María Linares
La sociedad burguesa o capitalista tiende a encerrar al individuo en sí mismo, en el círculo de sus intereses inmediatos. Al mismo tiempo, usa múltiples medios capaces de engañarlo acerca de su verdadera situación; le propone de muchas maneras, a través de los medios de comunicación de masas, los patrones de una auténtica vida humana. Lo impulsa a buscar su realización y su felicidad en un medio extraño a los intereses fundamentales del individuo como ser social. La libertad individual que elogia la sociedad capitalista es en realidad una soledad vana y falsa en la cual se empobrece, marchita y deforma. ¿Qué es el individuo? Para esclarecer el contenido del concepto de “individuo” hay que definir, en primer término, la esencia del hombre como ser social, pues el individuo existe únicamente en la sociedad humana. Para Marx, “la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales”. Lo queramos o no, lo sepamos o no, nuestra participación en la vida social es los que nos hace humanos, y el paso de la animalidad a la humanidad es el tránsito de la horda a la vida social. Un individuo completamente apartado de la sociedad estaría totalmente deshumanizado. De la definición marxista de la esencia humana como conjunto de todas las relaciones sociales no se deduce, ni mucho menos, que el marxismo la reduzca íntegramente a esta esencia social, que las propiedades del individuo no estén vinculadas a su ser físico. El individuo es en cierta medida un ser biosocial. Ser social, porque tiene esencia social y ser biológico porque es un organismo vivo. El concepto de individuo está unido también al de individualidad. La individualidad se manifiesta en las aptitudes naturales y propiedades psíquicas de una persona: en las peculiaridades de la memoria, la imaginación, el temperamento y su carácter, en toda la diversidad de la fisonomía humana y de su actividad vital. Tiene asimismo un matiz individual todo el contenido de la conciencia: las concepciones, juicios y opiniones, que aun en el caso de ser comunes a distintas personas, contienen siempre algo “propio”. El nacimiento de las representaciones, las ideas, la “la conciencia”, se halla enlazada desde sus comienzos con la actividad (práctica social) y las relaciones materiales de los hombres, con su vida real. La conciencia no puede ser otra cosa que conciencia del ser (realidad que existe fuera e independientemente de la conciencia humana). Toda idea, aunque sea falsa, tiene sus raíces en la realidad. De ahí que todo análisis de cualquier fenómeno, acontecimiento –social, político-, su punto de partida es el hombre real, activo, que vive de cierto y determinado modo. Y con base en su vida real se explicaría el desarrollo de su ideología: reflejo y eco de aquélla. En todas las épocas, el pensamiento de la clase que se halla en la cima del poder, ejerce su predominio absoluto, (por ejemplo, en la sociedad capitalista, predomina la ideología capitalista). La clase que tiene en su poder los medios para la producción material, dispone también de los medios para la producción ideológica; de modo que imponen su pensamiento a los que, por carecer de los medios materiales, no pueden ser productivos espiritualmente. El individuo es el hombre, considerado desde el punto de vista no sólo de sus propiedades y rasgos generales, sino también de la originalidad de sus cualidades sociales, espirituales y físicas. Un rasgo universal del individuo es la actividad social o práctica social, que destaca al hombre del resto del mundo. El hombre es ante todo, un sujeto social que actúa intensamente y modifica las condiciones de su actividad vital. El hombre además es un ser que no sólo actúa socialmente, sino que piensa y siente socialmente, y todas estas cualidades están unidas entre sí de manera indisoluble. Se entiende por práctica social todas las formas de actividad de que es capaz nuestra especie, toda la actividad histórica y social de la humanidad considerada como un proceso de desarrollo indefinido. Desde este punto de vista, la teoría misma se incorpora a la práctica social, pues el pensamiento es una forma de actividad inseparable de las demás. ¿Cómo se define el concepto de hombre? “Hombre” es un concepto genérico, que expresa los rasgos comunes inherentes, además de rasgos generales, rasgos individuales. Cada hombre, según la expresión de Marx, “es cierto individuo singular, y precisamente su singularidad hace de él un individuo y un ser social verdaderamente individual…”. Pero en cuanto abordamos el contenido de todas estas propiedades ya no los individuos en general, sino individuos de tipos sociohistóricos concretos, cuyas características del mundo interno, género de vida y actividad son diferentes y hasta contradictorias. Tales son, por ejemplo, las contradicciones del individuo trabajador y del individuo burgués, del individuo progresista y del individuo reaccionario, etc. Es más, por cuanto las relaciones sociales se modifican en el curso del desarrollo histórico, los propios individuos sociales cambian también y, por consiguiente, aparecen y desaparecen sus características individuales. Así pues, al analizar el problema del individuo hay que partir de las condiciones de la época y de la estructura social de la formación socioeconómica de que se trate. Una formación socioeconómica es un determinado tipo de sociedad, un sistema social que funciona y desarrolla según sus leyes específicas sobre la base del modo de producción dado. La peculiaridad del modo de producción consiste en que éste cambia y se desarrolla constantemente. El desarrollo de la producción comienza con el cambio de las fuerzas productivas (instrumentos de producción de bienes materiales y las personas que manejan dichos instrumentos). ¿La práctica, fuente del conocimiento? En efecto, la fuente del conocimiento es la práctica como actividad del hombre social que transforma la realidad. Marx concibe la experiencia como relación práctica, dinámica, del hombre con el medio natural y social. La práctica no tiene sólo por resultado la transformación del medio, por la acción de instrumentos y técnicas cada vez más perfeccionados; es el punto de partida del conocimiento, y éste progresa, se corrige, se acrecienta, se profundiza y se afina gracias a la práctica. Todas las ciencias, incluidas las matemáticas, que son las más abstractas, suponen una larga práctica, una prolongada lucha del hombre en pugna con el medio natural y social. ¿Quién puede creer seriamente que la fisiología hubiese nacido si los hombres no hubiesen tenido que vencer a la enfermedad, si las necesidades de la lucha milenaria contra la muerte no los hubieran obligado (a pesar de las prohibiciones religiosa) a interesarse en el cuerpo humano, a estudiar su funcionamiento, a intentar, como lo hicieron los antiguos griegos y chinos, experimentos con el organismo para interrogarlo de alguna manera? ¿Alguien puede imaginarse los cambios que necesariamente se darán en la conciencia individual y en la conciencia social en aquellos trabajadores agrícolas que trabajan en las Unidades reproducción socialista en Venezuela? ¿Quién puede negar que las contradicciones objetivas de la sociedad feudal son las que llevaron a los pensadores del siglo XVIII a interrogarse acerca del origen y del porvenir de las sociedades, sobre el origen y naturaleza de la monarquía y del Estado, las leyes de la historia y las causas de la decadencia o florecimiento de una civilización? ¿Quién puede negar que estudiar las luchas del movimiento obrero francés e inglés, llevó a Marx y a Engels comprender el papel revolucionario del proletariado?A la luz de lo expuesto podemos afirmar que el conocimiento científico de la realidad, sea cual fuere su objeto (naturaleza o sociedad), tiene su fuente, no en un espíritu puro y descarnado, sino en la práctica histórica. La práctica es la madre del conocimiento. Una de las tareas del movimiento revolucionario organizado, de cada etapa de su desarrollo, consiste en crear condiciones prácticas más propicias para la toma de conciencia y para la solución de los problemas que la historia plantea a las masas trabajadoras. Éstas se instruyen por su propia práctica, y el papel de un partido socialista consiste en no sólo esclarecer dicha práctica, hacerla inteligible por medio de la teoría científica del desarrollo social, sino en suscitar, teniendo en cuenta las posibilidades objetivamente ofrecidas por las circunstancias, las experiencias concretas que permitirán a las masas proponer y resolver por sí mismas los problemas cuya solución se ha hecho necesaria. Un testimonio sacado de la historia: al terminar la guerra de liberación del pueblo vietnamita, en 1953-54, los patriotas comprendieron, bajo la presión de los hechos y con ayuda del Partido de los Trabajadores, que la victoria exigía una movilización de todas las fuerzas populares. ¿Pero cómo obtener tal movilización, cómo lograr que los campesinos recorriesen cientos de kilómetros a pie para llevar el arroz y abastecer a todos los frentes? Por medio de la reforma agraria, la cual, al dar la tierra a los campesinos pobres, ligaba de manera indisoluble el interés del campesino explotado desde hacía siglos a la causa de la independencia nacional. Por su propia experiencia los campesinos vietnamitas entendieron que independencia nacional y reforma agraria, liberación y revolución eran inseparables. Otro testimonio histórico se refiere a la instauración del capitalismo. Al comienzo del capitalismo, los hombres dirigían sus protestas contra las máquinas, en las que creían ver la fuente de la desocupación y de la miseria. La experiencia los condujo paulatinamente a corregir ese error, a comprender que la fuente de su desgracia no era el desarrollo de las fuerzas productivas, sino la explotación capitalista, es decir, las relaciones capitalistas de producción. Entonces iniciaron la lucha contra el capitalismo. La conclusión general que se puede extraer de la última parte de esta exposición acerca de la práctica social es que la unidad de la teoría y de la práctica es la condición suprema del conocimiento. Los marxistas basan su acción y su pensamiento en el análisis de la práctica social en movimiento. Pero esta práctica social es la obra de millones de hombres, y no sólo de algunas personas selectas. Un partido revolucionario y un líder histórico solamente pueden dirigir a las masas si están indisoluble y profundamente unidos a ellas. Sólo la actividad creadora de las masas populares es capaz de resolver los grandes problemas de nuestro tiempo. marialinares36@yahoo.es
sábado, 13 de diciembre de 2008
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