; Isabel Alfonso, de la Coordinadora de Mujeres Indígenas Sifonte y presidenta de los Pueblos indígenas Kariña y Pemón; Livia Ortiz, del estado Amazonas, del pueblo Piaroa, e Isabel Antoares, del estado Monagas, sentadas en círculo, ataviadas con colores y collares, de palabra suave y ojos negros, dicen que las luchas de las indígenas son "contra todo".
"Tenemos las luchas ancestrales con nuestros pueblos, pero también las luchas como mujeres indígenas", inicia Dalia, la diputada. "Estamos invadidos por los que yo llamo 'terrófagos': ganaderos, mineros, terratenientes, petroleros", denuncia.
"Están dentro de las comunidades, nos han arrinconado, no tenemos tierra, nos han contaminado el agua con mercurio como en los Estados de Amazonas y Bolívar; la tierra y el aire, como las petroleras asentadas en el Delta Amacuro, como las carboneras en el Zulia (frontera con Colombia), nos quieren exterminar como los terratenientes y ganaderos en la Sierra de Perijá".
El presidente Hugo Chávez se comprometió con nuestros pueblos a reconocer los territorios, a reconocer las demarcaciones correspondientes. Han pasado ya 10 años y todavía esto no se cumple, dice Dalia, y todas asienten.
La batalla contra el exterminio y por la demarcación territorial son dos asuntos emergentes en los pueblos originarios venezolanos. Recientemente, en la semana en que se celebró la resistencia indígena, en el marco del 12 de octubre, el pueblo Yukpa lloró dos muertos en la sierra de Perijá.
Su lucha por la demarcación territorial ha enardecido a los terratenientes, ganaderos, empresas mineras, militares y paramilitares de la zona y, como en otras ocasiones, la amenaza se cumplió.
En la persecución militar y paramilitar contra el cacique Yupka, que lidera la demanda de tierras, Sabino Romero, mató a su yerno Eber García, de la comunidad de Chaktapa, y a Mireya Romero, de 16 años y embarazada, hermana de Olegario Romero, un cacique de la comunidad vecina de Guamo Pamocha.
Y es que la demarcación territorial es un asunto pendiente del gobierno venezolano para con los pueblos indígenas. Sólo el pueblo Barí, uno de los 36 del país, ha perdido más del 90 por ciento de su territorio, por causa de concesiones otorgadas a empresas petroleras, de acuerdo con Roberto Lizarralde, investigador de la Universidad Central de Venezuela.
Nadie lleva la cuenta de los muertos y muertas de esta lucha ancestral, señalan las entrevistadas y afirman que recién en la última década los pueblos indígenas venezolanos y sus mujeres empezaron a hacer alianzas y enlaces.
Se formó el Consejo Nacional Indio Venezolano y la Coordinadora de Mujeres Indígenas, que comenzó sus trabajos en los años setenta y se rearticuló recientemente. Pero mientras se fortalecen las redes, cada pueblo continúa su batallar diario a nivel local, y la impunidad es cotidiana.
Afirman que en Venezuela se siguen violentando las leyes que protegen a los pueblos indígenas. Livia Ortiz enumera: las empresas mineras no nos consultan, las transnacionales llegan a contaminar; incluso el propio estado viola los derechos de los pueblos indígenas, pues sigue dando concesiones a las mineras.
Ejemplos hay muchos, dice. En Caroní, donde opera una de esas empresas, es como si no existieran los pueblos indígenas, nos tratan como si fuéramos animales. Si no nos toman en cuenta, tenemos que enfrentarnos, sentencia.
Denuncia que también están los militares y los paramilitares bajo el mando de terratenientes y ganaderos, sobre todo en las fronteras de Venezuela. Con estos grupos crece la prostitución y las violaciones sexuales en los pueblos indígenas; las mujeres somos las principales víctimas cuando se militariza un pueblo, asevera.
Por eso, abunda Isabel, del pueblo Pemón, muchas mujeres que salen de sus comunidades están en situación de miseria, de calle, sin vivienda, en estado de mendicidad, son desplazadas. No sabemos cuántas son, pero la falta de solución a la demanda de demarcación de los territorios indígenas y la persecución, es lo que hace que ellas tengan que abandonar sus pueblos.
Conscientes de que la riqueza natural y los recursos que se encuentran en los territorios autóctonos son el botín perseguido por los "terrófagos", señalan que estar en pie de lucha es el único recurso que queda, y a las mujeres, "nos queda claro que estamos luchando por sobrevivir", afirma la diputada Dalia.
Algunos de estos enfrentamientos por la tierra han tenido frutos, relata la representante popular. El primer juicio en la corte suprema de justicia ganado por un pueblo indígena, fue el de Guamo, estado Monagas. Gracias a la unión de los pueblos de la zona, se logró el reconocimiento de 10.564 hectáreas.
Aclaran que el reconocimiento territorial que los pueblos indígenas demandan atraviesa por la necesidad de unidad "y porque desde el gobierno no se propicie la división indígena, otorgando títulos de propiedad de manera discrecional y que se nos trate con dignidad, no como pueblos de segunda", dice Dalia.
Por eso, la lucha contra la discriminación es fundamental. Necesitamos un Estado que atienda y que entienda a los pueblos indígenas. Desde la Presidencia se ha bajado esa línea, pero "la otra sociedad" no ha permitido el fin de la discriminación, para el mundo criollo seguimos sin existir, añade.
Hay una falta de reconocimiento histórica, hay un intento de exterminio permanente contra nosotras y nuestros pueblos, por eso, nosotras decimos que, como mujeres indígenas, tenemos una historia diferente que contar..., concluye.
Las luchas de las mujeres indígenas son muchas y todas igual de urgentes: contra la discriminación por ser mujeres e indígenas; contra el exterminio de nuestros pueblos; por la tierra, contra el saqueo y contaminación de los recursos naturales y por lograr servicios mínimos, como salud y educación. Tienen la gran lucha contra los "terrófagos" ancestrales que se siguen comiendo a la naturaleza y a nuestros pueblos.
Así lo expresan indígenas venezolanas, representantes de diferentes pueblos que, en entrevista colectiva con SEMlac, hicieron un breve retrato de su realidad actual, marcado por igual por la tragedia, las luchas cotidianas y por las deudas históricas de un Estado y una sociedad.
Dalia Herminia Yanez, indígena Warao y actual diputada en la Asamblea Nacional; Isabel Alfonso, de la Coordinadora de Mujeres Indígenas Sifonte y presidenta de los Pueblos indígenas Kariña y Pemón; Livia Ortiz, del estado Amazonas, del pueblo Piaroa, e Isabel Antoares, del estado Monagas, sentadas en círculo, ataviadas con colores y collares, de palabra suave y ojos negros, dicen que las luchas de las indígenas son "contra todo".
"Tenemos las luchas ancestrales con nuestros pueblos, pero también las luchas como mujeres indígenas", inicia Dalia, la diputada. "Estamos invadidos por los que yo llamo 'terrófagos': ganaderos, mineros, terratenientes, petroleros", denuncia.
"Están dentro de las comunidades, nos han arrinconado, no tenemos tierra, nos han contaminado el agua con mercurio como en los Estados de Amazonas y Bolívar; la tierra y el aire, como las petroleras asentadas en el Delta Amacuro, como las carboneras en el Zulia (frontera con Colombia), nos quieren exterminar como los terratenientes y ganaderos en la Sierra de Perijá".
El presidente Hugo Chávez se comprometió con nuestros pueblos a reconocer los territorios, a reconocer las demarcaciones correspondientes. Han pasado ya 10 años y todavía esto no se cumple, dice Dalia, y todas asienten.
La batalla contra el exterminio y por la demarcación territorial son dos asuntos emergentes en los pueblos originarios venezolanos. Recientemente, en la semana en que se celebró la resistencia indígena, en el marco del 12 de octubre, el pueblo Yukpa lloró dos muertos en la sierra de Perijá.
Su lucha por la demarcación territorial ha enardecido a los terratenientes, ganaderos, empresas mineras, militares y paramilitares de la zona y, como en otras ocasiones, la amenaza se cumplió.
En la persecución militar y paramilitar contra el cacique Yupka, que lidera la demanda de tierras, Sabino Romero, mató a su yerno Eber García, de la comunidad de Chaktapa, y a Mireya Romero, de 16 años y embarazada, hermana de Olegario Romero, un cacique de la comunidad vecina de Guamo Pamocha.
Y es que la demarcación territorial es un asunto pendiente del gobierno venezolano para con los pueblos indígenas. Sólo el pueblo Barí, uno de los 36 del país, ha perdido más del 90 por ciento de su territorio, por causa de concesiones otorgadas a empresas petroleras, de acuerdo con Roberto Lizarralde, investigador de la Universidad Central de Venezuela.
Nadie lleva la cuenta de los muertos y muertas de esta lucha ancestral, señalan las entrevistadas y afirman que recién en la última década los pueblos indígenas venezolanos y sus mujeres empezaron a hacer alianzas y enlaces.
Se formó el Consejo Nacional Indio Venezolano y la Coordinadora de Mujeres Indígenas, que comenzó sus trabajos en los años setenta y se rearticuló recientemente. Pero mientras se fortalecen las redes, cada pueblo continúa su batallar diario a nivel local, y la impunidad es cotidiana.
Afirman que en Venezuela se siguen violentando las leyes que protegen a los pueblos indígenas. Livia Ortiz enumera: las empresas mineras no nos consultan, las transnacionales llegan a contaminar; incluso el propio estado viola los derechos de los pueblos indígenas, pues sigue dando concesiones a las mineras.
Ejemplos hay muchos, dice. En Caroní, donde opera una de esas empresas, es como si no existieran los pueblos indígenas, nos tratan como si fuéramos animales. Si no nos toman en cuenta, tenemos que enfrentarnos, sentencia.
Denuncia que también están los militares y los paramilitares bajo el mando de terratenientes y ganaderos, sobre todo en las fronteras de Venezuela. Con estos grupos crece la prostitución y las violaciones sexuales en los pueblos indígenas; las mujeres somos las principales víctimas cuando se militariza un pueblo, asevera.
Por eso, abunda Isabel, del pueblo Pemón, muchas mujeres que salen de sus comunidades están en situación de miseria, de calle, sin vivienda, en estado de mendicidad, son desplazadas. No sabemos cuántas son, pero la falta de solución a la demanda de demarcación de los territorios indígenas y la persecución, es lo que hace que ellas tengan que abandonar sus pueblos.
Conscientes de que la riqueza natural y los recursos que se encuentran en los territorios autóctonos son el botín perseguido por los "terrófagos", señalan que estar en pie de lucha es el único recurso que queda, y a las mujeres, "nos queda claro que estamos luchando por sobrevivir", afirma la diputada Dalia.
Algunos de estos enfrentamientos por la tierra han tenido frutos, relata la representante popular. El primer juicio en la corte suprema de justicia ganado por un pueblo indígena, fue el de Guamo, estado Monagas. Gracias a la unión de los pueblos de la zona, se logró el reconocimiento de 10.564 hectáreas.
Aclaran que el reconocimiento territorial que los pueblos indígenas demandan atraviesa por la necesidad de unidad "y porque desde el gobierno no se propicie la división indígena, otorgando títulos de propiedad de manera discrecional y que se nos trate con dignidad, no como pueblos de segunda", dice Dalia.
Por eso, la lucha contra la discriminación es fundamental. Necesitamos un Estado que atienda y que entienda a los pueblos indígenas. Desde la Presidencia se ha bajado esa línea, pero "la otra sociedad" no ha permitido el fin de la discriminación, para el mundo criollo seguimos sin existir, añade.
Hay una falta de reconocimiento histórica, hay un intento de exterminio permanente contra nosotras y nuestros pueblos, por eso, nosotras decimos que, como mujeres indígenas, tenemos una historia diferente que contar..., concluye.
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