La información como campo de batalla
Estando todavía fresca la victoria presidencial de Donald Trump, el director de Innovación de la OTAN, Peter Lenk, explicaba en un foro en Madrid que la organización militar atlántica "es consciente desde las últimas décadas que la clave de la guerra moderna es la información".
La información, en su condición de arma y campo de batalla a la vez, ha ido sustituyendo progresivamente los instrumentos tradicionales (y físicos) de la guerra para conquistar determinados objetivos políticos.
Esta nueva relación no implica, automáticamente, que la guerra delegue su aplicación en los nuevos recursos y alcances logrados en la sociedad de la información, o que ya en el plano físico no tenga nada que buscar.
Describe, sin embargo, una ampliación en los recursos, un salto tecnológico desde la perspectiva industrial, que dota a la actividad bélica de nuevos campos operacionales para alcanzar objetivos específicos elevando la seguridad y la eficacia.
Sobre esto, Peter Lenk complementaba su discurso en la capital española, afirmando que "creemos firmemente en el concepto de superioridad de la información; poder vencer mediante un mejor conocimiento propio y de la situación del enemigo".
Pero cuando este nuevo concepto dialoga con una determinada realidad política, desarrollada en una escala de globalización tal que difumina sus fronteras nacionales y locales, tiende a complejizarse y a hacer del recurso de la información un trayecto no siempre lineal.
La revelación y su tiempo político
The New York Times (NYT) publicó una revelación el día de ayer, 8 de septiembre: funcionarios de la Administración Trump habían conversado con "militares rebeldes venezolanos" para planificar un golpe de Estado contra el presidente Nicolás Maduro.
"Conforme la crisis humanitaria de Venezuela empeoraba el año pasado, los estadounidenses decidieron que valía la pena correr el riesgo con el fin de tener un panorama más claro de los planes y los oficiales que buscaban destituir a Maduro", reza el texto haciendo referencia que los funcionarios tenían dudas sobre acercarse a estas personas y respaldar sus planes.
El texto del NYT se une a dos publicaciones anteriores de otro medio estadounidense de gran alcance, Bloomberg, que recientemente lanzó sendas publicaciones sobre las implicaciones de Estados Unidos en un plan de golpe de Estado, desarrollado a principios de año con el nombre de la "Operación Constitución", y más recientemente, en la preparación del magnicidio frustrado contra el primer mandatario nacional, el pasado 4 de agosto.
Sobre el último hecho, y a raíz de las pistas ofrecidas por la publicación de Bloomberg, esta tribuna afirmó que Estados Unidos buscaba replicar en Venezuela el "modelo Honduras", haciendo referencia a la alianza con militares corruptos del país centroamericano que lograron derrocar a Manuel Zelaya en el año 2009.
Las otras pistas las ofrecieron altos funcionarios estadounidenses en su propia boca: desde que Rex Tillerson viajara a principios de año a Latinoamérica, el trayecto del año 2018 tuvo como eje central del discurso estadounidense la estimulación de un golpe de Estado militar en Venezuela.
A Tillerson se le unirían en el mismo clamor, en su momento, el senador de Florida, Marco Rubio, ex funcionarios relacionados con anteriores administraciones, el ex encargado de negocios en suelo local, Todd Robinson, y algunos medios con una influencia resaltante en la audiencia norteamericana.
En todo este trayecto, narrado desde distintos lados, se ha hecho una realidad inescrutable de que Estados Unidos busca desplazar al chavismo con una acción de fuerza, cada vez inclinada más hacia el campo militar.
Desde hace tiempo, tanques de pensamiento vinculados al manejo de política exterior, algo que también reafirmó NYT en su publicación, vienen alertando que la idea de una intervención militar estadounidense o la ejecución de un golpe de Estado a la vieja usanza, generaría un amplio rechazo regional.
En ese sentido, el artículo del medio neoyorquino expone aún más los costos públicos de este planteamiento y coloca al gobierno estadounidense en una posición defensiva que debilita su credibilidad en la región con respecto a Venezuela.
Incluso el senador Marco Rubio, quien hace pocos días afirmó la necesidad de usar la fuerza militar contra Venezuela para derrocar al gobierno que eligió la población democráticamente, calificó el artículo como una fuga que perjudica a Trump.
Elecciones de medio término y guerra informativa en Estados Unidos
Faltan dos meses para las elecciones de medio término en Estados Unidos, momento que será el termómetro para la correlación de fuerzas del Senado y las bases de respaldo con las que cuenta Trump para esquivar un impeachment que le permita culminar su mandato y aspirar a la reelección en 2020.
Unas elecciones que, lejos de ser típicas, se dan en un contexto de guerra civil de baja intensidad y colapso político que podría llevar a una hecatombe constitucional sin precedentes si el resultado es contrario a los intereses del establishment neoliberal-demócrata que presiona el derrocamiento de Trump.
La publicación del NYT, a la luz de los hechos, viene a confirmar lo que ha venido relatando Bloomberg y lo que varios funcionarios estadounidenses han hecho una realidad: la búsqueda permanente de mecanismos extrainstitucionales para derrocar al chavismo del poder.
Sin embargo, el cálculo temporal de la publicación se da en un contexto de intensa guerra informativa dentro de los Estados Unidos, con miras a darle la estocada final a Donald Trump en noviembre.
El interés del NYT también podría apuntar a debilitar la imagen pública de Trump y su administración en el hemisferio, pero también en Venezuela.
En Venezuela, por ser posicionado como un actor que no prestó el apoyo requerido por los "militares rebeldes" venezolanos que intentaban sacar a Maduro por la fuerza. Desde el punto de vista propagandístico, se establece un paralelismo donde Marco Rubio es proyectado como el único factor de poder a lo interno de los Estados Unidos que podría dar el "paso definitivo".
En lo que respecta al continente, también se debilita la imagen del gobierno estadounidense por querer retornar a los mecanismos de intervención, que según NYT, son mal vistos a los ojos de las élites políticas de derecha que gobiernan buena parte de la región.
De esta forma, los medios utilizan la filtración de las maniobras extrapolíticas de la Administración Trump en Venezuela, que en esencia no difieren ni en su forma ni en su intensidad de las empleadas por la Administración Obama, a quien debemos recordar por empujar la revolución de colores del año 2014, como un mecanismo de presión adicional que es trasladado hacia el contexto interno en el cual se mueve Donald Trump.
En síntesis: Venezuela es utilizada como un artefacto político, tanto por la Administración Trump como por el establishment neoliberal-demócrata, en su guerra de posiciones a lo interno.
Hace tan sólo pocos días, NYT publicó una "opinión anónima" que vino a hacer público el golpe de Estado continuado que se ejecuta contra la actual administración estadounidense, desde sus propias estructuras internas y reatroalimentado por el caso judicial de la supuesta "injerencia rusa" en las elecciones de 2016.
"La conducta errática (refiriéndose a Trump) sería más preocupante de no ser por los héroes anónimos en y alrededor de la Casa Blanca. Algunos de sus asistentes han sido tildados como villanos por los medios pero, en privado, han hecho grandes esfuerzos para contener las malas decisiones en el Ala Oeste, aunque claramente no siempre tienen éxito".
Cuando Estados Unidos avanza hacia elecciones, la geopolítica y la propaganda sobre política exterior puede transformarse en un recurso electoral. Es por esa razón que el interés de resucitar el conflicto en Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU, la presión creciente sobre Nicaragua y los intentos de lograr un cambio de régimen por la vía militar en Venezuela, anunciándolo (estilo Marco Rubio) o por la vía secreta (estilo funcionarios de la Administración Trump) se convierten, a su vez, en dispositivos empleados a lo interno para aumentar su apoyo público ante el electorado.
Esto está dado por la configuración imperial de Estados Unidos, que al haber extendido sus fronteras a todo el mundo ya no existe diferencia en cuanto a procesar de forma diferenciada conflictos internos y externos a su delimitación geográfica, también, de Estado-nación.
Cierre todavía abierto
La publicación del NYT, por un lado, confirma el papel de Estados Unidos en la preparación de un golpe de Estado en Venezuela, elevando la credibilidad de los reportajes publicados por Bloomberg recientemente. Por consiguiente, aumenta la cota de vulnerabilidad de la imagen pública del gobierno estadounidense.
El modo en que los tiempos fueron manejados y la forma de instrumentalizar datos reales, la filtración de NYT tiene un uso de guerra informativa, la cual intenta, como toda operación de esta índole, afectar comportamientos, estados de opinión y percepciones, en este caso a lo interno de los actores de Estados Unidos que basan su agenda política en Venezuela y en los "socios" latinoamericanos más comprometidos con Washington.
Soliviantar a la Administración Trump, obligándola a ceder espacios a voces más beligerantes o a avanzar en una presión más agresiva, sin medir en las consecuencias políticas contraproducentes que tendría en la región, pareciera ser el estado de ánimo que intenta ser impuesto.
La filtración develó no sólo una operación secreta en curso que buscaba tantear una vía insurreccional en Venezuela, sino un trato específico (y, en este caso, poco amable y nada colaborativo) de los actuales funcionarios estadounidenses con respecto a los operadores del cambio de régimen a lo interno. La salida a la luz de esta operación, por tanto, aumenta el grado de exasperación de una administración con fugas de información por doquier, y que es permanentemente acusada de ser débil y no atacar de la forma correcta (la militar, por supuesto) las amenazas a la segurida nacional de Estados Unidos, a las que ahora se suma Venezuela mediante la precampaña de Marco Rubio.
Algo que, aunque pudiera parecer cosmético, forma parte esencial del chantaje preelectoral que trasversaliza el juego político en Estados Unidos: simular fuerza y virilidad para remarcar a lo externo, y luego a lo interno, una posición de autoridad que empalme con una amplia base electoral estadounidense, depredada por el neoliberalismo, que reclama un gobierno con mano dura.
En lo que respecta al senador Marco Rubio, quien se juega su reelección en noviembre, esta publicación eleva su perfil, en tanto que quedará de su parte y de sus asesores el aprovechamiento electoral que le dará a esta nueva situación.
Por último, esta revelación permite al gobierno venezolano reforzar la seguridad e inteligencia a lo interno del cuerpo castrense y mejorar la capacidad de respuesta y anticipación en caso de un eventual ruido de sables promovido por actores externos. Es ahí donde la exposición de Marco Rubio podría ser contraproducente, puesto que cualquier movimiento inisual o con proyección de volverse violento, guardará relación con el senador de Florida.
Eleva la credibilidad del gobierno venezolano, a escala internacional, en sus reiteradas denuncias de que Estados Unidos persigue un golpe de Estado en Venezuela, violentando con ello la legislación internacional y los derechos humanos y políticos más elementales.
Visto así, pareciera que con la publicación del NYT pierde más la agenda de cambio de régimen de Estados Unidos que lo que gana. Y es ahí donde el contexto sugiere que Estados Unidos se encuentra en una situación de tal colapso político interno, que una parte de su clase política prefiere violentar la imagen pública del gobierno estadounisense y sus planes encubiertos para cristalizar un golpe de Estado en Venezuela, a cambio de socavar, un poco más, a la Administración Trump.
Porque, al parecer, los dueños del NYT, vinculados orgánicamente a la clase política, tecnocrática y empresarial que adversa a Trump, desean acaparar para sí el crédito de derrocar al chavismo; quizás por ahí también se pueda interpretar el boicot de la filtración. Una "victoria" que no le quieren dejar a la Administración Trump, que tampoco ha podido tras dos años de estar en el trono.
Dato a recordar, sólo a modo de complemento: en enero del año pasado, el NYT amenazó de muerte a quien "gobierna" hoy una Casa Blanca que marcha hacia el precipicio.
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