viernes, 14 de febrero de 2014

Desestabilización de la Economía.


ANTONIA MUÑOZ.


En la reflexión de la semana pasada se intentó dejar en claro que el síndrome de la cola, “sin querer y queriendo”, es una distorsión de la conducta de consumidor del venezolano, producida por la escasez real o ficticia de algunos productos de primera necesidad. Sin embargo, debemos reconocer que estructuralmente uno de los orígenes del problema, es el hecho de que el gobierno Bolivariano para hacer Justicia Social subsidia los alimentos distribuidos por Mercal hasta en un 80 %; los cuales son comprados por personas inescrupulosas para llevarlos a Colombia, Brasil, Guyana y quién sabe si a Trinidad. Por ejemplo, todo se puede entender muy fácilmente si recordamos que el diferencial cambiario favorece al peso colombiano frente al Bolívar (por un peso se obtienen aproximadamente 36 bolívares).
Reconocidas algunas causas del problema, estamos obligados a buscar solución. Con respecto a la escasez real, debemos encontrar los mecanismos para aumentar la producción, procurando entre otras cosas, mejorar la eficiencia en los procesos productivos nacionales. Cuando el bien que escasea no se produce en el país en cantidad suficiente para satisfacer la demanda nacional o no es rentable producirlo por razones reales, debemos importar sólo lo necesario, hacerlo con transparencia y en las condiciones más favorables para el país. En este sentido, hay que implementar mecanismos que minimicen la corrupción, y la impunidad cuando ésta ocurra.
¡No puede ser que ante el plan de importar vientres bovinos o bufalinos de calidad, enseguida aparezca una mafia que recibe dólares preferenciales para tal fin, y después compra animales de desecho y hasta desaparece los animales que trae. Conozco cuentos desde el plan lechero de Luis Herrera Campins, donde se cansaron de importar vacas holstein para llevarla a lugares climáticamente inadecuados (altas temperaturas y alta humedad en el aire) a pasar calor, a comer lo que hubiere, a cargarse de garrapatas y a sufrir mastitis. Sin embargo, como de este país se han ido pocos, aquí todavía las mañas están vivitas y no debe extrañarnos que “entre los bagres siempre anden las guabinas”. Recordemos que el Ministro Yván Gil hace unos 3 meses atrás denunció a una empresa que tenía 8 años importando ganado bufalino, que aparentemente son invisibles, ya que entran al país y después desaparecen como por arte de magia. En el área de la construcción, también han sido descubiertos unos mafiosos robándose las cabillas y el cemento. No podemos evitar que alguien cometa delitos, pero lo que si estamos obligados a evitar es que tales delitos queden impunes.
Todo lo que subyace debajo de la escasez ficticia por razones económicas y políticas personales o grupales, produce desestabilización de la economía, como lo tipifica la LEY ORGÁNICA DE PRECIOS JUSTOS en el Artículo 56. “Cuando el boicot, acaparamiento, especulación, contrabando de extracción, usura, cartelización u otros delitos conexos, procuren la desestabilización de la economía; la alteración de la paz y atenten contra la seguridad de la Nación, las penas contempladas se aplicarán en su límite máximo. Igualmente, se procederá a la CONFISCACIÓN DE LOS BIENES, conforme a lo previsto en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”. En este sentido no está demás que repasemos el artículo 116 de la CRBV. Los bienes producidos o importados por la Nación forman parte del patrimonio público y quienes se aprovechen fraudulentamente de los mismos cometen delito.
Además de aplicar con rigurosidad, sin compasión ni excepciones la Ley Orgánica de Precios Justos a quienes pretendan seguir enriqueciéndose a costa del empobrecimiento de las y los venezolanos; debemos corregir algunas prácticas que favorecen la desestabilización de la economía, por muy domésticas que éstas parezcan. En la búsqueda de ideas para ayudar, una camarada planteó una medida que comparto: volver los Mercales de todos los tamaños a su sitio de origen; como quien dice: “que las cosas vuelvan al lugar de donde salieron”. Aunque se hace con la mejor de las intenciones, la cantidad de alimento que se vende en un solo día en un solo punto (operativos), favorece que se ponga de manifiesto la “viveza o el pájarobravismo” del venezolano. En los barrios, urbanizaciones y caseríos, todo el mundo se conoce, amén de que las compras se harían con menos aglomeración, con más normalidad. Por supuesto que la transparencia en la escogencia de quienes dirijan los Mercales es clave. También es condición indispensable la estricta Contraloría Social, sin que medie el amiguismo, lo cual permite que la lealtad se confunda con la incondicionalidad y la alcahuetería, favoreciéndose de esta manera la impunidad de los delitos.
Finalmente por ahora, solicitamos que pongamos la mirada (es tan obvio y grosero que no se necesita lupa) sobre el suplicio que significa comprar cemento. Hay gente que eligió como modo de vida comprarlo a Bs. 53 el saco para revenderlo a Bs. 200 sin pagar flete, ya que los clientes cómodos, pendejos y alcahuetes, los esperan en las afuera de las casas distribuidoras. Atendamos también las colas para comprar gas doméstico. Los cambios se hacen para mejorar, no para empeorar. No justifiquemos lo injustificable y atendamos las denuncias sin criminalizar al mensajero, porque así abortamos la Contraloría Social y la participación del pueblo organizado y consciente que quiere ayudar. Defendamos el legado de nuestro amado Comandante Chávez llamando “a lo bueno bueno y a lo malo malo”. Chávez vivirá para siempre en nuestros corazones.

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