Luisa Estella Morales.- La voz del campesino se ha levantado en la historia de la humanidad como un grito telúrico del que se extiende el eco que ha cambiado naciones pueblos y estructuras tradicionales, aun aquellas aparentemente afincadas sobre la racionalidad del positivismo de la norma y del derecho.
Gritaron los campesinos en Roma con la revolución de los Dracos y tembló la aristocracia del Imperio Romano, se redistribuyeron las tierras y cayó el dominio del hombre sobre el hombre.
Gritos campesinos se oyeron en la toma de la Bastilla en la Revolución Francesa, y la Revolución Rusa se consolidó con campesinos y obreros. En nuestra América el grito campesino acompañó la independencia. En el México de Zapata y Pancho Villa el grito campesino abolió la propiedad privada sobre la tierra productiva y se estampo en la constitución de Querétaro.
Zamora gritó con la clase campesina “tierras y hombres libres horror a la oligarquí”. El eco del grito de Zamora hoy retumba en la patria. Salieron los campesinos del Conuco, de los campos, de todos los rincones con voz autorizada por la resistencia diaria en condiciones inhóspitas pero sin quebrantar la moral.
El asunto agrario no se limita al tema solamente coyuntural de los insumos o la inversión en el sector, quien así lo crea incurre en grave error. El asunto gira sobre la médula que es el modo de producción que pasa por la transformación de los factores sociales, económicos e ideológicos.
El pacto social de cada nación lleva implícita la definición del modo de apropiación o utilización de los bienes de producción, la tierra y demás recursos naturales.
Al comienzo el modo de producción constituía una relación del hombre con su entorno, hoy es la organización de todos para producir y distribuir equitativamente el producto y la plusvalía; es un hecho político referido una estructura social fundamental.
Llegaron los campesinos a Caracas, hubo mesas de trabajo, conversatorios, reuniones y hasta congresos. Muchos fueron convidados, otros grandes ausentes pero, a quienes Dios dio el don de oír crecer la hierba, nadie podrá evitar que revoloteen sus ideas en cada encuentro.
Ojo, compañeros campesinos. A Zamora también lo sentaron muchas veces a conversar hasta que decidió agarrar el monte.
Luisa Estella Morales
lemoralesl@gmail.com
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