lunes, 19 de octubre de 2009

Anarquía en moto .


Mariadela Linares

Muy pocos ciudadanos caraqueños pueden decir que escapan a ese huracán anárquico y agresivo en el cual se han convertido los motorizados en la ciudad. Entendemos que existe la intención por parte de un grupo de ellos por organizarse, por enseñar a sus colegas a respetar las leyes, a cambiarles la imagen. Sin embargo, la inmensa mayoría es abusadora.

El atropello es generalizado: contra los peatones, que transitan por las aceras y ven de pronto sus espacios tomados abusivamente por quienes andan en dos ruedas; contra los choferes de automóviles, que tienen que resignarse a ver sus retrovisores volar por los aires sin que medie siquiera una disculpa. Pareciera, más bien, que los automovilistas tienen que excusarse con los motorizados porque todo el mundo tiene que apartarse para que ellos pasen. Son un bando sin ley que no respeta luces, ni rayados, ni sentido de las fechas y que cometen sus faltas en las mismísimas caras de los numerosos fiscales ahora apostados en avenidas como la Baralt o la San Martín. Los uniformados parecieran estar allí para vigilar sólo a los carros. De resto, se hacen la vista gorda frente la anarquía en dos ruedas.

Pero el peor de los males, si lo anterior no cuenta, ocurre en las autopistas, donde se les permite circular sin que medien consideraciones que pasen por la necesidad, incluso, de preservar sus propias vidas.

Si a usted le toca la desgracia de tener que transitar por la Fajardo, por ejemplo, en horas pico, tiene que encomendarse al Santísimo si necesita cambiar de canal. El interminable enjambre que, cual caravana, toma el espacio entre el canal rápido y el lento, es de tal longitud, que moverse depende, literalmente, de la buena suerte.

La mala implica llevarse a alguno de ellos por delante, cosa que sucede todos los días. Y ni hablar de los insólitos atracos que ocurren cuando hay un atasco. Con el mayor descaro, delante de todo el mundo, el chofer perderá su cartera, su celular y su reloj, porque esa es ya una práctica frecuente.

Respetar su derecho al trabajo y a la libre circulación no debe significar que se les permita actuar con la anarquía con que lo han venido haciendo. Es hora ya de ponerles freno.

mlinar2004@yahoo.es

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