domingo, 14 de diciembre de 2008

La Revolución y los niños, niñas y adolescentes .

Emiladys Meneses

“La revolución es algo que se lleva en el alma, no en la boca para vivir de ella.” Con esta frase de Ernesto Che Guevara, me permito iniciar este escrito en el que pretendo plasmar mi opinión en cuanto al papel que para la revolución representan los niños, niñas y adolescentes. Más adelante explicaré el por qué de ello. En Venezuela, el Ejecutivo Nacional no ha escatimado esfuerzos para dignificar la población infantil y adolescente así como para garantizar efectivamente sus derechos. Recuerdo haber oído al Presidente, en una ocasión, mientras decía que había cosas que podían esperar pero que los niños, niñas y adolescentes no podían esperar, ellos son “prioridad absoluta”. Ese día sentí una gran satisfacción, no podía creer que un Primer Mandatario Nacional dijera aquello con tanta convicción. Por mi mente pasaron de inmediato todas las luchas que, desde la sociedad, emprendimos para que en Venezuela se honraran los compromisos asumidos por el Estado al suscribir y ratificar la Convención sobre los Derechos del Niño, sin lograr mayores resultados ante los gobiernos anteriores. Aquella frase presidencial tuvo más sentido al ponerse en marcha un sin número de medidas dirigidas a asegurar que los niños, niñas y adolescentes tuviesen ese papel prioritario y, con la puesta en marcha de las misiones sociales, sin lugar a dudas que se ha implementado una atención integral a los problemas de fondo que ocasionaban las amenazas y violaciones a los derechos de niños, niñas y adolescentes. Definitivamente, por parte del ejecutivo nacional, la revolución llegó a los niños, niñas y adolescentes. Sin embargo, lo mismo no puede decirse de la actuación de algunos gobiernos regionales y locales, incluso que forman parte de la revolución, para los cuales los niños, niñas y adolescentes parecieran no tener mayor importancia. La ausencia de políticas efectivas para la atención de los derechos de la población infanto adolescente y una completa invisibilidad de este sector en el presupuesto público, son una clara evidencia de lo aquí aseverado. Ser revolucionario no implica solo el hecho de ser electo por la tarjeta del partido que respalda a nuestro presidente. Necesariamente debe existir una vinculación ideológica, con convicción, claramente reflejada en la práctica revolucionaria. Nada se hace con andar vestidos de rojo y gritando “Viva Chávez” si no cooperamos en un todo con el proyecto revolucionario. De nada servirá que seamos patrulleros y andemos en todas las marchas si no somos capaces de llevar el socialismo dentro de nosotros mismos y practicarlo. De qué puede ser útil, entonces, haber sido electo para un cargo de representación popular, gracias a los seguidores del proceso, si no podemos responder a las expectativas de un pueblo que cree en el socialismo. Si no reconocemos que la los niños, niñas y adolescentes son “prioridad absoluta” y garantizamos bajo este principio su protección integral (Art. 78 CRBV), simplemente no somos auténticos revolucionarios. “Dejad que los niños se acerquen, dejad que vengan a mí”; Cristo, el gran revolucionario, sin duda alguna socialista, usó esta frase. Mayor alegato de que ser revolucionario es pensar en los niños, no puedo esgrimir. Es cierto que ha habido alcaldes, alcaldesas, gobernadores y gobernadoras que incluyeron con preferencia a la infancia y la adolescencia en su gestión de gobierno. Sin embargo, no basta con algunos, se necesitan todos, y no para construir albergues (cual práctica tutelar de la cuarta república, altamente inefectiva) sino para generar soluciones estructurales para problemas de fondo, entendiendo además que hablar de “todos los derechos para todos los niños, niñas y adolescentes” implica una visión de integralidad que amerita igualmente una atención integral. El 23 de noviembre de 2008, modificó radicalmente el panorama político nacional. Nuevas figuras asumen las riendas de Gobernaciones y Alcaldías. Tengo fe de que estos nuevos actores permitan visibilizar la infancia y la adolescencia en sus programas de gobierno pero también en sus presupuestos, ésa es la concepción socialista, no la noción pragmática de la cuarta república que centró sus acciones en cemento y cabilla. En el socialismo el centro es el ser humano; los niños, niñas y adolescentes son el semillero de la nueva sociedad, su desarrollo evolutivo demanda atención y protección prioritarias, tengo la seguridad de que invertir en ello conlleva a solucionar graves problemas sociales. Acompañemos pues a nuestro Presidente, también en esta tarea. No empañemos los grandes logros del ejecutivo nacional con deficientes gestiones locales. Llevemos la revolución en el alma (tal como lo dijo el Che) y, parafraseando el escrito que encabeza este artículo, no en la boca o en la ropa para aprovecharnos de ella. Si actuamos con convicción socialista y ética revolucionaria estaremos acompañando a un gran hombre en la también gran empresa de lograr la “mayor suma de felicidad posible” para nuestro pueblo. emiladys@cantv.net

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