Se calcula que medio millón de brasileños se apoderaron de las calles en docenas de ciudades el domingo, pidiendo la renuncia de la Presidente Dilma Rousseff y ponerle fin a la “corrupción”. Se escogió este domingo porque fue el 23 aniversario de las manifestaciones que llevaron al proceso de juicio político y salida del entonces presidente Fernando Collor de Mello.
Esta fue la tercera manifestación nacional que se realiza este año con el fin de derrocar el gobierno de Rousseff. Los grupos de los medios sociales que organizaron las manifestaciones esta vez recibieron el apoyo de los líderes del PSDB, el partido librecambista a favor de los banqueros, cuyo candidato ella derrotó en las urnas en las elecciones presidenciales de octubre del 2014. Aecio Neves, el candidato bonito de los banqueros británicos que fue su oponente en esas elecciones, le dijo a la multitud en Belo Horizonte que él estaba listo para ayudar a derrocar al gobierno.
Como ejemplo de lo que realmente es esta llamada campaña anticorrupción, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso manejó un carro de sonido en la manifestación de Sao Paulo, y después hoy sacó en Facebook una declaración calificando al gobierno de Rousseff de “ilegítimo” y pidiéndole a la Presidente Rousseff que tenga la grandeza de renunciar por el bien del país. Esto de un hombre que, cuando era presidente (1995-2003), le entregó Brasil al principal narcotraficante a nivel mundial, George soros, y quien, una vez fuera del gobierno, emprendió la campaña para legalizar todas las drogas, a nombre de todo el establo de expresidentes propiedad de Soros que están por la legalización de las drogas.
Las manifestaciones, compuestas principalmente de personas blancas de la clase media, fueron más pequeñas que las que realizaron en abril del 2015. En las últimas dos semanas han surgido discusiones tácticas entre ciertos intereses bancarios (Bloomberg, Financial Times) en el sentido de que se necesita trabajar más sobre qué y quién debería reemplazarla, antes de proceder a sacar directamente a la Presidente, a la vez que mantienen la suficiente presión como para chantajear a su gobierno para que haga concesiones económicas que debilitarían aún más su capacidad de gobernar.
En el mismo marco, algunos líderes de movimientos sociales y sindicatos ligados a su partido, el PT, han advertido que si la sacan, el pueblo va a brotar de las favelas (barrios pobres) de las laderas que rodean cada una de las principales ciudades brasileñas, en defensa de Rousseff.
Derrocar al gobierno brasileño comprometido con el BRICS, abriría las compuertas para derrocar otros gobiernos sudamericanos que luchan por el desarrollo. Entre estos se incluye el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, quien enfrenta una operación similar de revolución de color, encabezada por la misma base social de clase media alta del sector privado, junto con movimientos indigenistas, que el jueves pasado, 13 de agosto, llevaron a cabo manifestaciones masivas en contra del gobierno.
Fuente: http://spanish.larouchepac.com/node/23783/print
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