sábado, 29 de agosto de 2015

Cerrar la frontera, cerrar La Invasión


Yldefonso Finol.


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La República Bolivariana de Venezuela es un país asediado por la combinación de múltiples factores perturbadores de la vida nacional, dirigidos por intereses transnacionales para derrocar la Revolución Bolivariana, debilitar las fuerzas populares, y apoderarse de nuestros recursos estratégicos.

Esta conspiración internacional, junto a la derecha criolla, incluye medios de comunicación cartelizados que mienten al mundo sobre la verdad de Venezuela, actores políticos extranjeros al servicio del imperialismo (Club de Madrid que reúne a una pandilla ex presidentes delincuentes, artistas tarifados, etc), y, con un papel muy estelar, a la llamada “parapolítica” colombiana, vale decir, el paramilitarismo material e intelectual.

Tal confabulación no es nueva, y se remonta a la victoria electoral del 6 de diciembre de 1998 del Comandante Hugo Chávez que inició esta Revolución Continental; desde entonces ya hemos derrotado varias intentonas fascistas. Pero, en la actual fase, enmarcada dentro de la doctrina de la Guerra de Cuarta –y Quinta- Generación, bajo el método del denominado Golpe Suave y Continuado, el flanco donde se nos ha afincado el enemigo es el económico.

Y es éste el marco donde debemos ubicar las medidas extraordinarias que ha adoptado Nuestro Gobierno en las zonas fronterizas.El cierre de la frontera era un clamor popular por la inminente crisis humanitaria que estaba provocando el desabastecimiento de alimentos, medicinas, productos básicos de la vida familiar, insumos industriales y partes de repuestos, entre otros, en nuestro país, especialmente en los estados limítrofes con Colombia.

El contrabando de nuestros bienes esenciales hacia Colombia es un elemento clave de la estrategia paramilitar para destruir la dignidad de Venezuela. Se busca el efecto “desesperación”: alteración brutal de la vida ciudadana y predominio de la desesperanza.Para rematar, el paramilitarismo colombiano, infiltrado en Venezuela desde el año 1998 -con complicidad de autoridades de ese país- implementó un plan de desbordamiento criminal, como ingrediente de esa guerra psico-política, diseñada por las agencias conspirativas gringas y sionistas.

Fue así como reconvirtieron bandas de delincuencia común en un entramado paramilitar que hizo despuntar las cifras de secuestros, asesinatos, narcotráfico, y prácticas atroces, muy ajenas a la realidad venezolana como el sicariato, los descuartizamientos de seres humanos vivos, las fosas comunes, los pranes.

El resultado lógico de esta alianza macabra, debía ser la pérdida de popularidad del Gobierno Bolivariano, y por ende, su caída.

Los volúmenes de ganancias que han pasado a Colombia en estos últimos cinco años, con el saqueo de nuestros alimentos y combustibles, han servido para consolidar esas organizaciones criminales que tienen su guarida en territorio colombiano.

Lo que ha ocurrido en el lugar llamado –¿”casualmente”?- La Invasión, no puede considerarse una simple deportación; se trató del desmantelamiento de una base de operaciones del paramilitarismo colombiano, en plena zona de seguridad fronteriza. No se cerró una frontera normal. Se rescató, del lado venezolano, un área invadida por paramilitares contrabandistas y narcotraficantes del vecino país.

La canalla mediática, con ayuda de la derecha venezolana empeñada en traicionar el patriotismo, ha formado una alharaca con imágenes y datos manipulados, que no reflejan para nada la tradicional generosidad con que Venezuela, y en particular la Revolución Bolivariana, ha acogido a los millones de colombianos que están aquí con nosotros labrándose la vida y el futuro que les negó su país de origen.

Estamos seguros que las pocas personas deportadas y otras que regresaron voluntariamente, se van mucho mejor que como llegaron aquí: sin nada, desde la mayor pobreza, que es la que emigra hacia Venezuela, huyendo del hambre y las motosierras.

Los más de cinco millones que seguirán en nuestro suelo, saben que aquí consiguieron refugiarse en la esperanza, porque Venezuela para Colombia siempre ha sido “una mano amiga, y un corazón solidario”.
Ojalá este amor fuese mutuo algún día.

Sólo la verdad histórica forma pueblos libres.


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