Ainara Valles
En segundo lugar, si opinas que la biopolítica, como método de gestión de control del poder político sobre los procesos biológicos sociales, pesa en las restricciones sobre el aborto en Chile.
Respuesta: Por supuesto que la cuestión de la biopolítica puede ser un foco para revisar y analizar lo que ocurre con el aborto en nuestras sociedades. Si consideramos que la biopolítica está tramada con la noción de biopoder, Foucault mediante, no cabe duda de que en las cuestiones relativas a la noción de “vida” humana se trenzan hegemonías políticas, económicas y eclesiásticas. Así se ha llegado a definir a las mujeres como las reproductoras de la vida humana por “naturaleza”. Definición cómoda para justificar las más aberrantes decisiones que tienen que ver con las nociones de desarrollo y progreso en estos contextos golablizados. Por ello hemos sido clausuradas en nuestra condición de sujetos que deciden y optan de modo libre para perpetuar o no la vida humana. La mayor defensa que hace la clase política-económica conservadora en Chile, en contextos de disputa por el aborto, es la defensa de la vida, como si ella fuera sólo terreno divino, intocado por las experiencias sociales, culturales, singularizadas en el mundo. En ello hay un claro planteamiento ideológico que no es inocente en modo alguno dado que se sustenta en el control de los cuerpos de las mujeres para poder solventar proyectos de mundo humano patriarcal, la mayor de las veces, depredador-explotador de lo humano en su impulso terso-capitalista devorador. Somos nosotras las que experimentamos los procesos biológicos que implican la maternidad o la no maternidad, por lo tanto nuestra palabra, sobre todo la palabra feminista, amerita ser considerada dado que hemos hecho una labor crítica y analítica que abre las sospechas respecto de lo que se establece como “naturaleza” de modo conveniente para los poderes de turno y sus hegemonías. Por esta razón es posible y deseable dar la lucha feminista para transformar y alterar estas violencias simbólicas. Las mujeres experimentamos la incardinación de estas disputas por el aborto. Para nosotras este hecho no sólo compromete la vida orgánica, los procesos biológicos sino también las experiencias intrapsíquicas, parte fundamental de la salud integral de las mujeres. ¿Cuántas mujeres, madres, han quedado embarazadas en circunstancias de violencia sexual y de género? ¿Cuántas mujeres, madres, llegan a serlo sin haber experimentado orgasmo o placer sexual? ¿Cuántas mujeres no desean en modo alguno experimentar la carga de la producción afectivo-sexual, como denominamos las feministas a la experiencia maternal- y son violentadas por manifestar esta opción? ¿Cuántas mujeres no se sienten preparadas para experimentar la complejidad física y psíquica que conlleva el vínculo maternal? ¿Cuántas mujeres desean una vida sexual placentera sin la necesidad de pensar en la maternidad como consecuencia de estas experiencias? ¿Cuántas mujeres rechazan el mandato patriarcal religioso y conservador del sistema sexo-género que idealiza/santifica la experiencia de la maternidad convirtiéndola en una trampa y en una ficción para las mujeres de carne y hueso?
Por último, me gustaría saber si opinas que el tema de la despenalización debería enfocarse como un problema social de clases, ya que realmente para las mujeres con posibilidades económicas no supone un inconveniente real el hecho de que sea legal o no.
Las feministas radicales en Chile hemos enfatizado con fuerza el cruce de la diferencia de clase con la diferencia sexual para todas nuestras luchas, demandas y revueltas: educación, trabajo, disidencia sexual, diferencia generacional, entre otras. La feminización de la pobreza en diversos ámbitos es una de nuestras plataformas de lucha. Sería una ceguera no considerar que la despenalización del aborto vendría a ser un avance considerable y concreto para las mujeres de estratos socio-económicos precarizados. Sin lugar a dudas el aborto es un problema de diferencia sexual y de diferencia de clase social. La despenalización favorecería, además, que las mujeres dejáramos de ser víctimas de violencia en los ámbitos de la salud. Son incontables las experiencias de mujeres que son maltratadas cuando llegan a los servicios de salud con síntomas de haberse realizado aborto. Pareciera que en nuestra sociedad clasista y ocultamente racista, los cambios culturales y sociales fueran de una magnitud enorme: tanto prejuicio y conservadurismo social. Por eso es que las feministas no cejaremos en nuestras luchas de diversa índole y estaremos atentas y alertas para responder con nuestros movimientos a las coyunturas sobre el aborto hoy en Chile, álgido y urgente ámbito para nuestras libertades y soberanías. ¡Aborto libre, seguro y gratuito!
El ciudadano ¿Por qué es necesario el aborto libre seguro y gratuito en Chile ?
Nombrar la lucha por el aborto como libre, seguro y gratuito implica
otorgarle especificidad a la demanda de las mujeres feministas. Este
modo de nombrar, -adjetivar-, implica una radicalidad no menor en
nuestra sociedad conservadora y androcéntrica. La tiranía de la
maternidad es una de las cadenas con las cuales las mujeres hemos tenido
que lidiar en la construcción de nuestras subjetividades, es por esta
razón que las palabras que singularizan nuestras luchas resultan tan
pertinentes. Por lo tanto, aborto libre significa que las mujeres, y los
hombres, puedan decidir llevar a cabo esta práctica cultural sin
presiones, mandatos ni censuras morales, religiosas o penales. Esto
conlleva remover los signos genéricamente marcados respecto de la
reproducción encarnada, tiránicamente, como definición de “la mujer =
madre”. Implica, por ende, que las mujeres decidamos respecto de la
continuidad o interrupción de un embarazo no importando las condiciones
en que este haya ocurrido, porque nuestro cuerpo ha sido, es y será
nuestro primer territorio de ciudadanía. Dados los mandatos y corsé de
género sexuales esta construcción conlleva el devenir de subjetividades
femeninas en tensión inevitable y, en consecuencia, el posicionamientio
político se hace impostergable. Aborto seguro , significa que dicha
práctica pueda llevarse a cabo en condiciones dignas en términos de
salud física y psicológica. Esto quiere decir que ninguna mujer
corra riesgo de muerte o de infertilidad al enfrentarse a esta decisión;
asimismo, implica que sea posible vivir dicha experiencia sin que
genere enjuiciamientos valóricos ni morales de ninguna especie hacia
quienes la lleven a cabo, por lo tanto la culpa -de raigambre católica-
quedaría absolutamente fuera de lugar. Aborto gratuito implica concebir
la posibilidad de que todas las mujeres, de cualquier estrato social, de
cualquier origen cultural, étnico, racial, sexual, etario, en cualquier
circunstancia, puedan tener acceso a dicha intervención sin que
necesiten pagar dinero por ella. Sabemos de sobra que la experiencia
abortiva marca los cuerpos de las mujeres marginales y pobres, quienes
no disponen de dinero para llevarlos a cabo en clínicas privadas. “Sólo
las mujeres pobres mueren por aborto en Chile”, reza uno de los lemas de
nuestra lucha. Esta violencia de clase se trama con la violencia de
género, y otras singularidades que puedan estar tallando según las
especificidades y contextos de las mujeres en nuestras anchas
diferencias.
En segundo lugar, si opinas que la biopolítica, como método de gestión de control del poder político sobre los procesos biológicos sociales, pesa en las restricciones sobre el aborto en Chile.
Respuesta: Por supuesto que la cuestión de la biopolítica puede ser un foco para revisar y analizar lo que ocurre con el aborto en nuestras sociedades. Si consideramos que la biopolítica está tramada con la noción de biopoder, Foucault mediante, no cabe duda de que en las cuestiones relativas a la noción de “vida” humana se trenzan hegemonías políticas, económicas y eclesiásticas. Así se ha llegado a definir a las mujeres como las reproductoras de la vida humana por “naturaleza”. Definición cómoda para justificar las más aberrantes decisiones que tienen que ver con las nociones de desarrollo y progreso en estos contextos golablizados. Por ello hemos sido clausuradas en nuestra condición de sujetos que deciden y optan de modo libre para perpetuar o no la vida humana. La mayor defensa que hace la clase política-económica conservadora en Chile, en contextos de disputa por el aborto, es la defensa de la vida, como si ella fuera sólo terreno divino, intocado por las experiencias sociales, culturales, singularizadas en el mundo. En ello hay un claro planteamiento ideológico que no es inocente en modo alguno dado que se sustenta en el control de los cuerpos de las mujeres para poder solventar proyectos de mundo humano patriarcal, la mayor de las veces, depredador-explotador de lo humano en su impulso terso-capitalista devorador. Somos nosotras las que experimentamos los procesos biológicos que implican la maternidad o la no maternidad, por lo tanto nuestra palabra, sobre todo la palabra feminista, amerita ser considerada dado que hemos hecho una labor crítica y analítica que abre las sospechas respecto de lo que se establece como “naturaleza” de modo conveniente para los poderes de turno y sus hegemonías. Por esta razón es posible y deseable dar la lucha feminista para transformar y alterar estas violencias simbólicas. Las mujeres experimentamos la incardinación de estas disputas por el aborto. Para nosotras este hecho no sólo compromete la vida orgánica, los procesos biológicos sino también las experiencias intrapsíquicas, parte fundamental de la salud integral de las mujeres. ¿Cuántas mujeres, madres, han quedado embarazadas en circunstancias de violencia sexual y de género? ¿Cuántas mujeres, madres, llegan a serlo sin haber experimentado orgasmo o placer sexual? ¿Cuántas mujeres no desean en modo alguno experimentar la carga de la producción afectivo-sexual, como denominamos las feministas a la experiencia maternal- y son violentadas por manifestar esta opción? ¿Cuántas mujeres no se sienten preparadas para experimentar la complejidad física y psíquica que conlleva el vínculo maternal? ¿Cuántas mujeres desean una vida sexual placentera sin la necesidad de pensar en la maternidad como consecuencia de estas experiencias? ¿Cuántas mujeres rechazan el mandato patriarcal religioso y conservador del sistema sexo-género que idealiza/santifica la experiencia de la maternidad convirtiéndola en una trampa y en una ficción para las mujeres de carne y hueso?
Por último, me gustaría saber si opinas que el tema de la despenalización debería enfocarse como un problema social de clases, ya que realmente para las mujeres con posibilidades económicas no supone un inconveniente real el hecho de que sea legal o no.
Las feministas radicales en Chile hemos enfatizado con fuerza el cruce de la diferencia de clase con la diferencia sexual para todas nuestras luchas, demandas y revueltas: educación, trabajo, disidencia sexual, diferencia generacional, entre otras. La feminización de la pobreza en diversos ámbitos es una de nuestras plataformas de lucha. Sería una ceguera no considerar que la despenalización del aborto vendría a ser un avance considerable y concreto para las mujeres de estratos socio-económicos precarizados. Sin lugar a dudas el aborto es un problema de diferencia sexual y de diferencia de clase social. La despenalización favorecería, además, que las mujeres dejáramos de ser víctimas de violencia en los ámbitos de la salud. Son incontables las experiencias de mujeres que son maltratadas cuando llegan a los servicios de salud con síntomas de haberse realizado aborto. Pareciera que en nuestra sociedad clasista y ocultamente racista, los cambios culturales y sociales fueran de una magnitud enorme: tanto prejuicio y conservadurismo social. Por eso es que las feministas no cejaremos en nuestras luchas de diversa índole y estaremos atentas y alertas para responder con nuestros movimientos a las coyunturas sobre el aborto hoy en Chile, álgido y urgente ámbito para nuestras libertades y soberanías. ¡Aborto libre, seguro y gratuito!
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