domingo, 25 de octubre de 2009

Seguimos con el adeco adentro.


Mariadela Linares

El mismo día en que las autoridades capitalinas anunciaban el plan de "embellecimiento" de Caracas, que incluía el cambio de los adoquines casi recién puestos por Bernal en Sabana Grande, las pacientes de la Maternidad "Concepción Palacios" amenazaban con generar una trifulca porque tenían cinco días sin baños, por falta de agua y deterioro. La insoportable pestilencia forzó traslados a otros centros. ¿Había que llegar a eso? Ciertamente la ciudad requería el toque de cariño que comienza a manifestarse en el pintado de rayados y aceras y en uno que otro detalle por ahí, pero seguimos fallando en lo fundamental: que prive el criterio del fondo por encima de las formas. Gastar dinero en embellecimiento, mientras los hospitales siguen padeciendo crisis que pasan por robos de costosos equipos, que aún ni siquiera habían sido estrenados, habla de la eterna mentalidad cuarto republicana, tan inclinada como era a esconder la basura bajo la alfombra.

Es necesario que el Estado controle, no sólo los servicios que son estratégicos para su soberanía, como la electricidad y las telecomunicaciones, sino que también garantice la seguridad agroalimentaria, la seguridad ciudadana y el derecho a la salud. Pero ahora no sufrimos de apagones sino de "alumbrones". Hay regiones como Anzoátegui o Mérida donde los cortes de electricidad son tan frecuentes y repentinos que los pobladores salen constantemente a protestar. Hace poco una ciudad tan importante como Valencia pasó 22 horas sin luz. Se necesita un Estado soberano, pero también se requiere un Estado eficiente.

¿Cuánto se ha hecho en diez años para garantizar el mínimo autoabastecimiento en rubros agrícolas fundamentales como el arroz o el café, para citar sólo dos ejemplos? Un simple cuadro de las importaciones efectuadas en los últimos lustros, y su comparación con las necesidades del mercado nacional, nos daría una respuesta que tal vez a muchos no guste.

No sabemos qué ha pasado con el informe presentado en Miraflores que revelaba que una fábrica de pañales, supuestamente venezolanos, era surtida por productos realmente chinos, y otra de inyectadoras con similar fraude.

Las sanciones no deben quedarse en la destitución, como fue el caso, porque entonces la impunidad va a conducir a que ese montón de seudo revolucionarios con mentalidad adeca enquistados en todas partes, sigan metiendo gato por liebre cada vez que tengan la ocasión, porque saben que no habrá castigo para el enorme daño que están haciendo.

Hace falta contraloría y una infinita cantidad de comisionados anticorrupción. Pero como ese mal hábito que no quisiéramos pensar que es venezolano, de trampear cada vez que se pueda, está tan acendrado, será necesario también alguien que vigile a los contralores, no sea que a estos se les reblandezcan las convicciones.

Policías que vigilen a los policías, en otras palabras.

Los adoquines del bulevar de Sabana Grande se rompieron demasiado rápido, es cierto. Pero tal vez no haga falta sustituirlos con algo muy costoso. Lo que necesitamos son camiones de asfalto para tapar, no sólo esos huecos, sino los miles que se acumulan en las calles, y toneladas de amor por el país que llenen los agujeros en las conciencias de muchos.


Mlinar2004@yahoo.es

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