miércoles, 12 de septiembre de 2018

Chavistamente: Regresar demasiado

"Para vivir bien hay que trabajar, le dicen, como si el pana no hubiera trabajado 14 horas diarias cobrando solo 10 porque era venezolano"
"Para vivir bien hay que trabajar, le dicen, como si el pana no hubiera trabajado 14 horas diarias cobrando solo 10 porque era venezolano"

¿Y cuándo te vas? Desde hace más o menos un año, esa ha sido la pregunta obligada, de moda, inmediata, después del saludo. No deja espacio a la duda: te vas, la cuestión es cuándo. No es una pregunta, es un mandato: hay que irse y ¡ay, si se te ocurre responder que no te vas!
 La clase media, siempre con un soñado pié fuera de Venezuela, siempre creyendo que la grama es más verde del otro lado de la cerca, empezó a “irse demasiado” hace muchos, pero muchos años. Siempre fue una ida más o menos organizada, unas veces más exitosa que otras, hasta que llegó Chávez. Entonces empezó la campaña del terror, te van a quitar a tus hijos, tu casa, tu carro, el bombillo te espía y, claro, la huida…
Así comenzaron las historias dramáticas de familias que vivían bien, que tenían casa, carros, negocios, carreras, club, viajes a Disney cada año, y que, aterrados, malvendieron todo y se fueron, los primeros a Miami y a Europa; a “montar un negocio, a que me contraten porque soy profesional y si aquí me ha ido bien, imagínate allá… Y el trancazo de la realidad, y los sueños frustrados y en la medida que se cerraban puertas, porque la visa es difícil, se fueron a Panamá y Costa Rica, y más puertas y restricciones, así que a Chile y Argentina, y así, hasta que Colombia y Perú terminaron siendo los últimos paraísos de cartón a dónde ir a estrellarse.
La tormenta perfecta: el germen de “este país no me merece” de la clase media, sumado a un bloqueo financiero que nos estrangula y a una campaña sistemática que te dice “te tienes que ir, que todos se están yendo, que sálvese quien pueda“… Así los vi caer, los vi partir con una mano adelante y otra atrás, y un puñadito de dólares, “como para poder llegar y aguantar dos meses, hasta que consiga trabajo”, producto de la venta de casa, carro, perros, nevera… ¡todo! 
Rematan casas en 5 mil dólares. Lo he visto. Un billetúo la compra muerto de la risa, baratísima, culpemaduro, dice con cinismo. Y compra el carro en remate, y le da una palmadita en la espalda al que se va demasiado, que tiene un amigo que vive allá lo está y esperando para compartir gastos, tu sabes, dos familias en un apartamento, pero solo para empezar, porque después gano en dólares y en cuestión de meses, puedo volver a comprar mi casa, pero no sé para qué si aquí no se puede vivir… ¿Y quién va a querer vivir aquí si, fíjate que en Chile, Perú, Colombia… puedo ganar ochocientos millones (de los de antes) calculados a dólar today.
Se lanzaron al sur sin brújula soñando salarios mil millonarios. El amigo del alma no soportó la compañía, ni siquiera a cambio del respiro que supone compartir la mitad de la renta; pero es que eso de nueve personas conviviendo atapuzadas en un apartamento de una habitación… Hay trabajo sí, pero no hay ley que te ampare. Doce horas diarias mucho menos de lo que gana cualquier trabajador nacional. La necesidad obliga. Algo es algo cuando ya no tienes nada. Afuera, cualquier trabajo es digno, incluso los que ni muertos harían en Venezuela, donde la mayoría nos quedamos trabajando con dignidad.
¿Que te quedas? Te miran con desprecio. Para el opositor promedio, decidir quedarse es enfrentar una espesa sombra de sospecha: o eres chavista o está enchufadao, no hay otra. Nadie se puede querer quedar porque es feliz aquí, porque quiere a su país, ¡no es no!. La presión social puede con muchos, como pudo a la hora de embarcarlos en guarimbas que los obligaron a permanecer auto secuestrados durante meses en medio de la más violenta violencia. Es la misma presión que llevó a vecinos normales y corrientes a linchar a cualquier “negro sospechosos de chavismo” que estuviera, en esos tiempos violentos, en su calle. La misma presión que los obligó a no reírse, y peor, a creerse el cuento de los bombillos espías, o el del secuestro masivo de niños para ser adoctrinados en Cuba, o cualquiera de las miles de delirantes historias de El Coco que les han metido. La presión social vuelta locura que los llevó a lanzarse al Guaire por mandato de David Smolansky, que se quedó arriba, seco y limpio, mirando como su gente se bañaba en mierda.
 Seco y limpio, Smolansky, desde Washington, con visa y mucho dinero, es por cierto, uno de los que dirigen la campaña de “crisis humanitaria” y el “éxodo” de venezolanos, que debe terminar coronándolo como principalísimo candidato para la presidencia de la Venezuela post invasión. 
Los carteles mediáticos, y el cartel llamado “La Comunidad Internacional”, después de los recientes anuncios económicos del Presidente Maduro, arreciaron, en concierto, la campaña de lagrimones por los “refugiados venezolanos que huyen de la dictadura genocida”. ¡Una pelusa! Millones y millones que se van a pie -¿a pie?- para la foto, para que se parezca tanto el verdadero éxodo de miles y miles de sirios y libios que, a pie y en pleno invierno, quisieron refugiarse en Europa, a comienzos de este año; estos sí, huyendo de la guerra que la OTAN les impuso, y que Europa recibió con policías, rolazos, gases, neonazis, patadas, insultos y puertas cerradas… Esa misma Europa hoy llora por los “millones y millones” de venezolanos que marchan, en una foto, por el páramo andino rumbo a uno de los países más desiguales y difíciles del continente. ¡Sí, Luis!
“Aquí todo es carísimo y te cobran hasta el aire” -dice uno que se regresó de la Argentina de Macri. Sus amigos, lo reciben con desprecio diciéndole que se regresó porque es un vago que está acostumbrado a tener todo gratis. Para vivir bien hay que trabajar, le dicen, como si el pana no hubiera trabajado 14 horas diarias cobrando solo 10 porque era venezolano. Como si ellos, que lo desprecian, no están poniendo el grito en el cielo porque la gasolina aquí va a costar lo mismo que allá afuera, donde -dicen- la pagarían gustosos porque ellos no son vagos  y no quieren todo gratis y regalado… El delirio.
Por terrible que fuera la campaña, por asfixiante que sea el bloqueo, nada es peor que la cruda realidad de los países que les vendieron como la tierra prometida. ¡Queremos volver! -dicen y la dictadura malvada de la que supuestamente huyeron les manda un avión, dos, tres, cuatro aviones… los que sean necesarios para que puedan regresar a su país. Resulta que sí hubo que abrir un canal humanitario pero lo abrió Venezuela para rescatar a los venezolanos de la pesadilla de la explotación y el maltrato que padecen allá donde les dijeron que estarían mejor. 
”Yo allá pasé hambre –dijo una mujer regresando de Brasil- en cambio aquí, en Venezuela, aunque fuera casabe y sardina, pero siempre tuve comida”. Algunos vuelven sin darse cuenta de que fueron usados, pero de lo que sí se dieron cuenta es que la libertad de mercado no es sino esclavitud para los asalariados. Sacaran sus cuentas y sabrán qué sistema los protege y qué sistema los exprime hasta desecharlos como bagazos. También sabrán quienes los abrazan a su regreso y quienes los insultan llamándoles tarifados, arrastrados, vagos, infiltrados, porque no sirvieron a sus miserables propósitos. 
Y es así como, ooootra vez, un plan diseñado para atacar a nuestro nuestro país, para atacar al chavismo, termina exponiendo la propia mugre de quienes siempre nos atacan y siempre fracasan.
Colorín colorado, este cuento apenas ha empezado… 
CAROLA CHÁVEZ
@Tongorocho

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