Carola Chávez
Ecuador y Brasil vivieron en estos días protestas de esas que en Venezuela conocemos de memoria. Movilizaciones antigubernamentales “espontáneas” convocadas por ONGs y movimientos sociales, que se reservan el derecho de admisión, a través de las redes, con eco en los medios privados que te cuentan el cuento porque “es noticia” aunque la noticia no ha pasado. Líderes mediáticos vociferando frente a las cámaras en nombre de pueblo que no lo acompaña. CNN en vivo atizando el fuego que no prende. Pancartas democráticas que piden el quiebre constitucional con intervenciones militares o intervenciones extranjeras, que alguien intervenga, pues, porque no nos calamos más esta vaina. ¿Cual vaina? -Se pregunta uno y en seguida otra pancarta te da la respuesta: ¡No más dictadura!
En esta región llena heridas vivas de dictaduras recientes hay sifrinos que en durante las dictaduras no supieron sino callar, y que hoy salen a la calle a vociferar contra gobiernos libremente electos y ratificados por los pueblos acusándolos de ser dictatoriales, ahí, a plena luz del día, con las caras al aire, sin miedo a declarar en cualquier medio… ¡Ay qué sueño me dan estas cosas!
Sifrinos con lentes Ray Ban super fashion, con gorritas Nike para que no se les queme el cogote, con pinta de turistas en Miami Beach pero en calles tercermundistas fuchi, ondeando la bandera de su país con rabia mientras tuitean al mundo: “El pueblo se cansó”.
Repentina y convenientemente se convierten el pueblo los mismos que desprecian todo lo que sea popular, empezando por sus gobiernos. Esos que en sus marchas se hacen llamar pueblo, son los que viven para distinguirse de la chusma, los que aprietan la cartera cuando se cruzan con con un negro en la calle; los mismos que dicen que las becas, las Misiones Sociales, los bonos y ayudas no hacen sigo alcahuetear la flojera propia del pueblo, su sinvergüenzura innata, “porque esa gente no quiere trabajar”. Ahí está, ¿un bono para las madres pobres? Ya van a salir las muy ligeras de cascos a dejarse preñar para cobrar. ¿Computadorcitas para los niños de los colegios públicos? Ya los borrachos adictos de sus padres la van a salir a vender. ¿Viviendas dignas? Para qué, si esa gente no sabe sino vivir en un rancho, ¡mira como secan la ropa en el balcón!…
El pueblo se cansó, tuitea una chama que posa en la foto marcharina junto a tres amigas que parecen sacadas de un catálogo de Gap. Porque a Gap es a lo que llegan cuando aspiran a llegar a Armani. Porque yo también soy pueblo, explican inexplicablemente los que suelen usar el término a modo de insulto. Se igualan hacia abajo, al menos en modo nominal, buscando arrebatar al pueblo el gobierno que el pueblo eligió.
“Somos pacíficos”, gritan furibundos mientras apalean policías, mientras destrozan todo a su paso. La dictadura los reprime, no los deja matar a ese poco de negros de mierda, no nos deja quemar el palacio de gobierno, no nos deja colgar a sus dirigentes en las plazas públicas. #SOSEcuador, #SOSBrasil, #SOSVenezuela, que lo sepa el mundo, el primer mundo, y que el primer mundo nos ayude.
Y otra vez las fotos de Ucrania o Egipto como si fueran en Quito, Rio o Caracas, otras vez y siempre lo mismo. Lo mismo con los mismos resultados: El fracaso.
Y todo esto no sería más que un largo y recurrente bostezo si no fuera porque, en su compulsión al fracaso, son capaces de hacer mucho, muchísimo, daño a cualquiera que se les cruce por delante. Y luego dicen con lágrimas secas: “Tu dolor es igual al mío”.
El pueblo se cansó, es cierto, y vota una y otra y otra vez por los gobiernos populares contra los que hoy marchan los sifrinos en nombre de ese pueblo que no son.
Ecuador y Brasil vivieron en estos días protestas de esas que en Venezuela conocemos de memoria. Movilizaciones antigubernamentales “espontáneas” convocadas por ONGs y movimientos sociales, que se reservan el derecho de admisión, a través de las redes, con eco en los medios privados que te cuentan el cuento porque “es noticia” aunque la noticia no ha pasado. Líderes mediáticos vociferando frente a las cámaras en nombre de pueblo que no lo acompaña. CNN en vivo atizando el fuego que no prende. Pancartas democráticas que piden el quiebre constitucional con intervenciones militares o intervenciones extranjeras, que alguien intervenga, pues, porque no nos calamos más esta vaina. ¿Cual vaina? -Se pregunta uno y en seguida otra pancarta te da la respuesta: ¡No más dictadura!
En esta región llena heridas vivas de dictaduras recientes hay sifrinos que en durante las dictaduras no supieron sino callar, y que hoy salen a la calle a vociferar contra gobiernos libremente electos y ratificados por los pueblos acusándolos de ser dictatoriales, ahí, a plena luz del día, con las caras al aire, sin miedo a declarar en cualquier medio… ¡Ay qué sueño me dan estas cosas!
Sifrinos con lentes Ray Ban super fashion, con gorritas Nike para que no se les queme el cogote, con pinta de turistas en Miami Beach pero en calles tercermundistas fuchi, ondeando la bandera de su país con rabia mientras tuitean al mundo: “El pueblo se cansó”.
Repentina y convenientemente se convierten el pueblo los mismos que desprecian todo lo que sea popular, empezando por sus gobiernos. Esos que en sus marchas se hacen llamar pueblo, son los que viven para distinguirse de la chusma, los que aprietan la cartera cuando se cruzan con con un negro en la calle; los mismos que dicen que las becas, las Misiones Sociales, los bonos y ayudas no hacen sigo alcahuetear la flojera propia del pueblo, su sinvergüenzura innata, “porque esa gente no quiere trabajar”. Ahí está, ¿un bono para las madres pobres? Ya van a salir las muy ligeras de cascos a dejarse preñar para cobrar. ¿Computadorcitas para los niños de los colegios públicos? Ya los borrachos adictos de sus padres la van a salir a vender. ¿Viviendas dignas? Para qué, si esa gente no sabe sino vivir en un rancho, ¡mira como secan la ropa en el balcón!…
El pueblo se cansó, tuitea una chama que posa en la foto marcharina junto a tres amigas que parecen sacadas de un catálogo de Gap. Porque a Gap es a lo que llegan cuando aspiran a llegar a Armani. Porque yo también soy pueblo, explican inexplicablemente los que suelen usar el término a modo de insulto. Se igualan hacia abajo, al menos en modo nominal, buscando arrebatar al pueblo el gobierno que el pueblo eligió.
“Somos pacíficos”, gritan furibundos mientras apalean policías, mientras destrozan todo a su paso. La dictadura los reprime, no los deja matar a ese poco de negros de mierda, no nos deja quemar el palacio de gobierno, no nos deja colgar a sus dirigentes en las plazas públicas. #SOSEcuador, #SOSBrasil, #SOSVenezuela, que lo sepa el mundo, el primer mundo, y que el primer mundo nos ayude.
Y otra vez las fotos de Ucrania o Egipto como si fueran en Quito, Rio o Caracas, otras vez y siempre lo mismo. Lo mismo con los mismos resultados: El fracaso.
Y todo esto no sería más que un largo y recurrente bostezo si no fuera porque, en su compulsión al fracaso, son capaces de hacer mucho, muchísimo, daño a cualquiera que se les cruce por delante. Y luego dicen con lágrimas secas: “Tu dolor es igual al mío”.
El pueblo se cansó, es cierto, y vota una y otra y otra vez por los gobiernos populares contra los que hoy marchan los sifrinos en nombre de ese pueblo que no son.
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