jueves, 20 de agosto de 2015

Sol Linares ataca de nuevo: Entre sillas y moscas.

Gipsy Gastello



Tiene 37 años y nació en Trujillo. Ha ganado varios premios nacionales e internacionales. Escribe, hace dibujos, vende libros y siempre sonríe. Siempre. Es una de nuestras plumas jóvenes y femeninas de mayor impacto en la actualidad y su nombre aparece en varias antologías confirmando lo que ya sabemos: Sol Linares está a la vanguardia. Hace novelas y cuentos. También es poeta. Actúa y juega ajedrez. Practica la jardinería.
La silla cruza las piernas es el nuevo libro de relatos de Sol Linares, quien viene a ratos a Caracas pero sigue viviendo en su estado natal, no en Skuke donde nació, sino en Valera donde trabaja en Librerías del Sur. Pero aquí en Caracas, hace poco, durante la Feria del Libro, vino a presentar este nuevo libro que impacta desde la primera línea. Una mosca en el café, el relato que inaugura, cumple con la tarea de atraparnos irremediablemente, cuando nos cuenta lo que queda cuando alguien decide suicidarse. Las moscas son el leit motiv de la historia.
“Quizás todos los libros que uno escribe son pequeños experimentos para acercarse al libro que, en realidad, uno quiere escribir” le dijo Sol al periodista cultural Iván Padilla Bravo durante su más reciente visita capitalina. “Vive y lee. Sobre todo vive, que las cosas se organizan por sí mismas”, nos aconseja Sol.

Fotografía: Bernardo Padilla
Fotografía: Bernardo Padilla

A pesar de los aplausos que recibe por estar entre quienes marcan la pauta literaria en Venezuela, Sol confiesa que “no me gusta perder el sentido de la realidad por ser un sentimiento ególatra. En eso me ayuda mucho estar lejos, en Trujillo, sembrando…”, le dice a Iván Padilla Bravo en el semanario cultural Todas Adentro. “Tengo un ego modesto”, explica, “que no tiene que pagar su vuelo en los autobuses ni pagar un pasaje aparte en avión. Así que cuando se pone un poco grandecito una hace lo posible por volverlo a bajar a su nivel”.
Pudiera creerse que la voz narrativa de Sol Linares coquetea con la sensualidad, pero ella se piensa a sí misma como “una escritora más mental que otra cosa. Aparece el cuerpo, desde luego. La escritura es un trabajo de seducción, fundamentalmente. Al seducir al lector es porque quieres que le dedique un tiempo a tu escritura. La sensualidad es una necesidad de llamar la atención de alguien para que escuche lo que tienes que decir”.
Esta presencia del juego seductor está a la orden en Una mosca en el café. Imágenes fatales que se visten de palabras certeras hace de este primer relato el abreboca de una relación muy íntima que el lector habrá de construir con Sol a lo largo de La silla cruza las piernas. Ante un cuerpo inerte, luego de una terrible decisión de quitarse la vida, comienza el duelo de las moscas que revolotean alrededor del cuerpo inmóvil de Aura: “Fueron posándose sobre lo que se iba desvaneciendo, la acuosidad de la muerte desbaratando la carne. Las moscas eran jóvenes, su vuelo inmaduro y rectilíneo podía hacerlas víctimas de un trapazo. A veces caminaban por el rostro y se detenían allí, y con esa misma presencia estupefacta olisqueaban la piel, como si presintieran el brote, el crecimiento de una acelga. Sobrevolar así le dio a la mañana un carisma postrado. El ruido vibrante llenaba el aire de hilos, quién sabe si de telaraña masticada. Un bagazo, en el aire, en el aire de un día que prometía ser largo y maligno. Un día de esos largos y fatigosos en el cual se está delante de un muerto”.
De regreso a la vida real, Sol habla de esos lectores en los que tanto piensa cuando construye sus historias: “El lector te permite ser mucho más exigente en la medida en que tú aprecies su experiencia y la valores como la mayor de las trampas tendidas para poder superarla”. Porque para ella, “desde esa incapacidad de sorpresa tú tienes que asaltarlo”, y tal vez justamente desde esa relación de respeto hacia la experiencia del lector que realmente lee es que Sol encuentra la magia para hacer del cotidiano vuelo de una mosca una imagen irremediable capaz de abrirle los ojos a cualquiera.
En las 180 páginas de La silla cruza las piernas, Sol nos arrebata con quince relatos de muchos temas, aparecen Dudamel y Woody Allen entre paraguas y sillas de mimbre. También hacen presencia Judas y Henry Miller. La sorpresa de un niño ante una lombriz herida se abre como excusa para más imágenes poderosas en ese lenguaje certero al que Sol ya nos ha acostumbrado.
La silla cruza las piernas es una de las novedades del sello editorial Fundarte, y puede encontrarse actualmente el librerías. Promete este libro ser uno más de tantos, porque la urgencia por escribir de Sol parece inagotable, “los discursos se están renovando constantemente y se están ensayando otras cosas por otros lados, que son tan importantes como la escritura” nos dice, porque “uno nunca es improductivo, no hay períodos de no creación, porque los libros se van escribiendo por dentro”. Así que mientras siembra en su jardín o dibuja para el Correo del Orinoco o vende libros en Valera o frisa una pared, sabemos que Sol está escribiendo su próxima sorpresa, con la que habrá de interpelarnos también.

Gipsy Gastello
@GipsyGastello
ggastello@gmail.com

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